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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

03 febrero 2013

Mario Vargas Llosa



Otilita. Hija de las caprichosas mujeres de Flaubert, poco dadas a la consolación del hombre; de esas hembras dueñas de sí mismas de Tolstói, que lo mismo se arrojaban a un tren por despecho, como, en esa novela que según Allen trata de Rusia y la guerra, mandaban con insolencia aristocrática en los salones de época de San Petersburgo comportarse a los hombres como caballeros; quizá con un poco de ese romanticismo rancio con el que Clarín las dotaba; sin duda, como esa dama de Balzac, con esa crueldad inmanente que encandilaba a incautos poetas de provincias para luego despojarlos de dignidad y esperanza con el agravio del olvido; tal vez, incluso un punto frágil y olvidadiza, como las deuteragonistas de Dumas; y, casi al final, cuando uno está a punto, desde una perspectiva estrictamente literaria, de mandar metafóricamente al carajo al género femenino, nos muestra el fervoroso deseo de protección por su hombre, actitud que, hoy día, toda mujer desecha de su prosaico libro de estilo, pero que en una heroína de la envergadura vital y empírica a la que el maestro peruano da vida, constituye toda una sorpresa.

Travesuras de la niña mala es una gran historia. A lo largo de sus páginas uno ríe, llora, se asusta, se endurece y se pone tierno, se indigna y se asombra, pero, sobre todo, aprende. Aprende sobre la condición humana, que es lo máximo a lo que puede aspirar a transmitir un libro. Una realidad presentada desde todos los puntos de vista. Personajes con todas las contradicciones que lastramos el hombre y la mujer desde la noche de los tiempos.  Un sobresaliente compendio de sabiduría, escalón al que sólo se puede acceder acumulando años, experiencia, un noble sentido de la realidad, y una plena disposición de todos nuestros sentidos para fagocitar cuanto nos sugiere la vida. Dice Patricio Pron que MVL ha hecho más por el Perú con sus libros de lo que habría hecho como presidente. Yo, de lo único que estoy seguro, es de cuanto le tiene que agradecer la literatura y el mundo de las letras a su exquisita presencia.

El libro tiene pasajes duros. Para ciertos lectores pueden resultar demasiado crudas o explícitas las innumerables escenas de sexo que acaecen en sus páginas. En algunas ocasiones, además, se ofrece esa visión de debilidad, obediencia, sumisión o sometimiento en la mujer que tantos inanes ríos de tinta ha hecho correr la mafia feminista desde que existe. Aunque dudo si la progresía ampara determinadas prácticas que aun considerándose parafilias, por el mero hecho de haber tomado la iniciativa la mujer ya están purificadas de toda objeción contundente.

Sí: las mujeres son malas, o no tanto. Y los hombres somos buenos o tontos, o tampoco tanto. O quizá incluso al revés. La vida, en verdad, es complicada. Lo más absurdo, después de todo, es que tratemos de explicárnosla. Esfuerzo baldío, y no precisamente pequeño. ¿Qué nos puede llevar a querer, a querer contra toda lógica y razón, a una persona de un modo tan descarnado y semejante? Esa duda flota a lo largo de todo el libro, y seguro que, de algún modo y en distintas cantidades, flota en todas las personas. Nos enamoramos. Queremos que nos quieran. No entendemos que no nos entiendan. Y no consuela nada razonar sobre el desamparo, nuestra soledad, o el poco entusiasmo con el que tantas veces es acogido la dubitativa expresión de nuestro más íntimo anhelo.

En un momento de la novela el escritor afirma que sólo los imbéciles son felices. Y tiene toda la razón. La fortuna no tiene padre, pero al talento le salen demasiados hijos. Comprender, ver, escuchar, en sus sentidos más nobles, es durísimo. Sería mucho más fácil vivir despojado de toda razón y de todo conocimiento. La intrepidez, la valentía del ignorante, para sí la quisiera el lúcido. Hasta en materia de amor, o sobre todo en ella, lo mejor es no preguntar(se). Pues la frágil coincidencia del azar, del espacio y el tiempo, y hasta de esa mutua, inevitable e irresistible atracción física, puede durar muy poco. Demasiado poco para nuestros más abstrusos devaneos. La incertidumbre es un hálito de vida. Supongo que, en cierto sentido, moriríamos un poco queriendo resolverlo todo. Y quizá la mejor enseñanza que nos ofrece el escrito es que, ante la pregunta de qué es el amor, tal vez no haya una sola respuesta. O tal vez, o simplemente, no haya ninguna.



2 Comments:

Blogger Unknown said...

¿Mafia feminista? Creo que ahí has exagerado, un poco.
Pero en lo que respecta a la ecuación felicidad-ignorancia te doy la más absoluta y radical de las razones que nunca te pueda dar, máxime si la incógnita de la misma es el "amor", a saber: x + (ignorancia x 100)=felicidad, siendo la x el amor.

miércoles, 06 febrero, 2013  
Blogger Javi said...

¡Hola, Jose! Hombre, sólo exagero con aquellas que llevan la cuestión de género estúpidamente al lenguaje, con las que no tienen problemas con el sistema de cuotas implementado por la sacrosanta discriminación positiva dando por bueno el sexo en detrimento del conocimiento y la preparación, con las que ven, sin haberlos, comportamientos sexistas en publicidad, en la sociedad y hasta en inocuas frases de galantería quizá un punto anacrónica, con aquellas para las que un aborto, ideología aparte, puede compararse con ponerse tetas (Aído dixit) y para todas aquellas para las que para triunfar en la vida como mujer cada vez están más convencidas de tener que parecerse a un hombre.

Un placer tenerte por aquí, Jose. A ver si se materializa ese blog.

miércoles, 06 febrero, 2013  

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