Retomando
Un joven mulato corre aprisa. Su
semblante es serio, adusto, nada despreocupado. Recorre con su mirada los
alrededores. Al cruzar la esquina entabla conversación breve con unos
conocidos. Terminada la cual sigue su camino. Ya sin mirar hacia ninguna
dirección, pues sus pies parecen saber a donde dirigirlo. Es fiesta en el
barrio. Se escucha desde todas sus esquinas la música enlatada de tómbolas,
atracciones y demás puestos de feria. Pero las fiestas, ¡como si fueran lo único!,
degeneran. Pocos chiquillos. Pocos puestos. Y poco entusiasmo, que, al fin y al
cabo, es de lo que vivimos. En mis tiempos hacían actividades para todos los públicos,
pues todo era como más participativo. Mi barrio es pequeño, íntimo y un punto
coqueto, a modo de apéndice rural. Aquí todos nos conocemos. Y de todos, claro,
sabemos. Ello tiene sus inconvenientes, por supuesto; pero qué duda cabe de que
también tiene sus ventajas. Siempre depende de cada cual convertir la bella
confianza en algo asqueroso. Según me dicen este año no han colgado el jamón en
lo alto de un poste de madera. Trofeo que, invariablemente, pasaba a ocupar las
vitrinas de una familia de gitanos que, aun siendo de las afueras, todos los
años se tomaba la desinteresada molestia de acercarse y colaborar con el resto
de parroquianos en las jugosas festividades. Pero las cosas cambian, y ya ni
siquiera se respeta el codiciado jamón: casi un derecho adquirido. El domingo
el cura dijo la misa al aire libre. Sin techo que lo cobijase de inclemencias, ni
ese púlpito fuente de tantas desigualdades. Y, después, hubo vino español. Hay que
decir que nunca un hombre tan pío, tan justo, tan bueno y hasta tan honrado ha
gozado de un auditorio tan concurrido. E incluso tan agradecido. Mientras los
vecinos degustaban la empanada, la tortilla y algunas croquetas, por los
altavoces sonaba M Clan, y me quedé con esa frase que todo hombre ha querido
decir a alguna mujer en su vida. Y no es, no puede ser, te amo. La retuve, mientras me alejaba en silencio, sonriendo, y pensando que, después de todo,
siempre hay algo, o alguien, que merece la pena.
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