Sobrinos
Esa mirada noble, ingenua y
despierta. Esas piernas y rodillas asaz magulladas, reflejo de una edad tierna,
de una cogitación lábil, de unas costumbres quizá un punto asilvestradas. Un
semblante lleno de inocencia, de pureza y de naturalidad, aún sin
contaminar. En esos albores de la vida, en que todo se descubre casi por
primera vez, y donde apenas se encuentran respuestas para nada, creyendo, en
cambio, entenderlo todo. Uno crece admitiendo lo que ve, lee y oye, y cuesta toda
una vida desdecirse a sí mismo y desdecir a quienes te rodean. Las nuevas generaciones ya
no crecerán con el acicate de la curiosidad, motor de la humanidad desde la indeterminada
noche de los tiempos, pues siempre tendrán a mano una aplicación que les saque
del brete en el que se metan. Todo su mundo será táctil, portátil, y por
supuesto interactivo. Sus relaciones serán virtuales. Disfrazarán su soledad de agradable compañía.
No hablarán de nada de lo que ya se hayan escrito. Veremos grupos inmensos de jóvenes
sin decirse nada, aparentemente juntos, profundamente separados. ¿Lo que Dios
ha unido que no lo separe el móvil? Las nuevas tecnologías son una llamada nada
perezosa a la promiscuidad del espíritu. ¿Regalar un libro? Mejor da señales de
humo o cuenta con el infalible e inefable ábaco. El don de la ubicuidad tiene tarifa
plana.
Y sin embargo siempre es un placer pasear
por el bosque…
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