Tesoro divino
Oh, las primeras fresas de la temporada. De huerta, claro. Pero
qué buenas. Con leche, con nata, con yogur griego, con sirope de chocolate,
con leche condensada, con helado de vainilla…una delicia, una delicia
ciertamente pecaminosa si uno está inmerso en la operación biquini, y sus
dolorosas restricciones o privaciones culinarias, por supuesto, total y
absolutamente involuntarias. Es duro estar continuamente sometido a ese
bombardeo incesante de imágenes de muchachos estupendos, con cuerpos aún más
estupendos, que se atiborran de helados a los que se aplica el mismo adjetivo
pero ya en grado superlativo, de jugosas hamburguesas, que llevan una vida de
hamaca, tumbona y una plácida alternancia entre sol y sombra, esto es,
plenamente sedentaria, y que parecen no afectarles los rigores de la
naturaleza, o sea, la incompatibilidad entre las apetencias de los instintos y
lo que demanda una sana cabeza. ¿El publicista no está dotado de una mínima y
elemental coherencia? ¿Es ilógica la práctica totalidad del contenido de los
anuncios publicitarios, o siguen una lógica especial, muy suya, que se aparta
de los dictados de la razón de un modo obsceno a la par que indigno?¿No sería
necesario incluir una recomendación de consumo moderado, o la moderación es lo
que las peras al olmo?
Ser joven, a la luz del sol, rodeado de buena compañía, en
una playa estupenda que es una continua fiesta, y saber que bebiendo simplemente
una cerveza uno puede ser feliz, desconectar de los problemas cotidianos y
conocer y hasta procrear con la mujer de su vida es una idea muy vieja. Pero meter a
Séneca en estos saraos, a mí me preocupa.
¿Levanten de la toalla?….pues eso.
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