Emborrachado del silencio de la tarde percibo que mi sobrino pequeño entra en casa. Con su natural inocencia. Y esa horrible fragancia de Nenuco que persigue a todos los críos desde la noche de los tiempos. Noto su andar ligero, alegre, despreocupado. Y pienso que es una pena que ya no me gusten los cuentos, pintura que tiñe la realidad de la infancia. Al entrar en la habitación se me queda mirando con esa deliciosa seriedad con que los niños se toman todas sus cosas. Sin pestañear, como esa mujer que pone el alcance de su éxito en la duración de su mirada. Me dice, con cierto interés, que si estoy estudiando. Y le digo que claro. Después me enseña, como si de un fabuloso tesoro se tratase, su nueva adquisición. Le pregunto, como es natural, que qué tiene en las manos. Y me dice que es un cubo de pedos. Como no doy crédito a mis oídos, hombre de poca fe, le digo que me lo demuestre. Y la criatura no se achanta, claro. Mete, a falta de uno, un par de dedos. Y casi a su vez, además de la carcajada del bicho, sale del bote un curiosísimo sonido de una semejanza extraordinaria al que escucho todas las mañanas al vecino de arriba. Aunque he de decir que menos prolongado. Y, también, menos ruidoso.
Moraleja: si es que dónde esté lo natural…
Jam Session
Política, literatura, sociedad, música
Datos personales
- Nombre: Javi
- Lugar: León, Spain
En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...
2 Comments:
¿Seguro que las ventosidades que oyes cada mañana son del vecino de arriba? No seas vergonzoso y reconócelo, todos somos humanos...
Hombre, Alejandro, y tu en particular muy humano.
Ya estoy bajando al mus, no os mováis de la mesa :-)
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