Cuestiones (in)controvertidas
Donantes. Acabo de llegar del pueblo. Es tarde y estoy algo cansado. Y no se hacen una idea de la cantidad de cosas que tengo que hacer antes de ver mi cuerpo reconfortado entre la suavidad, casi maternal, de las sábanas dichosas. Por eso hoy sólo les voy a rescatar unas líneas leídas el viernes en la columna de Raúl del Pozo, políticamente incorrectas, y que él, a su vez, rescató de ese gran cadáver exquisito de las letras hispanas, que fue don Camilo José Cela. Eso sí, les voy a recordar, nada que no sepan, que esto de la donación de órganos es un signo de identidad, que es cosa de la cual mucho hay que presumir, bastante progre. Sobre todo a decir de los mismos progres, claro. Toma la palabra Cela, genéricamente: «Si ya no puedo respirar / que otro respire por mí». «Donaré mi corazón / para algún pecho cansado / que quiera ser restaurado / y entrar de nuevo en acción». «La pinga la donaré / y que se la den a un caído / y levante poseído / del vigor que disfrute».
No está mal, ¿verdad? Ahora bien, si algo hay que agradecer al señor de la coqueta melena plateada, es el rescate de estas otras palabras de Cela, referentes a las posaderas, a las suyas en particular, a las que el Nobel debía tener en gran estima y no menos consideración: «El culo no lo donaré / Muchos años lo cuidé / lavándomelo a menudo. / Para que un cirujano chulo / en dicha transplantación / se lo ponga a un maricón / y muerto me den por el culo».
Mujeres. Y ya de paso lean este decálogo del ingenioso hidalgo de las letras, don José María Albert de Paco. Y después háganme otro favor, y lean los comentarios al post. Allí podrán observar alegatos tan agradables de leer por un hombre de mano de una mujer, como: “¡Cuánta maldad!”; y otros, como: “ja ja ja”. Que traduciendo, pues sépase que no he conocido, y ni tan siquiera oído hablar de hembra alguna que no necesite de algún tipo de intérprete, quiere decir: ¡necesitamos hombres como De Paco! Malos, malvados, retorcidos, aviesos. O sólo listos.
Lástima que luego no los distingan.
No está mal, ¿verdad? Ahora bien, si algo hay que agradecer al señor de la coqueta melena plateada, es el rescate de estas otras palabras de Cela, referentes a las posaderas, a las suyas en particular, a las que el Nobel debía tener en gran estima y no menos consideración: «El culo no lo donaré / Muchos años lo cuidé / lavándomelo a menudo. / Para que un cirujano chulo / en dicha transplantación / se lo ponga a un maricón / y muerto me den por el culo».
.
Mujeres. Y ya de paso lean este decálogo del ingenioso hidalgo de las letras, don José María Albert de Paco. Y después háganme otro favor, y lean los comentarios al post. Allí podrán observar alegatos tan agradables de leer por un hombre de mano de una mujer, como: “¡Cuánta maldad!”; y otros, como: “ja ja ja”. Que traduciendo, pues sépase que no he conocido, y ni tan siquiera oído hablar de hembra alguna que no necesite de algún tipo de intérprete, quiere decir: ¡necesitamos hombres como De Paco! Malos, malvados, retorcidos, aviesos. O sólo listos.
Lástima que luego no los distingan.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home