Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

23 septiembre 2009

Volver a empezar


Se fue el verano, nos lo susurra el calendario, y el melancólico otoño se dice que aún no ha llegado. Una estación, una franja, una época del año no es más que un compendio de buenas costumbres adquiridas al calor de los años y, consumadas, al decir del ciudadano, al frío de los más duros, terribles y por ello recordados inviernos. Es un decir, que de no decirlo, ni se da apenas por enterado. Como el fulgor de una mujer hermosa, esa criatura que crece y florece y se destapa al compás, ritmo y cadencia de un cambio de prenda, biombo de su propia belleza. Acaba el verano, afirmamos, dejándonos un sabor de algo que ni siquiera aún hemos probado. Pero los sabores se extienden, se rumorean, o se propalan como la existencia de ese ser que prueba y gusta de un placer, por no permitido, por el que termina haciendo de su vida un frágil cuenco donde se verterán todos sus anhelos, fuente si no de alegrías, manantial de donde sin duda brotarán todas sus desesperaciones. Porque es el ser humano una especie que se alimenta de lo que no ase, aquello que no aprehende: bien será porque no quiere, pero sufrirá ciertamente si es que no puede. El hombre, la mujer, sus vástagos edifican sus futuros sobre aquellas que dicen sus propiedades. Se asegura que el sentimiento de pertenencia es algo natural, normal, y nunca ideal como aquello otro con lo que antaño el hombre, siendo tan solo un niño, venía bajo sus brazos desnudos. Hoy las personas sabemos que quien algo quiere algo le cuesta. Y así está el personal, en continuo comercio con el manto de su providencia. Es fácil echar culpas, que es ganarse enteros, a aquello o aquellos que no seamos nosotros mismos. Por eso no crecemos, no aprendemos, sencillamente porque jamás nos enteramos. En algún lugar he leído que Gabriel García Márquez, prodigioso escritor de libros que combinan simultáneamente la realidad vivida con la pretendida, en algún libro dejó escrito que a los 5 años tuvo que abandonar su educación para empezar a ir a la escuela. Realmente la máxima no encierra ironía: es solo edad, y angustia, y por supuesto sabiduría. Vivan y dejen vivir, mantengan los ojos abiertos si es que en dicho estado se encontraban y, por último, disfruten como siempre o como nunca de su aprendizaje.


Comenzamos.