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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

23 noviembre 2006

De cuando yo iba a misa.

Buenos días a todos, ya hacía tiempo que no comenzaba el post con éste saludo, lo que denota que estos días me he puesto a estos asuntos a horas intempestivas, y ha salido lo que ha salido, un revuelto de ajo, cebolla y champiñón, pero sin huevo, cebolla, ajo, ni champiñón, está claro ¿no?, pues eso.

Hoy toca hablar de la ceremonia cristiana por antonomasia, de las otras ceremonias referentes a otras religiones evidentemente no hablo por desconocimiento supino, no por pigricia inconmensurable, de todos modos no os asustéis, voy a tratar de darle un toque cómico al asunto antes de que mi señora madre toque a zafarrancho para deglutir las riquísimas croquetas que ya huelo desde aquí, lástima que esto de la red no haya avanzado tanto cómo para transmitir olores en un momento dado, se os iban a poner los dientes largos, de todos modos tranquilos, tampoco yo hasta la hora de hincarle el diente estoy autorizado a acercarme por la cocina, con lo que me tendré que conformar sólo con avizorar el objetivo.

Debo de tener un resquemor con los curas, iglesia, monjas y todos los sucedáneos y derivados que se os ocurran. Lo curioso del asunto, es que provengo de una familia tremendamente conservadora en lo concerniente a estas cosas. Tengo dos tías monjas, he tenido un tío fraile, que por cierto el tío era un fenómeno, Doctor en Teología, Biología, sabía cuatro idiomas, mas los clásicos, daba clases en la universidad de Pensilvania, -en USA, no en la tierra del conde Drácula-, y hasta le dedicaron una calle en Manila (Filipinas), evidentemente de sus genes (religiosos o intelectuales) no me ha llegado nada, si el hombre levantara la cabeza y leyera las líneas que os escribo cada día dedicadas varias veces a los placeres de la carne en general o de la mía en particular, como poco me ganaba un tirón de orejas o yo que se, contrataría un exorcista de estos para que me echase el diablillo que mora en mi Karma. Por otra parte mi padre, mis hermanas y yo mismo hemos sido monaguillos, cuestión profunda y gravosa que tiene atormentada a mi proficua conciencia, ¿con esto ya podré ir al cielo? porque es evidente que si hablo de los rumores sobre la asistencia asidua de los curas a los prostíbulos de la carretera de Villadangos, chungo.

Cuando yo era pequeñito, me encanta empezar un párrafo con estas palabras, mi madre me decía que tenía que ir a misa todos los Domingos. Así pues, madrugaba, me ponía zapatos, camisa, cinturón de mayoral hace amigos que no amigas susceptibles de roce y por tanto de goce, y me peinaba a raya, odiaba este peinado, no se ligaba con él, no era guay, no era de chico duro y rebelde como mi taimado corazón. Pero era el peinado preferido de mi padre, el pertenece a otra época, y el look paleto como que le era muy molón aunque yo no me comiese ni un roscón. Luego cuando fui creciendo en carácter, inteligencia y la sensibilidad suficiente como para decirle a mi padre que las únicas mozas que me miraban por culpa de su peinado eran las que tenían nietos de mi edad, me di el lujo de peinarme con los pelos de punta, bien sea por que nunca lo había hecho o porque mi hirsuta cabellera clamaba gomina, laca o el fijador de ”Algo pasa con Mary” a tutiplén , el caso es que parecía un cepillo. Al no sentirme realizado como persona de bien con mi peinado, volví a las andadas otra buena temporada, pero aquel peinado a raya serio, recto y desbordante de bonhomía bellaca, si me permitís el oximorón, nunca volvió a ser lo mismo y degeneró en lo que mi amigo Alejandro denominó “la patata” ,y no de las chip, sino de las onduladas, mi cabello era como las dunas que se alternan en los desiertos o las olas del mar, no sabéis lo que me costó deshacerme de la sinuosidad de mi cabellera.

El caso, no se que tengo encima del cuello que siempre me lío y termino hablando de lo que no viene a cuento, es que raras veces llegábamos al destino, la iglesia. No se si a mala leche, al lado de la iglesia esta situado un kiosco, y aunque el dueño es arisco y tiene un aire a Bud Espencer, acudíamos raudos antes de que empezase el sermón. Allí gastábamos lo que nuestras próvidas madres nos daban para que diésemos en la cesta de misa, no se porque yo de aquella ya me olía que se lo gastaba el cura en vinos o coches de mas cilindraje y potencia que el de mi padre, con lo que prefería el uso alternativo. El problema es que al haber dos curas en la parroquia, mientras uno daba la monserga a las almas pías y depauperadas del barrio, el otro iba al kiosco a por el periódico, donde nos encontraba de cháchara con “Bud”, consecuencia lógico-fáctica indefectible: nos cogía a mi y a otro compañero, Daniel, -que bien se podía ganar entonces el apelativo de el travieso-, de las orejas, y nos llevaba a misa, donde nos sentaba en la parte mas vistosa de la iglesia, de modo que al llegar las monjas de mi colegio nos miraban como hienas por haber llegado tarde, encima, cogidos de las orejas por el cura suplente. Eso si, comulgar, comulgábamos todos los días, yo por entonces no sabía que era “pecao” de los gordos si te comías una Hostia sin haberte confesado y, me las comía casi de dos en dos, con lo soy un pecador absoluto, de la “pradera grijander”.

En el pueblo era otro asunto la cuestión, nos sentábamos los amigos al lado del coro de chicas, que por cierto tengo que decir desde aquí que son unas fenómenas, han ganado premios y tal, además está muy buena alguna cantora, que lo se de buena fuente, que no de Buenafuente, y me fío aunque ya no vaya a misa. Allí nos poníamos los coleguillas del pueblo a desafinar todo lo que podíamos, además a grito pelado, hasta que el cura despavorido interrumpía la misa y nos echaba de allí, ante los oprobios y lindezas del personal, incluyendo a nuestros abuelos. No voy a entrar en detalles de cuando uno de mis colegas le dio por mear en misa, desde lo alto del coro a la parte baja encima de la cocorota de un calvo, por que aquello si que fue la rehostia, ni cuando tirando petardos se prendió la mantilla, que tenía doscientos años, de la virgen, yo no estaba presente en esto último pero se debió de tocar a concejo, tañían alborozadas las campanas y al chaval casi lo queman en una hoguera…en fin, que soy un pecador.

Nada, que me voy a despedir de vosotros hasta mañana, un saludo a tod@s.

3 Comments:

Blogger Javi said...

Buenas Jose, cuanta razón en tus palabras. Realmente lo verdaderamente digno de alabanza y admiración es el arte que albergan esos templos, cuando no el propio templo, como en el caso de nuestra Pulchra. Asi que tiraste las ninajeras eh?¡ muy bonito,jajajajaja, seguro que el cura se puso de muy mala hostia contigo y te excomulgo del monaguillado vacacional,jajajaja, menos mal que estas curado de espantos pecadores en lo referente a nuestra iglesia.
Opino exactamente igual que tu, también creo que la gente en vez de ir a rezar verdaderamente como se hacía en antaño, van a pasearse el modelito que se compraron durante la semana o a presumir con las amigas de lo guapos que son sus vástagos, le han perdido todo respeto a la liturgia, que en momentos verdaderamente respetuosos la gente se la trae al fresco, y asi cuchichean y charlan amigablemente con hilaridad a raudales, esten en una boda o en un sepelio.
En fin, al menos ya sabemos donde no vamos a caer, aunque esto que decimos hoy igual se ve el dia de mañana eclipsado cuando queramos la mejor educación para nuestros hijos y les mandemos a colegios privados, no se, ya veremos, tiempo al tiempo.
Un saludo Jose.

sábado, 25 noviembre, 2006  
Blogger Erayo Peroyano said...

Sí, lo confieso, yo también fui monaguillo. Y lo pasaba muy bien, no por la actividad en sí, sino por las que preparábamos en la sacristía y demás dependencias.

Me llevaría unos cuantos post el contar mis canónicas andanzas, pero puedo señalar que fue en la sacristía de la parroquia de La Robla la primera vez que bebí alcohol en dosis mayores a las recomendables para un niño... y es que los cuatro que hacíamos de monaguillos le cogimos cariño al olor a madera vieja del armario en el que el cura guardaba el dulce Tilford de manzana y otros licores sin etiquetar, estos ya no tan dulces..., por supuesto acompañábamos los licores con hostias, que como aperitivo son muy socorridas (un día no nos dimos cuenta de dejar bastantes y se quedó sin comulgar media parroquia) y esto lo hacíamos antes de entrar a misa... así que imagínate con que eficiencia prestábamos nuestros servicios. El cura era un husmias y no nos pagaba nada, pero nos cobrábamos nosotros cogiendo un buen puñado de la cesta o del cepillo, cuando se olvidaba de cerrarlo con llave. Todo ese dinero pasaba de las buenas intenciones de los fieles directamente a las ranuras de las máquinas del Salón Recreativo de enfrente de la Iglesia. También tocábamos las campanas con un sistema eléctrico como si fueran el bombo de un hincha de fútbol, despertando la cólera del cura, al final le quemamos el aparato... al igual que alguno de sus trajes de faena, al que arrimamos "sin querer" alguna que otra vela o cirio.
En catequesis las preparamos mucho más gordas... pero esto no me atrevo a hacerlo público. Creo Javi que ya te he relatado algún episodio.

Un saludo.

domingo, 26 noviembre, 2006  
Blogger Javi said...

Jajajajajajajajajajaja, que bueno Roberto, tu vida de monaguillo es un best seller, de verdad, gracias por reconocer aquí publicamente que fuiste monaguillo, tengo que decir que con "el cariño" que tu profesas a los curas no esperaba yo esto de ti. Así que tilford de manzana ¿eh?,jajajaja, joder el cura, no era tonto no y vosotros como buenos cristianos se lo catabais antes a ver si iba a estar en mal estado, que detalle el vuestro, supongo que por el mismo fin beato, le probabais las hostias a toda la parroquia, jajaja, lo que pasa es que yo creo que con que hubieseis probado una...a vosotros lo que os gustaba era mojar me parece a mi, jajaja.
En cuanto a los emolumentos que os tomabais de la cesta del cura, casi hay que dar gracias a Dios en este caso, de que no os pillasen las sumisas feligresas, sino hoy a lo mejor no estabas para contarlo,jejejeje, que menudas son cuando se ponen.
Me ha hecho mucha gracia lo de las campanas, tengo que decir que en el pueblo a mi me daba miedo subir al campanario a tocarlas, dado que las escaleras de acceso se encontraban en un estado penoso,jejejeje, lo siento roberto, mientras escribo esto estoy haciendo un esfuerzo horrible por imaginarte con la sotana de monaguillo y cara de angelito, lo siento, no puedo,jajajajajaja.
Un saludo Roberto, espero que te de un día por contar lo del gato y la catequesis, sublime,jajajaja.

lunes, 04 diciembre, 2006  

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