Los otros
Pasó la final de la Copa de Europa, ese gran acontecimiento futbolístico del año. Y lo hizo a los diez minutos de su comienzo. Pues no hubo atisbo de ingleses el resto del encuentro. Ganar este torneo en un año en el que no hay Mundial, ni Eurocopa, y en el que se ha hablado tan poco de la copa Cataluña da para llenar muchas portadas de muy variados periódicos, no me digan. Siendo el triunfo, entiendo y así lo comparto, un logro español: mal que a algunos les pese. En el palco, que es el segundo lugar a mirar en un partido de fútbol, pudieron verse rostros por todos conocidos: estaba, por ejemplo, don José Montilla: el hombre del Califato, sonriente, feliz, hay quien asegura que su catalán mejora día a día; el señor Joan Laporta, abogado, y presidente del club que anoche consiguió el triplete histórico, con su carita de chico bien, chico o sea, chico para todo; el Rey, don Juan Carlos I, que fue y cumplió, sabiendo, como sabemos, que es del Real Madrid desde los tiempos en que su abuelo, Alfonso XIII, otorgase la dignidad de Real al equipo blanco; y estaba, last but not least, el jefe del señor Jaime Lissavetzky, del que depende directamente el alumbramiento de los mejores deportistas en nuestro país, que la Diosa fortuna acompañe a nuestros equipos en las dispares competiciones y, cuya necesaria presencia, como la de los legendarios reyes en las batallas medievales, infunde temor y un profundo respeto en todos nuestros rivales: como saben, responde al nombre de José Luis Rodríguez Zapatero. Y por ahí andaba, igualmente, ese hombre que quería poner en las calles de Italia a tantos soldados como mujeres hermosas: aunque como tengo dicho, no estamos precisamente para señalar.
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