Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

09 junio 2009


Echando un vistazo a las diez imágenes del día en el diario 20 minutos, he encontrado esta maravilla que les cuelgo. Soy consciente, no les dé vergüenza reconocerlo, de que el primer lugar al que han dirigido sus miradas es a la señorita de blanco: una camarera que pasaba por allí, según nos informa el diario a pie de foto. Pero si se fijan un poco más, en la imagen, además, podrán observar que aparece algo aún más llamativo que la propia señorita, tan joven y fresca, tan risueña, como recién depilada. Me estoy refiriendo, cómo no, a las curiosas cabinas de teléfono que se gasta el restaurante de Taipei. A mí me daría cierto repelús, algo de miedo, meter en su interior la mano, no me digan. Y sería inevitable, uno ve tanta tele…, imaginarse qué ocurriría si dichas bocas cobrarán vida y, de repente, se cerrasen.

Pues algo similar puede pasar por sus cabezas si ven determinadas películas, tengan cuidado. El otro día, por ejemplo, comencé a ver, y no tuve valor para acabar, un film titulado Vagina dentada. Era una película calurosa: chicas guapas y algo pendonas; muchachos jóvenes, golfos, salidos como cabritos. No sé en que acabaría el asunto. Pero la trama discurría de un modo ciertamente previsible. Los jóvenes querían coyunda, afortunada expresión de la abuelita Blasa de José Mota, con las nenas. Y las nenas primero decían que no, que esas cosas sólo las hacen los papas y las mamas. Pero, en fin, ya he dicho que eran jóvenes, y ya saben ustedes lo débil que es la carne a ciertas edades. Total, que en pocos minutos se preparó en la peli una bacanal que ya la quisiera para sus subidos guateques don Silvio Berlusconi. Aunque había un problema pequeño, chiquitito, raquítico, casi minúsculo. Una de las señoritas, la más mona, tenía en el sitio donde muchos hombres guardan su estima, una abertura, llamémosla así, con dientes. Y dicha abertura se cerraba, fíjense ustedes qué casualidades, precisamente, cuando uno de los jovenzuelos acudía a la llamada de la naturaleza.

Resultado: el muchacho ya no podría volver a acudir a dicha llamada desde entonces.

Moraleja: “ningún hombre debe pretender coger una rosa sin clavarse una espina”, Chufo Llorens.