Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

08 junio 2009

En la noche de ayer, cualquier espectador de apellido veo, escucho y entiendo sólo lo que quiero, muy dado en el castizo pueblo español, podía haberse dado cuenta, por las largas caras de Alfredo Pérez Rubalcaba y María Teresa Fernández de la Vega, de cuáles iban a ser los resultados que iban a rev(b)elarse a continuación. Prácticamente cantados por la prensa decente en días anteriores. O eso pensaba yo, claro. Porque la joven Leire Pajín, que compareció poco después, habló de unos pronósticos que, con toda seguridad, sólo había leído ella, y que auguraban un empate o, como mucho, una derrota menos holgada que la que finalmente se produjo. A la vicepresidenta se le resquebrajaba la voz, mientras el ministro de Interior agachaba la cabeza y no permitía que viéramos en su rostro el reflejo de la decepción que en ese momento le embargaba. Aunque hubo más escenas delatoras de un estado de ánimo perspicuo donde los haya, desde luego. Por ejemplo, las imágenes de las sedes de los dos partidos grandes, que no grandes partidos como leí felizmente esta mañana en el blog de Juan Cruz. Llama la atención la naturalidad con la que el PSOE pone sus éxitos en boca de pregonero, en acertada y espléndida expresión de José María Carrascal, y, en cambio, sus fracasos se esfuman tras un velo tupido e impenetrable para el ciudadano. También es de destacar la reacción de los protagonistas y el uso que dan a su a veces tan molesto protagonismo. Ya no recuerdo quién dijo que la verdadera categoría de una persona se demostraba en los momentos difíciles, pues en aquellos en los que todo va bien, hasta el ser más ruin y zafio es una panoplia de virtudes, un ser de comportamiento intachable, un carismático ejemplo a seguir. Y así tenemos, una muestra, a Mariano Rajoy que, tras las últimas elecciones generales, fue el primero en llamar a Rodríguez Zapatero para felicitarlo. Prisa en felicitar que, según he escuchado en el telediario del mediodía, no se ha dado precisamente en el presidente. Aunque observarían también que a pesar de esos momentos tan dificultosos en que los nudos de las gargantas de los dirigentes socialistas se hacían insufribles, hubo quien fue fiel a sus principios, a su esencia, a su modo de ser que con tanto cariño recordaremos algunos así pasen los años. Su nombre: Leire Pajín, aquella que nunca defrauda. Muy fuerte tiene que ser la pedrada recibida para que esta mujer desista de su vocabulario: adquirido en el resto de las personas; sin duda innato, en su caso. Agradeció, sé que lo oyeron, a todos los ciudadanos y ciudadanas su participación en las elecciones. Paridad, aun fútil, hasta el final. Para algunos (y algunas) más vale morir de pie que omitir sus ideales, por disparatados, ridículos y absurdos que en ocasiones resulten. Una casta así tardaremos muchos años en volver a verla. Aunque bueno, no voy a pecar de optimista. La emoción me ha hecho casi olvidar que a éstos, aún no los hemos perdido de vista.