Es la impresión
Ocurrencias e improvisaciones. Se lee y se escucha últimamente que tenemos y sufrimos un gobierno que actúa a golpe de improvisaciones. El gran William Shakespeare dejó escrito que las improvisaciones salen mejor cuando se preparan. Requiriendo éstas, además, talento, clase y una pizca de elegancia. Y siendo necesaria una sobrada preparación sobre el campo en que luego se ejecutan. Esto me lleva a pensar que en ningún caso estamos ante improvisaciones. Ningún miembro de nuestro ejecutivo está para improvisar nada, precisamente. Pero sí parece, en cambio, que les sea más propicio el ámbito de las ocurrencias. Dando la impresión, no sé si ligera, de que de estas gastan todos los días. Y a todas las horas. Hundiendo en el desconsuelo más profundo, que no hagan ni siquiera un mínimo esfuerzo, aun impostado, por tratar de disimularlo.
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El narrador de Larra, a decir de Javier Cercas: “Como en cualquier ficción, como en todo el costumbrismo de Larra, en El castellano viejo la invención fundamental es el narrador; ese narrador es de Larra, pero no es Larra: es, como en cualquier ficción, una máscara que adopta Larra para decir lo que quiere decir; ese narrador es un narrador esencialmente autoirónico, un narrador que se ríe de sí mismo, que no se coloca por encima sino por debajo del lector, que (a diferencia de quienes se hacen siempre los listos porque son muy tontos) se hace siempre el tonto porque es muy listo, que nunca confunde la crítica con las malas pulgas, que siente alergia por el sermón y la reprimenda y que, como La Rochefoucauld, piensa que la seriedad es otra máscara, la máscara que se pone el cuerpo para ocultar la putrefacción del espíritu”.
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¿Buscando un espacio, una identidad, quizá, incluso una cultura propia…?
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