Nosce te ipsum
La naturaleza humana es ciertamente subjetiva, relativa y moldeable a conveniencia de cada cual. Nos erigimos en jueces parciales de conductas ajenas, sin mirar, siquiera de soslayo, al reflejo que nos devuelve el espejo cuando hemos sido nosotros quienes a él nos hemos asomado. De ese modo criticamos constructivamente, ese oxímoron, todo aquello que no se amolda o se asemeja a como nosotros habríamos obrado en una situación semejante o muy parecida. Y no nos detenemos ahí. Siendo sujeto de todas nuestras lisonjas o parabienes aquel que actúa, habla y, en definitiva, se comporta a como nosotros lo haríamos. Es decir, aquel que guarda un alto grado de compatibilidad con nosotros, aquel que tiene un carácter parejo al nuestro, es percibido por nuestra criba natural, por nuestro sistema vital de selección social de amistades, parejas y todos aquellos que forman parte de nuestro entorno más inmediato, como un ser más perfecto, más digno de consideración, incluso como un ser más gracioso. Siendo desde nuestro indiscutible punto de vista una persona con criterio propio e independiente que merece ser escuchada, y atendida, y a tener muy en cuenta a la hora de determinar el color de una decisión a tomar; ¿el resto? el resto no merece ser atendido, ni escuchado, ni observado. No suele caernos bien. No suele tener razón, ni gracia, ni suele ser alguien inteligente. Es, generalmente, alguien que está equivocado.
Inútil, por utópico, pedir, o soñar con conocernos a nosotros mismos. Los demás, claro, nos quedan mucho más cerca.
Inútil, por utópico, pedir, o soñar con conocernos a nosotros mismos. Los demás, claro, nos quedan mucho más cerca.
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