Disculpas, justificaciones, excusas
Nuestra vida es como una película de dudosa clasificación, e indefinida duración, formada por una serie de escenas y personajes que entran y salen siguiendo un orden aleatorio, involuntario y, en ocasiones, verdaderamente caótico. Estamos al albur de las circunstancias, y éstas, muchas veces, no tienen una base razonable que permita hacerlas frente desde los dictados de la lógica, la razón, y esa templanza en el ánimo que se produce al tratar cualquier asunto desde una distancia prudencial que otorgue la mejor perspectiva para una posterior y adecuada solución.
Desde este punto de vista, definir el acaecimiento de un suceso como producto eterno o volátil del azar, supone una exoneración total o parcial en el grado de responsabilidad de nuestra supuesta incidencia en cuanto nos rodea. Y al producirse ese alivio, esa descarga natural inherente al hombre por su condición de tal, el siguiente paso en el abrupto iter de nuestra existencia será desplazar a un soporte ajeno todo aquello que por ley, nacimiento o categoría ostentada nos correspondería sostener, mantener o sujetar a nosotros, sin esa ayuda tantas veces proporcionada por nuestro arraigado e insoslayable egoísmo.
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