Amenazas veladas, tiempo con el que ya no se cuenta, ausencia
Nacionalistas, independentistas, don José Montilla (pendiente de calificación). El president, y su jauría famélica: no conviene atar a los canes con longanizas (escribía el otro día el genial e irreductible José María Carrascal). El azuce del cordobés, pronosticando el tiempo: una elucubración planetaria. Y se entiende que Durán i Lleida, cuerdo entre renglones torcidos, asidero incandescente de esperanza y brillante a su pesar, está de acuerdo: patriota el último.
Televisión sin intermedios. Lo creíamos imposible, y por eso lo anhelábamos. A mí también me ocurría cuando era joven con algunas mujeres. Y ahora, aquella letanía del cuidado con lo que deseas porque lo puedes conseguir, se hace presente. A pesar de las advertencias de algunos ilustres cenizos: necesarias e impostergables evacuaciones fisiológicas; llamadas a la novia, al novio, a esa encantadora mujer con la forma y la voz de un Violonchelo que conociste el otro día, a ese charlatán que te engatuso anoche como una boba y aún no habías leído aquel adagio que afirmaba que el hombre que besa con los ojos abiertos aún no está verdaderamente enamorado; e incluso la actitud pecaminosa, por hedonista y española, ¡de avituallarse durante los anuncios! Vade retro, sin publicidad.
Bella, inteligente y elegante se desenvuelve entre planos, ciudades y bares. Famosa por su trato escogido y cruel con los muchachos, no escatima en miradas, mohines, poses de hechicera avezada y aviesa. Sus ojos lanzan destellos de experiencia en campos poco propicios para amantes bisoños, sus palabras aquietan ímpetus tenidos por indómitos y su actitud descoloca, enfría y a veces exaspera. Caprichosa por arte y parte de su inmisericorde naturaleza, sólo admite agasajos de fino artesano en temporada de cariño necesitado. Vestal arrogante, misteriosa y taciturna, menosprecia amores y favores que cree ganados como exvoto a su compañía. Y sin embargo…
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Televisión sin intermedios. Lo creíamos imposible, y por eso lo anhelábamos. A mí también me ocurría cuando era joven con algunas mujeres. Y ahora, aquella letanía del cuidado con lo que deseas porque lo puedes conseguir, se hace presente. A pesar de las advertencias de algunos ilustres cenizos: necesarias e impostergables evacuaciones fisiológicas; llamadas a la novia, al novio, a esa encantadora mujer con la forma y la voz de un Violonchelo que conociste el otro día, a ese charlatán que te engatuso anoche como una boba y aún no habías leído aquel adagio que afirmaba que el hombre que besa con los ojos abiertos aún no está verdaderamente enamorado; e incluso la actitud pecaminosa, por hedonista y española, ¡de avituallarse durante los anuncios! Vade retro, sin publicidad.
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Bella, inteligente y elegante se desenvuelve entre planos, ciudades y bares. Famosa por su trato escogido y cruel con los muchachos, no escatima en miradas, mohines, poses de hechicera avezada y aviesa. Sus ojos lanzan destellos de experiencia en campos poco propicios para amantes bisoños, sus palabras aquietan ímpetus tenidos por indómitos y su actitud descoloca, enfría y a veces exaspera. Caprichosa por arte y parte de su inmisericorde naturaleza, sólo admite agasajos de fino artesano en temporada de cariño necesitado. Vestal arrogante, misteriosa y taciturna, menosprecia amores y favores que cree ganados como exvoto a su compañía. Y sin embargo…
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