Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

04 marzo 2011

Aprendiendo

Ambas parejas estamos a falta de dos amarracos. Llevo la una con par malo. Es mano mi compañero, que en dicho lance solo acompaña a los pares, y tampoco demasiado. A mi derecha dan seña, también de treinta y una. Observo, tomo nota y, obviamente, callo. Corta el mismo muchacho que se descubre, sin que perciba movimientos faciales en su pareja. Comienza el juego. Paso a grande y a chica, como es menester. En cambio, y cantando pares mis dos contendientes, meto tres a los mismos, me vuelve el jugador del juego rico, rico, y me dejo engañar queriendo y perdiendo seis piedras con cierta cara de entusiasmo contenido. Es ese sembrar para recoger de toda la vida, ya saben. Por lo demás, se acerca el desenlace. La mano es el único que no lleva juego. Pasan a mi izquierda, haciendo yo lo propio. Y el postre, con total irreverencia por su parte al nombre del juego, va y mete todas. Le advierto su descaro, más a su presumible pesar, veo el órdago. Empero, y cuando ya iba a imitar ese ta-ta-ta-chan de Tamariz, no sin cierta guasa, a mi izquierda levantan cartas, y observo cariacontecido que también llevaba la una (con total desconocimiento por parte de su compañero, ojo; y, desde luego, con total desconocimiento mío, por supuesto). Menudo emparedado. Gana siempre la mano, claro. Y pierdo por listo y por confiado. Al menos, saco algo en claro: eviten poner al zorro a cuidar de las gallinas. Y, por Dios, identifiquen correctamente a los animales.