That is the question
Llama poderosamente la atención esa querencia de las personas por transmutar su aspecto externo de acuerdo a su natural espíritu. Ya no se trataría de pasar por lo que no se es, o por aquello que se desearía ser, sino de acomodar sin cortapisas nuestra apariencia a su auténtica identidad, que yace en profundo letargo durante todo un año, ávida y deseosa de despertar y salir refulgente a la superficie. Esta apoteosis de máscaras, llamativos ropajes y una cantidad ingente de maquillaje, no parece disgustar a ciudadanos de toda condición que se caracterizan generalmente por llevar una vida monótona, triste y cenicienta, y por presentarse en sociedad con un sólido tono adusto, respetable y poco dado a las confianzas. Es más, no sólo no se sienten incómodos en su efímero papel de comparsa, deuteragonistas de una vida que, en teoría, les pertenece absolutamente, sino que disfrutan con la propia representación de su yo más inmaduro, alocado e irreflexivo. ¿Pero es este yo real o sólo impostado? Inmersos en una compleja y larga evolución psíquica y física, si por algo se distingue y se define el ser humano de hogaño es por haber atemperado sus instintos primarios y haberlos acomodado a las normas y usos sociales globalmente reconocidos. Pero he aquí que a la menor oportunidad de cambio, cuando tenemos una disculpa para dar rienda suelta al jolgorio y al excesivo desenfreno, nuestra primitiva conducta aflora vicios y virtudes no por igual, sino con preocupante ventaja de los primeros. Nos convertimos en un ser hedonista, sin deberes y obligaciones, cuyo principal y primordial objetivo consiste en lograr el mayor gozo. Un placer individual, egoísta, y del que es único beneficiario el sujeto que lo disfruta. Desechando todas esas rancias teorías del hombre como sujeto colectivo, animal social, y ser empático o meramente comunicativo. El rebaño nos adocena, pero no nos confunde. Simplemente nos cobija bajo su manto protector del anonimato no para hacernos iguales en nuestras similitudes, sino para identificarnos con todas nuestras diferencias. Una masa formada de particulares conductas anodinas que filtran la inalienable extravagancia del ser ejemplar, puro y exquisito. Rara avis, en nuestro superficial, artificial y peculiar oasis.
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