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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

06 junio 2007

Antología cutre del cortejo.

Parece ser, que con el sol y el calor, le vienen a uno ganas de estudiar ciencias naturales de esta naturaleza nuestra. Realmente, en esta época del año, todo es más natural, espontáneo y sugerente. Todo tiene un color especial, todo es ribera del Guadalquivir. La gente, en lo personal, principia a ponerse del lado de la naturaleza como ella lo está del lado nuestro, aun sin que nos demos cuenta, pero eso al final, poco importa, o nada, que aún es menos.

Haciendo un esfuerzo memorístico no considerado como tal, uno recuerda esas colecciones de animales exóticos, salvajes y de cultura propia, plasmados en cromo blando, con cierta nostalgia. En cada época se ha hecho colección de todo lo clasificable, sistematizable o, simplemente, encajable en ese cajón de remendador de rotos y descosidos. Se han coleccionado desde mariquitas con patronímico castizo, hasta sellos oficiales de personajes no oficiosos. Actualmente, las criaturas ya no coleccionan nada, ya no se lleva, ya no mola, o sea, no es fetén. A la situación ha contribuido la prescindibilidad del Fosquito y el Bollicao.

De esta forma un tanto sinuosa, vamos a ir enfocando el post. Comenzábamos hablando de las ciencias de la naturaleza, de las que he tenido mayor toma de contacto a través de cromo o documental de cadena segundona, que de libros del asunto propiamente dicho y, es a través de estas estampas de animales, como uno se hace tal o cual.

Yendo por delante que uno no tiene ni la más remota idea de animales, dado que la observación de la naturaleza y el aprendizaje a través de ella, nos acerca a los mismos, tomemos nota. Fueron los filósofos griegos los que definieron al hombre como animal racional, es decir, actuamos como ellos, pero usando nuestro componente neuronal -mejor o peor aprovechado según los casos-. Dicho lo cual, para tomar un atajo a la entrada que ya se me alarga, hablemos un poco del cortejo.

Creo recordar que, es el gorila con su vello pecho bello, el que corteja a su futura con fuertes y resonantes golpes en el pecho -con sus también vellas manos-. La gorila, al ver como su pretendiente hace el mono, una de dos. Se puede quedar prendida del robusto macho que la poseerá fogosamente a la sombra de un banano, unión de la que saldrán gorilitas mamporreros por el axioma del palo y la astilla o, puede ignorarle y buscarse otro grandullón mas fashion, verbigracia, que se haya dejado las patillas alargadas y tome pastillas para el hálito de coco revenido. Los canarios –no me refiero a los votantes de López Aguilar-, deleitan a sus queridas con sus melifluos trinos, de los que se quedarán prendadas si no desafinan en demasía y, sin tardanza, intercambiarán caricias y demás carantoñas con sus picos. Cierta raza de animales –no me voy a mojar- sé que marcan el terreno de su hembra con orín de cosecha propia, cuanto menos reconocerme que es original ¿o no? y, ésta, queda encandilada por el suave y agradable aroma que la encalabrina.

Ahora vamos con la parte que nos toca por derecho natural. El ser humano. Gran palabra, ¿verdad? ¿Estamos a la altura? Es evidente que aquí, la observación de la naturaleza en cuanto al cortejo no vale o, no debería, pero en cuanto a las reacciones del receptor/ora eso es otro cantar. Como uno de estas cosas sabe más bien poco y, observa aún menos, pues contaré una anécdota de la cosecha que, por cierto, ni es buena, ni es abundante.

Una de las chicas que más me han gustado –cuyo nombre evidentemente no pienso desvelar aquí, aunque todo es negociable- me gustan y, me gustarán, tuvo el honor de asistir a mi cortejo más selecto.

Uno, cuando ve una mujer joven, guapa, que se gusta así misma y, lo disimula, no tiene más remedio que volver la vista –como poco- y quedarse con la cara de lo que acaba de ver. Cuando además de todo esto, es una chica lista, estudiada y, por estudiar, ejem, además de mirar se puede silbar, pero no se debe. Es aquí cuando a uno le sale el cazador que lleva dentro. Se despierta nuestro sentido más natural, original, ancestral, vital…más primigenio. Decía Pascal, que el corazón tiene razones que la razón no entiende, pero el sabio no aludió a otras partes de nuestro cuerpo de “mente más abierta”. Cuando uno se pone a pensar en cómo conquistar a semejante belleza -que quizá ese sea el problema, pensar-, pues vienen una serie de ideas “brillantes” que en frío resultarían un tanto ridículas. A pesar de las típicas películas con topicazos romanticones, nada de lo en ellas acaecido funciona en la realidad, empíricamente comprobado. Os narraré sucintamente mi particular cortejo.

Conseguí su teléfono –mal, mejor pedírselo a ella directamente-, quedé con ella a la luz del día –mal igualmente, se queda con ella por la noche en tal sitio o te encuentras con ella casualmente, en virtud de otro axioma, de noche todos los gatos son pardos-, la invité a tomar un café –también mal, se la invita a tomar algo, lo que sea, pero por Dios, no concretéis que la cagáis-, la llevé –mal, que sea ella la que os lleve, también donde sea, pero que sea ella- a una cafetería, digamos que con ambiente madurito tirando a pasado –la cosa cada vez pintaba peor, pero a esas horas ¿dónde la llevo?, eran las doce del mediodía, estaban durmiendo hasta los patos del parque, por lo menos nos pusieron unas pastas con el café-. Como uno es un caballero –o lo trata de aparentar lo mejor que puede- la señalé la mesa donde nos sentaríamos –uy, uy, uy-, ella accedió ya un poco mosca, la desplacé hacia atrás la silla donde se sentaría para indicarle que se sentara allí –aquí la señorita ya se estaba poniendo de mala hostia-. Supongo que pensaría algo así como “¿y éste de dónde ha salido?”, mirar que si la llego a apartar la silla…, como uno quiere todavía ser más caballero –si, si, todavía más- cuando se sentó la quité la chaqueta para ponérsela en el perchero, a lo que me espetó de muy mala leche “¡¡dónde vas con mi chaqueta!!”. En fin, que tanto la quise impresionar con mi sedicente caballerosidad, que casi me agrede. Os daría el más que típico tópico consejo de ser vosotros mismos, pero creerme, eso es mucho, mucho peor…ya os contaré. Por cierto, tampoco pienso desvelar como continuó la cita, uno tiene una reputación.

Un saludo a tod@s, ah, y una cosa más, esto que no salga de aquí.