En la noche de Genarín, poco antes de probar plaza, ciudad y muchachas autóctonas, Julián nos llevó a La Lola como quien lleva a sus chicos a tomar algo de vida. La Lola, que en su día dio nombre a un tema de Café Quijano, es el pub del padre de dichos artistas. El refranero, sabio por vetusto como el diablo, hace referencia a los palos y a las astillas; y como es natural: a padre artista, pollos artistas. El sitio es chulo, coqueto, tiene gusto. Dos pisos; y sillas, mesas y barra de madera. Cosa que agrada a vista, a moza e incluso a pituitaria. Goza de terraza para banqueros y gente que se ha quedado sin banco, que haberlos haylos. Y en él se escucha música por la que fama grande ha cobrado. Entrar en La Lola, y siempre teniendo en cuenta el selecto ambiente leonés, es como entrar en otro mundo: no mejor o más grande, ni peor o más chiquito, sino simplemente diferente. Y ya saben ustedes, y si no se lo digo, que la diferencia en las personas, los sitios y las sensaciones es la verdadera chispa de la vida, siempre trufada de imágenes repetidas, gastadas, tan desabridas. Fue poner pie y resto de persona en su interior suficiente para darse cuenta de que en la noche viven deneís más jóvenes, más vistosos, artículos que sólo ofrece la propia naturaleza. Una mujer, cuyas nietas con toda seguridad podrían ser mis hermanas mayores, quedose mirando la cuadrilla de pavos recién paridos que le brindaba sino la fortuna, escueta en los tiempos que vienen, tal vez tan solo la noche. Mirada helada, que a veces helaba; a su cigarro daba una calada, mientras de su pequeño bolso un pintalabios sacaba. Mujer que en su tiempo podría haber ocupado la portada de algún vinilo, su vida la había abandonado allá donde yacían silentes todos sus recuerdos. Pero los tiempos cambian: pitillo de Sarita Montiel que a tantos tantas veces encendió, se ha trocado, ardid de pobre truhán, en pólvora mojada, sable mellado o pistola de fogueo. Es la vida un cúmulo de lo que sea, un gran baúl que allá cada cual así lo llena. De repente, en un fondo de suspiros profundos y apagadas risillas pizpiretas, el viejo Quijano coge, agarra, ase e incluso aprehende su guitarra, compañera inseparable de largos y bien aprovechados caminos. Se hace silencio, espera que no desespera, y llega suave pero firme el rasgar de su guitarra, introito de noches largas, proemio de vidas todavía no contadas. Y la velada se hace oscura y abrigada al compás, ritmo y sentimiento del bolero, que es poesía cantada. Haciendo tal circunstancia recordar un tiempo, un sabor, para el que tal vez algún día la memoria no halle ni siquiera palabras.
Jam Session
Política, literatura, sociedad, música
Datos personales
- Nombre: Javi
- Lugar: León, Spain
En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...
2 Comments:
Plas plas plas....
Jajajaja...
Nos vemos, Juli
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