Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

10 julio 2009

Miércoles, 17 de Junio. Ya instalado en la natural frescura del pueblo. El BOE del día anterior, y la inexorable acumulación sin precedentes de tres pruebas en apenas dos meses, hacen que tome la determinación casi vital de olvidarme prácticamente del mundo. Y marcharme allí donde la soledad, la paz y el silencio, son la mejor y más comprensiva compañía que podría tener en ese momento.

Después de comer salgo a contemplar mi queridísima hamaca como quien contempla bellas e inolvidables puestas de sol. La hamaca destila hedonismo, que es conformismo de naturalezas concupiscentes, vidas, dicen, no del todo bien aprovechadas.

La noche trae Los hombres de Paco. Últimamente, la serie tiene un fácil resumen: Coronita, Lizarrán, la marca de una tienda de complementos de cuyo nombre ni puedo ni quiero acordarme, cupones para el sorteo de la cruz roja…


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Jueves, 18 de Junio. Los pueblos son lugares taumatúrgicos, tocados por la barita mágica de la naturaleza. No sorprende que bosques, campesinos y la madre tierra fueran cuna y hospicio de herejías, religión de quien a su alrededor tan sólo veía la vida.

Es duro despertar con el sonido suave, melifluo y cantarín de los pájaros, apenas amanece, y saber que el destino del día solo ofrece la artificial claridad de un flexo, y la esperada, farragosa y en ocasiones decadente prosa legal.

Pasado el ecuador de Junio, ya debería escucharse en el pueblo el alegre jolgorio de la socarrona chavalería de la Ribera leonesa. Nada más lejos de la realidad, en cambio. Por las tardes, solo trae inquietud al pueblo un camión que vende, según su conductor, ricos y frescos pescados. El claxon de dicho vehículo es extraordinariamente ruidoso. Y el conductor-vendedor, trae consigo un curioso y atractivo método de venta ambulante consistente en tener por jeta más tramo que el utilizado en la espalda.



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Viernes, 19 de Junio. Ha venido mi padre a regar su querido jardín y a traerme más provisiones alimenticias. Al parecer hay cierto miedo en la familia a que de hambre muera, y me ceban, como si sin comida del día de allí me fuera. Todo fresco, como corresponde en estilo y piedad a la deglución veraniega.

Se quejan en el pueblo de que hay calor. De un modo tan curioso y paradójico a como lo hacen en invierno de que hace frío. Estas conversaciones, me dicen y me lo creo, han acompañado durante siglos rurales tardes de asueto. Y hubo hasta quien llegó a ser experto, nada más o nada menos que sólo mirando al cielo.



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Sábado, 20 de Junio. Por la tarde tengo ensayo con el grupo. Apenado, ya había comunicado al mismo que habría que anular la fecha del siguiente fin de semana. Desacostumbrado lujo, por lo caras que en estos tiempos de crisis salen las mismas. En un principio, sólo tenía examen el Domingo 28; y me planteé seriamente la posibilidad de empalmar, como dicen mis siempre festivos amigos, la actuación con el examen. Paliza de carretera a Madrid, mediante. Pero el nacimiento de otra prueba el día anterior, hacía la valentía, que rima con tontería, totalmente inviable.

El ensayo bien. En ocasiones, pensaba que para la causa habíamos fichado a Carlos Baute.



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Domingo, 21 de Junio. Debería estar estudiando como en su día dije. Pero tenía cierta curiosidad por ver la nueva versión del famoso monito. Aún recuerdo, pero de un modo muy vago, ciertas imágenes, que acuden a mí cual muchachas salidas como pitorros de botijos, de la anterior versión en blanco y negro. Parece que estoy viendo a la señorita Jessica Lange poner esos pucheritos tan monos que le salían, y su carita de fingida angustia entre las grandes manazas de King Kong. En la nueva versión, como saben, y alguno de ustedes seguro que disfruta, la muñequita elegida es Naomi Watts. Pero qué encanto, oigan. Daba gusto ver como el gorilita jugaba con semejante hembra, verdadera obra arte. Unas curvas adoradamente pronunciadas, carita de mujer estoy que te cagas de buena y aún (sí, parece mentira) no me he dado del todo cuenta, boquita sedienta de vida libertina, gozos prohibidos y asidua usuaria de esos productos que en su día anunciaba don Lorenzo Lamas que, como saben, es el galán de las camas.



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Lunes, 22 de Junio. He vuelto a León. Y sigo estudiando como los cosacos luchaban. El cambio de aires se agradece, se deja querer, como esa mujer que con aire indiferente disimula el ardor que siente cuando se acerca el hombre que verdaderamente ama.

La dieta seguida en el pueblo, de continuar un par de meses, podría haberme producido un efecto hinchamiento desmesurado, inconmensurable, casi grande. Menos mal que uno echa de menos la mano materna en la cocina; y al igual que el buen gallego tiene morriña cuando se aleja de su tierra, a mi me embarga cierta melancolía cuando no degusto los guisos y asados de mi docta madre durante un tiempo determinado.



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Martes, 23 de Junio. Hoy es la noche de San Juan. Noche bruja, golfa, de cierto despiporre. Hasta la fecha no me la había perdido en mi vida. Durante toda la tarde, mientras trataba, quizá inútilmente, de memorizar plazos y plazos, pensaba en mis amigos y en como con toda seguridad estarían esperando en ese momento en la cola de algún supermercado para pagar el botellón del que sin duda darían cuenta en sólo unas horas.

A las 23:30 oí los fuegos artificiales. Por pura morriña a la que antes me refería ni siquiera salí a verlos. Al día siguiente, me arrepentí incluso de no haber salido a dar una vuelta. Pero qué quieren, con independencia del resultado, mi conciencia no me lo habría permitido.



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Miércoles, 24 de Junio. Día de San Juan, me han dicho. Paso la tarde tirándome de los moños que no tengo. El agobio por el inevitable acercamiento del fin de semana es tremendo, asfixiante, insufrible. Me cuesta estudiar, subrayar, incluso leer.

Conozco retazos filosóficos de gente profundamente sabia que resumirían mi situación mucho mejor que yo: “necesito respirar/ descubrir el aire fresco/ y decir cada mañana/ que soy libre como el viento”. Ea.

Tóquense. Si quieren.



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Jueves, 25 de Junio. Preparativos para el viaje. Lo haré con mi hermano. Como el niño no quiere que le rallen el coche en la capi, después del primer examen, nos bajaremos hasta Collado Villalba.

Telefoneo mutuo entre los compañeros de opo para desearnos mucha mierda, como se dice ahora.

Es curioso. Los nervios atacan incluso a gente de ordinario tranquila. Se lo digo yo. Hombre que lleva por nombre sosiego y paciencia (es compuesto). Y que llegados tales momentos no sé de qué echar mano para calmarme. Mi madre, cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, tenía un remedio verdaderamente infalible para estos casos, pero la fastidiaron desde el momento en que modificaron el artículo 154 de nuestro querido Código Civil. Les transcribo parte del antiguo tenor literal del mencionado artículo: “los padres podrán en el ejercicio de su potestad recabar el auxilio de la autoridad. Podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos”. Como todo el mundo sabe, esa corrección leve y moderada, la coloquialmente llamada torta balsámica, se ha ido a tomar por el ano. Adiós, a mi necesario remedio.

Pasen, como siempre, un buen fin de semana. Gracias por leerme. Me sigo estudiando.