Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

12 junio 2009

Viernes, 5 de Junio. La tarde pasa sin nada especial que reseñar. Cierta angustia. El horóscopo me había asegurado (¡a mí sólo!) que éste sería el mejor día de la semana. No se puede uno fiar de los horóscopos. Arcadi Espada considera que deberían incluirse en la sección de humor de los periódicos. Pero qué sabrá Arcadi de horóscopos.

Cena ligera, suave, inapreciable. Hay que guardar la línea, tipo de anuncio. Llega el verano, y ya saben ustedes lo exigentes que son hoy día las mujeres.

A punto de finiquitar el día. Esto se acaba. No. Aún no. Suena el teléfono; lo cojo. Es día de guardar, me dicen los amigos. Sonrío. Y lo guardo con ellos. Minutos después otra llamada: me confirman que al día siguiente toco. No está mal.


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Sábado, 6 de Junio. La noche anterior ha ido bien. Salí a mirar mundo medio dormido, pero me desperecé al escuchar a Rafaela, Rafaela Carrá. Habrá a quien esta mujer no le diga nada. Pero yo es escuchar los primeros acordes de sus canciones, y me pongo como una moto: más calentito, cuanto más acelero. Y me tienen que sujetar, vamos.

Además, en el último pub que honramos con nuestra presencia con la idea fija de que necesariamente han de venir semanas y mujeres mejores, ocurrió un hecho muy curioso, casi insólito por estas tierras. Entramos y avizoramos ansiosos el ganado en edad de merecer (de merecer artículo, como dice doña Carmen Rigalt, refiriéndose a lo melosos que se ponen sus amigos columnistas cuando la mujer, esa bella florecilla de jardines prohibidos, nos torra cual castaña pilonga). Estuvimos con una señorita de Orense, a punto de licenciarse en veterinaria, que estaba realmente buena. Juro por los slips de Cristiano Ronaldo que dicha muchacha fue el primer lugar donde puse los ojos. Y recuerdo que comenté con aire científico a mis amigos que hay que ver cómo se ponen los veranos. Se llamaba Daniela. No recuerdo con nitidez su cara, pero apostaría algo muy barato a que podría encontrar esos vaqueros azul claro, bellamente ceñidos, valiéndome tan solo de mis manos.

El día se pasa entre cama y ensayo, que no es poco. Por la noche tocaremos en un hotel para un equipo de fútbol local y apuramos hasta el último minuto de la tarde tratando de montar, con ese inusitado empeño que ponen los músicos, los más calurosos temas de la temporada. Pero al final, como dicen de un modo tan romántico en el fútbol: no pudo ser.


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Domingo, 7 de Junio. El baile muy bien. A pesar de que a comienzo de temporada siempre se nota cierto óxido en el espíritu, asiduo impulso de la vida. En él estaban dos amigas mías que no sabían que era músico. Una de ellas novia de alguno de esos futbolistas que al finalizar la noche pienso que no estarían precisamente para dar pie con bola. Nos despedimos con un tema de Escape. Hay que ver. Pasan los años y a la gente le sigue yendo la marcha y la letra de estos muchachos rebeldes.

Día de votaciones. Y al igual que Félix Madero, yo también decido hacer caso a Ignacio Camacho. Acudo al respectivo colegio con mi hermano, para quien son sus primeras votaciones. Depositado el voto le pregunto que qué se siente. No me vaciles, me dice el crío.

En El País viene un artículo que considero exquisito: “Leo con el apetito de una muchacha que piensa que va a encontrar al Príncipe Encantador en los libros", principia el mismo. Que alguien me diga como dejar de leer a partir de ahí, por favor.


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Lunes, 8 de Junio. Me encanta la lluvia, el sonido de la tormenta. Estar en casa con ropa cómoda, despreocupado y acompañado de una buena lectura. Levantar los ojos y ver cómo el cristal de la ventana recibe gozoso los suaves latigazos del cielo.


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Martes, 9 de Junio. Leo con alegría y retraso el post del día anterior de Javier Caraballo, un clásico en mis lecturas matinales. Y me encuentro con que cita al eximio, egregio, excelso e incluso insigne don Fernando Lázaro Carreter, definiendo magistralmente el vilipendio: “la palabrota expelida por el malhablado cuando se le disparan los humores, como el pequeño burujo impulsado por el proyectil, el regüeldo, pues no poco de eructo tiene el ajo oral”. Afirmación apodíctica, inconcusa, impepinable. Lástima que a mí no se me ocurran estas cosas en directo.


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Miércoles, 10 de Junio. Todo el día, o casi, esperando por Paco & Cía. Mariano ha mejorado su italiano. A Paco le ha crecido la barba, y todo el mundo sabe que esas cosas dan mucha personalidad a los hombres. A Zapatero aún no le ha crecido. La barba, digo. La maciza sigue estando buena, explotando ese aire inocentón e ingenuo que en la realidad nunca tendría. Según parece Aitor, el sustituto de Hugo Silva, va a enseñar un cacho de culo en los próximos capítulos. En un sinvivir tienen a algunas. Don Lorenzo ya no hace uso léxico de sus cojones, de sus santísimos cojones. Y el enamoramiento de Curtis, para muchos ha supuesto la caída de un mito.

Vi un rato, pero muy, muy chiquitito 59”. Me gusta la presentadora. Me parece un mujerón: guapa, inteligente, culta, con una mirada que dice todo lo que calla y viste con tanto gusto…

Soraya Sáenz de Santa María ya no es Sorayita: ese hipocorístico aparentemente inocuo pero verdaderamente inicuo de ZP. Con su hablar melifluo y pausado iba contestando pormenorizadamente a las preguntas con un frío calculador en el que casi con toda seguridad algún votante de derechas de toda la vida tendrá puesta toda su Esperanza.


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Jueves, 11 de Junio. Se acerca el fin de semana y noto cierta inquietud en la actitud normalmente reposada de mis amigos. Me llaman para que baje al lugar acostumbrado y les dé unas clases magistrales de mus, aunque ellos nunca lo reconocerían. Pero al final tienen ganas de charleta y yo alego, desconsolado, que me esperan mis queridas leyes sobre la mesa. Abandono, cariacontecido, mi dilecto y particular barco de Chanquete.


Pasen un buen fin de semana. Gracias por leerme.