Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

17 febrero 2009

Viernes, 30 de enero. Los viernes son días que tienen un sabor especial, como de fin de semana. Hay quien empieza la semana pensando sólo en este sabor. Y la culmina, llegando a la conclusión de que el sentido del gusto se viste de Prada como el diablo y otros cuantos cuando la semana acaba.

Por la tarde han entregado el coche a mi hermano. Aprobó el carné el lunes por la mañana, y por la tarde, antes de que el sol se pusiese, ya habían visitado él y mi padre el concesionario. Es muy guapo. Blanco, como el caballo de Sanyagüe. El solo hecho de tener 18 años ya es motivo suficiente para hacer de la vida un acto de vanidad. Ser guapo, también. Aunque esta última causa, en ocasiones, se alarga, cual sombra de ciprés, mucho más allá de esa edad en que la sociedad realiza continuas genuflexiones a un DNI.

Mientras parte de mi familia, como si se tratase de algún tipo de acontecimiento, iba a tomar posesión del vehículo en cuestión, yo he estado tomando un café en una pequeña y acogedora cafetería del Barrio Húmedo de León con mi amigo José Vicente. Además de amigo, fue compañero de ilusiones y desilusiones en la facultad. Está preparando la tesis doctoral y engulle libros técnicos, Sentencias del Supremo y el Constitucional y excelente literatura con la misma delectación con que muchos de los mozos más fornidos y vistosos de mi pueblo dan cuenta del embutido autóctono. Siempre ha sido un verdadero placer conversar con él prácticamente de cualquier cosa. Pero desde que le entró el virus de la literatura, para el que no hay cura conocida (afortunadamente), en mi vida se ha hecho prácticamente imprescindible robarle unas horas de mi tiempo a la semana para intercambiar con él reflexiones sobre política, educación, libros y por supuesto mujeres: su halo físico y psíquico, éste último, en extraordinaria coincidencia, cada vez más abstruso e incognoscible para ambos.


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Sábado, 31 de Enero. Se ha pasado, prácticamente, el mes de la cuesta más famosa del año a una velocidad verdaderamente increíble. Mañana principiará el mes en cuyo final la gente se viste de Carnaval, o tal vez sólo de sí mismos.

Por la tarde he estado dando un paseo. He tomado la saludable costumbre de dar una vuelta de aproximadamente una hora todos los días después de comer. Me despeja para el posterior estudio; veo paisaje natural y carnal bastante más estimulante que los muchos preceptos legales que trato de aprehender en mi cerebrito a diario; y aunque parezca mentira tiene efectos beneficiosos en lo que en la jerga médica probablemente nunca llamarían el culete. En cualquier caso he de decir que gozo de unas posaderas frescas, lozanas y redondeadas, bien vistosas aunque no visibles no necesitadas del acicate físico para que brillen en todo su esplendor.

Por la noche, claro, fiesta.



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Domingo, 1 de Febrero. He llegado de fiesta, timba, farra y despiporre a las 7: 30 de la mañana. Que es aproximadamente la hora de llegada siempre que me da por averiguar cómo anda el mundo nocturno. Me he metido en la cama raudo, aterido, y sexualmente insatisfecho. A las 10: 30 me he levantado. Nevaba. Y fui, con esa cara de ser joven y padecerlo, en busca del ABC, que ahora premia al buen lector de buenos periódicos con una película hebdomadaria, como supongo sepan y aprovechen. Hoy tocaba Cyrano de Bergerac. La vi cuando aún era un muchacho desgreñado y desenfadado que merendaba Nocilla en aquellas tardes de verano que duraban veinte horas y en las que también se desaprovechaba a veinte muchachas casi a diario. Tras volverla a ver, sin esos prejuicios que educan infantes al descubrir que la vida hiede a seriedad, he de decir, en confianza, que me ha encantado. No sólo es una película, sino pura literatura. Desgraciadamente no hay muchas producciones cinematográficas, con las abundantes y magníficas posibilidades que ofrece la gran pantalla, en que se confundan ambos géneros artísticos. En Cyrano, pienso, digo y escribo, se confunden, complementan y enriquecen mutuamente. Es la materialización de esa vieja batalla que se libra desde los tiempos adonde nunca ha llegado la memoria entre el poderío físico y la holgura intelectual. Y que sólo vence la mejor cuando la edad ha dotado a la mentalidad de las personas de esa adecuada madurez para ver el mundo si no tal y como es, al menos de un modo ciertamente más aproximado.



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Lunes, 2 de Febrero. Empieza la semana con ese agradable aroma a café recién hecho que me hace recordar una afirmación que asegura que para afrontar adecuadamente la vida en muchas ocasiones sólo es necesario haber tomado un buen desayuno.

Pero sí, hay veces que es una lástima que el día no acabe con el desayuno.



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Martes, 3 de Febrero. He comprado la segunda parte de El ocho, de la señora Katherine Neville. En el Corte Inglés. Me ha atendido una señorita pelirroja, con los ojos negros y profundos como los encantadores hoyuelos que se le dibujaban en la cara al sonreír mientras charlaba con su compañera, también muy buena. Es un libro, cambiando de tema, que he adquirido por puro esnobismo, más que por verdadero interés. Pues de algo hay que hablar los Sábados a las seis de la mañana, como ustedes comprenderán. Por lo demás, aunque la autora afirme rotunda, que rima con jocunda, que sus libros siempre buscan, y la gente extraordinariamente encuentra, “algo más”, es prosa más bien, más bien, tirando a sencillita. De párrafos mucho más cortos que los del señor Saramago, faltaría. Y de una gran superficial profundidad que entiendo se trate de ese tesoro que encuentran sus numerosos lectores entre sus páginas.



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Miércoles, 4 de Febrero. Los miércoles son días verdaderamente especiales. Dan Los hombres de Paco, que es uno de los pocos placeres que se disfrutan cuando uno se hace adulto. Ya no están, o al menos ya no se ven, Lucas (el macizo), Lola (la mujer de Paco) y el poli pelirrojo de un pelirrojo más claro y más inglés que el de la señorita que me atendió ayer. Ahora bien, se ha de afirmar rotundamente que se trata de auténticos profesionales. En lo que va de temporada, por ejemplo, ya se han llevado a una cabra a un operativo de alto riesgo y se han cargado a un perro policía especialista en husmear explosivos cambiándolo por un asilvestrado jabalí de bellota. Más no cabe. O no debería.



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Jueves, 5 de Febrero. Al igual que los lunes, tengo preparador. Esta circunstancia hace a ambos días particularmente cortos. Particularmente insulsos.

El estudio tiene ventajas extraordinarias, aunque a veces éstas no sean del todo visibles. Existe la diabólica creencia en la gente sedicentemente sabia y superferolítica de que estudiando uno se puede volver loco. O incluso tonto. Pero hombre, hombre. A mí, personalmente, siempre me ha llamado poderosamente la atención esa extraordinaria capacidad de síntesis y clarividencia ante problemas variados y abstrusos que exhibe sin atisbo de vergüenza el personal allí por donde va. Se trata de ese tipo de cosas que crean confusión en el ambiente y de las que se suelen beneficiar precisamente los más hábiles: aunque sea una lástima que habilidad e inteligencia no siempre tengan cabida en un mismo ser corpóreo.



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Viernes, 6 de Febrero. Relatividad. Esperando el Sábado. Como un chiquillo. Quien espera desespera. Y no digo a las mujeres. Mejor sentado, claro. En una ocasión el señor Albert Einstein afirmó que la relatividad se podía explicar de la siguiente manera: cuando un hombre tiene la suerte de quedar con una mujer hermosa durante una hora, probablemente, al finalizar la cita habrá tenido la sensación de que sólo han transcurrido 5 minutos; del mismo modo, cuando ese hombre se siente durante sólo cinco minutos sobre un radiador es probable que tenga la sensación de haberse tostado el culo durante toda una hora. Pero así es la vida.



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Sábado, 7 de Febrero. Ya llegó el esperado día. Día de guardar, de conocer mujeres, muchas y muy malas aunque estén muy buenas.

Paso la tarde leyendo, que es una preparación excelente para afrontar la mayúscula diversidad de caracteres que trataré de conocer en una oscuridad en que las gatas pardas monas se quedan.

Siempre es motivo de gran alegría que la buena literatura tome como objeto referentes exóticos.



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Domingo, 8 de Febrero. Las mujeres son seres muy complejos. Cuanto más crees conocer a una no sabes lo lejos que te encuentras de donde crees haber llegado. El escritor Oscar Wilde, en su día, afirmó que “si de verdad se quiere conocer a una mujer no hay que escucharla, sino mirarla”. Pobre Wilde. No duraría un solo asalto con una de estas mujeres felinas de hoy día. Por eso, a mí, siempre me ha tirado más Charles, Charles Baudelaire: “he buscado en el amor un sueño olvidadizo, / pero el amor no es más que un lecho de alfileres / hecho para dar de beber a esa pobres muchachas”.

Hoy, con el ABC, viene El piano. Magnífica película y magnífica banda sonora. Cuando se estrenó el film compré el libro de partituras para piano de su BSO. Me encanta interpretar a Nyman. Estuvo en un concierto aquí en León. No gustó el innovador uso percusionista que desplegó con su piano. Aunque por supuesto, nadie, ¡sólo faltaría!, se atrevió a silbarle.



Pasen buena semana.

10 febrero 2009

Los cubanos

"Desde una roca en el puerto, el profeta contemplaba la blanca vela de la nave que a su tierra había de llevarlo. Una mezcla de tristeza y alegría inundaba su alma. Por nueve años sus sabias y amorosas palabras se habían derramado sobre la población. Su amor lo ataba a esa gente. Pero el deber lo llamaba a su patria. Había llegado la hora de partir. Atenuábase la melancolía pensando que sus perdurables consejos llenarían el vacío de su ausencia.
Entonces un político de Elmira se le acercó y le dijo:
-Maestro, háblanos de los cubanos.
El profeta recogió en un puño su alba túnica y dijo:
-Los cubanos están entre vosotros, pero no son de vosotros. No intentéis conocerlos porque su alma vive en el mundo impenetrable del dualismo. Los cubanos beben de una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen con su música. Los cubanos toman en serio los chistes y hacen de todo lo serio un chiste. Y ellos mismos no se conocen.
Nunca subestiméis a los cubanos. El brazo derecho de San Pedro es cubano, y el mejor consejero del diablo es cubano. Pero los cubanos santifican entre lo heréticos y heretizan entre los santos. Su espíritu es universal e irreverente. Los cubanos creen simultáneamente en el Dios de los católicos, en Changó, en la charada y en los horóscopos. Tratan a los dioses de tú y se burlan de los ritos religiosos. Dicen que no creen en nadie y creen en todo. Y ni renuncian a sus ilusiones, ni aprenden de las desilusiones.
No discutáis con ellos jamás. Los cubanos nacen con sabiduría inmanente. No necesitan leer, todo lo saben. No necesitan viajar, todo lo han visto. Los cubanos son el pueblo elegido…de ellos mismos. Y se pasean entre los demás pueblos como el espíritu se pasea sobre las aguas.
Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en grupo por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del genio, y los genios no se llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil, unirlos imposible. Un cubano es capaz de lograr todo en este mundo menos el aplauso de otros cubanos.
No les habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y mesura, y los cubanos son hiperbólicos y desmesurados. Si os invitan a un restaurante, os invitan a comer no al mejor restaurante del pueblo, sino “al mejor restaurante del mundo”. Cuando discuten, no dicen “no estoy de acuerdo con usted”, dicen “usted está completa y totalmente equivocado”.
Tienen una tendencia antropofágica. “Se la comió” es una expresión de admiración, “comerse un cable” señal de situación crítica y llamarle a alguien “comedor de excrementos”, es su más usual y lacerante insulto. Tienen voluntad piromaniaca, “ser la candela” es ser cumbre. Y aman tanto la contradicción que llaman a las mujeres hermosas “monstruos” y a los eruditos “bárbaros”; y cuando se les pide un favor no dicen “sí” o “no”, sino que dicen “sí, cómo que no”.
Los cubanos intuyen las soluciones aun antes de conocer los problemas. De ahí que para ellos “nunca hay problema”. Y se sienten tan grandes que a todo el mundo le dicen “chico”. Pero ellos no se achican ante nadie. Si se les lleva al estudio de un famoso pintor, se limitan a comentar “a mí no me dio por pintar”. Y van a los médicos, no a preguntarles, sino a decirles lo que tienen.
Usan los diminutivos con ternura, pero también con voluntad de reducir al prójimo. Piden “un favorcito” y de los postres sólo aceptan “un pedacitico”. Pero también a quien se compra una mansión le celebran “la casita” que adquirió, o el “carrito” a quien se compró un coche de lujo.
Cuando visité su isla me admiraba su sabiduría instantánea y colectiva. Cualquier cubano se considera capaz de liquidar al comunismo o al capitalismo, enderezar a la América Látina, erradicar el hambre en África y enseñar a los Estados Unidos a ser potencia mundial. Y se asombran de que las demás gentes no comprendan cuán sencillas y evidentes son sus fórmulas. Así, viven entre ustedes, y no acaban de entender por qué ustedes no hablan como ellos".

Reflexiones sobre Cuba y su futuro, doctor Luis Aguilar León, fragmento recogido en el libro Mi vida saxual, del gran saxofonista de Jazz Latino, Paquito D`Rivera.

04 febrero 2009


Hay ocasiones, días con luna, en que la literatura desplegada por nuestros columnistas sobrecoge, acongoja y refulge cual lucero del alba. Hoy es uno de esos días, uno de esos momentos. El placer del día, pues, me ha llegado después de leer detenidamente la prensa, y pasar a continuación a lo que yo suelo llamar con desacostumbrada gula el postre. En la sección de opinión de La razón, escribe un señor lúcido y mordaz llamado Alfonso Ussía, al que le inquieta e incomoda enormemente el señor Arriola. Y así, comparando al citado con un forúnculo, nada menos, le culpa de males y plagas en la familia popular: muchos males en el PP, tontos consuelos socialistas, como se sabe. Y es entonces cuando llega la literatura, fielmente descriptiva, del genio y figura, explicando los motivos de felicidad de Pepe Blanco por la desatinada elección de compañeros de cama en el partido de la oposición:”…y así está Pepiño Blanco de contento, que se le ha puesto una sonrisa de placer permanente, como la efímera que a mí me nace cuando al bañarme me siento sobre la esponja y me dan masaje las pompitas”.

Sin duda alguna, hay momentos en la vida de un hombre, a partir de los cuales ya nada vuelve a ser lo mismo.

Lean el artículo entero, si gustan.