Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

30 marzo 2010

Solidaridad, modus vivendi, vulgaridad, pasa(el)tiempo

Razonable, aunque posiblemente incómoda, definición de “ayuda al desarrollo”:

“quitarles el dinero a los pobres de los países ricos y dárselo a los ricos de los países pobres. Ambas consignas son útiles porque permiten a los poderosos socavar la libertad de mujeres y hombres, y encima exigir nuestro aplauso.”

Carlos Rodríguez Braun, en su columna de hoy.


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Cabe dudar de que la proliferación de este arte hiciese del mundo un lugar más apacible


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Programa de muchachos y muchachas lozanas que buscan pareja presentado por una groupie que se acopla a lo que la pongan. El formato carecería de interés sin físicos admirables o si tuviese algo de novedoso. El público es locuaz, participativo, no se distingue del resto del decorado. Convendría denegar su participación a seres pensantes, cultivados, o simplemente educados. Se premia como ingenio soeces manifestaciones de descaro. Y la suerte de los personajes depende del salomónico criterio de quien aún no ha sido visitado por el juicio. Ríen, cantan, lloran, son felices con su ser, con su estar y sobre todo con su parecer. Su alimento es su vestuario y, su descanso, topar con un peinado adecuado. Feria de vanidades que se creen únicas, pero son repetibles, y manifiestamente mejorables.


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En el estupendo espacio abierto de un espacio cerrado se sirven cañas sin tapa, sin vistas y sin oxígeno. Los centros comerciales aglutinan un conjunto de hábitos demandados por una ciudadanía ávida de diversiones reconfortantes que les distraiga de sus pesadas atenciones. Pasan y pasan mareas de gente con las bolsas llenas y, los bolsillos, prácticamente vacíos. Son comunes las conversaciones y los saludos de compromiso, así como sonrisas, agasajos y demás cortesía de complemento. La falaz y baladrona sociedad española campea a sus anchas con público orgullo y notorio desconocimiento. Peluquerías, servicios de restaurante, juegos para niños chicos y chicos que ya no son tan niños. Mujeres maduras buscando a hombres por madurar recorren como garduñas los largos y relumbrantes pasillos, inquietando toda forma de paz y tranquilidad que encuentran a su paso. Los chiquillos corren, y gritan, y saltan descontrolados, como poseídos por el espíritu olímpico del estropicio y del desorden; sus madres, si bien seres disculpables por inevitables débitos de alcahueta, se despreocupan de sus deberes filiales mientras afilan sus lenguas y enfilan a sus maridos. Todo el mundo desconoce de lo que huye y huyen de quienes conocen. Los guardias de seguridad, porra en funda y silbato en ristre, gallardos, con sus gorras de terciopelo de rebajas, sus caras de muchos amigos indignos y su marcial paso desacompasado, recorren su itinerario ojo avizor a malhechores, bienhechoras y demás sustancias que pueblan su particular orbe. El ocaso de la luz primaveral, que se insinúa a través de los techos acristalados, marca el fin de jornada, de asueto y de distensiones. Qué poco ha cundido la caña. Mañana será otro día igual que ayer. Y tampoco pasará nada.

29 marzo 2010

Relatividad

El delicioso atrevimiento de lo políticamente incorrecto, de la mano de Sánchez Ferlosio:

“Dentro de unos 15 años no se percibirán diferencias entre el cine de Pedro Almodóvar y el de Alfredo Landa. Cualquier película de Almodóvar se revelará como la prolongación más natural, más inerte y más esperable que cualquier otra de Landa”.

Al menos, inherente crueldad de lo obvio, cabe el consuelo de que nadie va a pronunciarse, y retratarse, afirmando que estas palabras han salido de la boca de una persona ignorante, estulta, beocia, intonsa.

Aunque vayan ustedes a saber, claro.


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Para algunos espíritus desabridos, pobres y desamparados, la vida es tedio, monotonía, hastío, esa recurrente melancolía que nos embarga las tardes de domingo; para otros, en cambio, de conducta noble, intrépida y curiosa, atrapados ineluctablemente en las poderosas redes de la literatura, la vida es una variedad constante, una retahíla de pequeños detalles, en apariencia insignificantes e intrascendentes, que la oxigenan permanentemente con la añoranza de hacer de sus inquilinos seres más felices y entretenidos.

Un ejemplo notable de estas distracciones que, gratuitamente, se nos ofrecen, lo podemos encontrar en las inveteradas e insaciables disputas entre escritores, verdaderamente entrañables e inevitables, como la que enfrentaba a Arcadi Espada y a Javier Cercas (verbigracia), o aquella otra de Pérez Reverte con Francisco Umbral. Tan ilustrativas del género humano en general y escribiente en particular.

La última contienda literaria de la que he tenido noticia, enfrenta, negro sobre blanco, a Ignacio Ruiz Quintano y a Antonio Muñoz Molina, siendo el origen de este apasionado y virtual encuentro, al parecer, este artículo del académico, magistralmente estructurado, como siempre, pero ciertamente ambiguo en cuanto a su conclusión o posicionamiento.

Yo nunca he leído nada de César González-Ruano, conste por escrito; pero sí soy ídolo, seguidor y fanático empedernido de su sobresaliente progenie: Umbral, Raúl del Pozo, el propio Quintano… Porque pienso que son testigos de un particular lenguaje lírico-costumbrista, elevado, atractivo y elegante, que se está perdiendo en el panorama literario actual, y entiendo que, además, hay bastantes posibilidades de que, con ellos, termine desapareciendo totalmente una estirpe única e irrepetible. Sin omitir que es muy triste decir que vivimos una época en la que no tenemos ni siquiera buenos imitadores.

Dicho lo cual, y volviendo a la pugna plumífera, utópico ideal de contienda, al poco de aparecer el artículo del marido de Elvira Lindo, tuvo una solemne contestación en esta columna por parte de Quintano, al parecer sin obtener réplica ni actitud reparadora alguna, porque, en el suplemento cultural de esta semana, el columnista de ABC, volvía a arremeter contra la desafortunada o presunta estocada de Molina.

Yo creo que no se ha de calificar o enjuiciar el genio e intelecto de una persona de acuerdo con sus preferencias políticas. Y que se ha de atender, en este caso, exclusivamente, a la rica expresividad que se aprecie, a la forma cuidada adquirida por el articulista y a la elocuente utilización que haga de su lenguaje. Porque, a la hora de la verdad, lo único que verdaderamente deja marca indeleble, es el estilo.

Aunque, claro, tampoco estoy seguro de que en el artículo de Muñoz Molina, se desacredite cualitativamente al escritor y a sus frutos; y sí, por el contrario, una forma de vida no comprometida según lo esperado por un intelectual.

Parece la vieja historia de Stefan Zweig y Hannah Arendt, pero en nuestro querido terruño: esa eterna confusión entre víctima y verdugo que con tanto acierto señalaba César Antonio Molina en este artículo que les rescato.

Pasen un buen día. Gracias por leerme.

25 marzo 2010

Ya no es, consideraciones, podría ser

Los hombres de Paco: comedia, tragedia, thriller, de camino al despropósito. Desaparecen actores de peso en la serie, sin previa explicación; introducen personajes físicamente más atractivos, pero con una profundidad hueca, insulsa y desmoralizante. El pronóstico es desolador, como el paso de lo consagrado a la promesa. No entretiene, cunde el tedio; no enriquece: pérdida de los valores implícitos que anteriores entregas contenían y que tanto agrado proporcionaban. No es lógica su trama, y nunca lo fue: pero no conduce a la hilaridad y al sosiego, sino al inquietante e inescrutable absurdo. Pierde, inexorablemente, y al mismo ritmo, tantos fieles como calidad reconocida. Del atractivo producto original, sólo queda Juan Diego: y ya le tutea hasta el becario más niñato de los repollos recién llegados. Son siempre tristes los naufragios. Pero al menos, haciendo honor a la refranera acogida de la lluvia, se alegrarán los seguidores de Santiago Segura.


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Dislate o disparate: "hecho o dicho disparatado", dice la Institución que limpia, fija y da esplendor. Vamos con algún ejemplo:

1."Mayor Oreja dijo un gran disparate". No. El disparate fue decirlo sin pruebas. Y sin la precisa atención al fondo y a sus formas. No es una afirmación contraria a la razón, sino lógica, y desgraciadamente basada en la experiencia. Sin embargo, dadas las circunstancias, propicia una fácil y sonrojante réplica de los dechados de retórica que tenemos instalados en el Gobierno, al inteligente modo del "y tú más", al parecer, de muy difícil contrarréplica por los interesados.

2."Los políticos son el colectivo más transparente y más honrado que existe". Hombre, hombre. Y en estos tiempos, además. No son corruptos. Su conducta pública es intachable: bienhablados, cultos, desinteresados, comprometidos. ¿Perspicuos? Bueno, considerando que esa bella metáfora de las luces y los taquígrafos ha sido proferida particularmente por un colectivo que ha negociado de un modo torticero con una banda terrorista, con el anhelo de obtener réditos políticos, que ha negado una crisis galopante mediante el recurso de bautizarla ingeniosamente cada semana con un nombre nuevo, y que promete a Comunidades Autónomas, Agentes Sociales e incluso a las Instituciones Europeas una cosa y luego hace otra, normalmente su contraria, pienso que es necesario calificarlos, siendo nobles y generosos, cuando menos, de turbios embusteros.


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Se conocieron en un Bar de copas al albur de la oscuridad, la música cimarrona y el gentío más vistosamente adocenado por su meridiano asilvestramiento. Ella llevaba unos pantalones ceñidos, rotos y poco aseados; su camiseta marcaba un vientre abultado, de cuyo ombligo pendía un llamativo piercing, y transparentaba unos pechos pequeños, pero firmes y agraciados por sus sonrosados pezoncillos; su rostro, redondeado y poco favorecido, inspiraba, no obstante, la sensación de seguridad y fatalidad que acompaña a una mujer deseada. Él, simplemente, era un tipejo que exhibía la rara habilidad de mantener una conversación fluída, mientras bailaba ridículamente y se liaba un canuto. Utilizaba ropa holgada, atrevida, desenfadada; no le importaba, en absoluto, enseñar al público sus hórridos gayumbos; y su semblante, marcaba claros signos de despreocupación, pereza y libre albedrío. En un momento de la noche, previo abandono del exiguo raciocinio, sus miradas se cruzaron. Ambos sonrieron, intuyendo que uno estaba hecho para el otro. Se acercaron, hablaron un poco, y comenzaron a besarse. Era un magreo informal y vulgar, como todos. Al acabar dieron un paseo cogidos de la mano. Era una pareja simpática, alegre, sin preocupaciones. Es evidente que no hablarían de literatura, pero a quién le importa; no se preguntarían por sus familias, amigos y ocupaciones, porque, evidentemente, tampoco les interesaba. Caminaban en silencio, a gusto consigo mismos y encantados de haberse conocido. Él la acariciaba el rostro, la decía estupideces que creía bonitas e ingeniosas, y se reía confiadamente. Ella escuchaba atenta, ingenua, feliz por haber encontrado al hombre de su vida. Pero en apenas un instante, y sin previo aviso, con lo que siempre se agradecen: ella torció el gesto, frunció el ceño y le dio un sopapo. Le gritó cosas muy feas y muy incorrectas que omito por decoro y buen gusto. Y se marchó sin despedirse, y sin ese giro de cabeza que todo hombre ha esperado en una mujer en semejantes lances. El pobre, lloraba desconsoladamente. Como todos los espíritus libres antes de principiar a corromperse. Y se frotaba los ojos con sus gruesas manitas, aún enfadado, recordando sus últimas palabras: "¡somos totalmente incompatibles!". Aceptando, tal vez por primera vez, que una mujer sin sus clichés, más gastados que el cigarrillo de Colombo, se quedaría muy inerme, muy triste y muy decepcionada.

24 marzo 2010

Pagado de sí mismo, son así, Fito

Proliferación de debates políticos en la digestión de la cena. Crecen los analistas políticos mientras decrecen sus análisis. Es una época difícil, sin duda. Escucho una entrevista a Miguel Bosé, cantante, creía. Me acomodo tranquilo en el sofá. Hablará de música, me dice mi acomodada ingenuidad. Aunque la verdad es que nunca me han gustado su carácter, su música, ni su facha: hay que afirmar que en esta vida hay cosas mucho peores. A los cinco minutos de su comienzo, y a pesar de estar viendo CNN+, me veo sorprendido por el tono en que transcurre la misma. ¿Se creerá Antonio San José algunas de sus preguntas?; ¿y, MB, algunas de sus respuestas? Es muy curioso en ese contexto, créanme, dar a un cantante mediocre y de capacidades claramente limitadas el trato y la deferencia debidas a un intelectual de solvencia. Pero, además, escuchar sus opiniones fácilmente refutables, endebles como las de un niño sin juicio ni criterio formado, y carentes de cualquier base racional, como si fuesen proferidas por un experto en la materia, clama al cielo, y provoca embarazosas indisposiciones estomacales.


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Llevo toda mi vida sumergido en una búsqueda arcana, abstrusa y sumamente delicada, prácticamente sin hallar resultados de notable sentido práctico. Menos mal, que en la Historia de la literatura, siempre ha habido muchos hombres juiciosos y con un entendimiento sano, sutil e inteligente, llevados de la mano de la misma insatisfecha curiosidad que yo. Observen, sin recelo ni malas caras, este curioso y atrevido punto de vista masculino sobre la inasible, y no poco desconcertante, psique femenica:

"pero ¿acaso se conoce jamás a las mujeres? Todas sus opiniones, sus creencias, sus ideas son siempre una sorpresa, llenas como están de tortuosidades, de subterfugios, de imprevistos, de razonamientos incomprensibles, de lógica al revés, de empecinamientos que se dirían inamovibles y que ceden porque un pajarito se ha posado en el alféizar de una ventana".

Guy de Maupassant, La reliquia, Cuentos esenciales. Yo, no digo nada.



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Minutos musicales presenta, en versión caricatura y subtitulada, el tema de Fito que a estas alturas del año ya estará gastado, más que escuchado y como rayado, pero que, en fin, es uno de los que hemos montado en el grupo para deleitar a mozas y mozos varios de variados pueblos. Disfrútenlo:

23 marzo 2010

El sabor del gusto

Deporte bíblico: David y Goliath, inmortal contienda televisada. A una final sólo llegan los mejores, pero no siempre la ganan los mejores. Decantan la balanza presupuestos, ayudas arbitrales, falta de efectividad cebada en un solo bando...y en el momento más inoportuno. Jugadores robados, que no saben de sentimientos. El empuje de una afición modesta, con el alma en vilo, pendiente de una merecida proeza. Una segunda parte memorable, para olvidar por el favorito. Un expresivo, acertado y tenaz míster, capaz de insuflar a los suyos la motivación necesaria para vencer al gigante...rindiendo al respetable. Y lo demás, queda resumido: no pudo ser.


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La calidez de la primaveral mañana de hoy me ha traído de visita a un buen amigo de quien las circunstancias me han mantenido separado durante un período de tiempo relativamente largo. Ha sido una verdadera alegría, convenientemente celebrada aun con los impedimentos físicos que me trastornan. Y dado que, durante la reciente celebración de su cumpleaños, no pude asistir a su tradicional homenaje culinario, me obsequió con un delicioso dulce de mazapán, pasas y nueces que estaba verdaderamente delicioso. Yo puse mantel, café, algunos bombones. Y, sin más, nos embarcamos en el necesario viaje que siempre supone la puesta al día de nuestras vidas; además, claro, de indagar sobre el presente de ciertos amigos comunes cuyo contacto, indefectiblemente, ya va perdiendo frescura. Hay veces que la vida se empeña en separarnos a los que más queremos, y es muy triste que hagamos tan poco por evitarlo. En cualquier caso, resueltas nuestras dudas emocionales, la conversación dio paso a la literatura: señora de tardes estacionales, cafeterías de moda y seres sensacionales. Estuvimos hablando de mujeres escritoras, y del enorme y extraordinario talento que, por mera cuestión de género, habrá quedado sepultado bajo el abrumador peso y paso de los siglos. Pérdida irreparable no inferior a la de otros muchos cráneos privilegiados cuyas desfavorables condiciones económicas y sociales impidieron un aprovechamiento de sus cualidades. Esta circunstancia quizá nos haga pensar que, después de todo, se han vivido tiempos mucho peores, aunque nuestro acentuado egocentrismo no se detenga en dichas consideraciones. Pues no ha habido hombre en la Historia que presuma de su época, y la nuestra no es precisamente pródiga en excepciones. En un momento dado, nimia fatalidad del complaciente, el dichoso reloj marcó la hora. La mañana pasaba, huidiza como inaprehensible recuerdo, y llegaba la tarde con sus impostergables obligaciones. Nos despedimos, nos dimos la mano, nos separamos. Pero eso sí, no quise que se marchase sin leerle un pasaje de La vida de Samuel Johnson. Libro que estoy leyendo en la actualidad con inenarrable delectación. Y cuyo disfrute egoísta, consideraba una inmoralidad mayúscula:

Entrada sobre la juventud, etc

"La relación que hace Baxter de las cosas sobre las que cambió de opinión a medida que fue creciendo. Voluminosa. No es de extrañar. Si todos los hombres tuvieran que decir, o señalar, en cuántos asuntos han cambiado de opinión, harían falta muchos volúmenes, aunque esos cambios no siempre los observa el propio hombre. Del placer al trabajo y de ahí a la quietud; del momento pensativo a la reflexión; de la disipación a lo doméstico, mediante gradación imperceptible. El cambio es innegable. Reloj de sol. Non progredi, progress, esse conspicimus. Miremos atrás, consideremos qué pensábamos en época distante.
Predominio de la esperanza en la juventud. El intelecto no de buen grado se permite los pensamientos que no sean placenteros. El mundo yace ante uno como recubierto de un fino esmalte, y es tan remoto como el dorado porvenir, las desigualdades sólo se encuentran cuando uno llega a ellas. El amor ha de ser todo alborozo; los niños son excelentes. Constancia de la fama. Los roces con los grandes. Los aplausos de los sabios. Las sonrisas de la belleza.
Miedo a la deshonra. Timidez. Se da menor importancia a las cosas. Se olvidan los pasos en falso como si fuesen aciertos. Si se recuerdan, no tienen importancia. Peligro de hundirse en la negligenca de la propia reputación. No sea que el miedo a la deshonra destruya la actividad.
Confianza en uno mismo. Es larga la vida que se tiene por delante. No se piensa en la enfermedad. Azoramiento. Distracciones familiares. Calamidades publicas. No se tiene constancia del peso de las malas costumbres. Se hace caso omiso del tiempo. Presteza para emprender. Descuido en el tesón. Todo cambia con el tiempo.
Confianza en los demás. No se recela cuando no hay experiencia. Uno se imagina protegido de la desatención, nunca imagina que nadie vaya a tratarlo mal. Propenso a confiar, con la esperanza de que los otros confíen en uno. Se reconoce con el tiempo el egoísmo, la mezquindad, la cobardía, las traiciones de los hombres.
La juventud es ambiciosa, pues piensa que los honores son fáciles de lograr.
Distintas clases de elogios perseguidos en momentos distintos. De la alegría en la juventud; desprecio del peligro y del dolor.
De la imaginación y los caprichos en la edad madura. Ámbito. Provisiones. Tratos. De los sabios y los sobrios en la vejez. Seriedad, formalidad. Máximas, pero en general. Sólo para los ricos, por lo demás, la edad es despreocupación. Aunque al cabo todo hace referencia a la riqueza. No tener fama, honor, influencia, sin sujeción al capricho.
Duro sería que los hombres se iniciaran en la vida con la misma visión con que salen de ella, o que de ella se fueran pensando igual que al entrar. No hay esperanza, no hay emprendimiento, no hay respeto a la benevolencia, no hay miedo a la deshonra, etc.
La juventud ha de aprender la piedad que da la vejez. La vejez ha de retener el honor de la juventud".


Samuel Johnson

¡Y sólo es un borrador!, no sé, tal vez me esté volviendo raro.

Buenas noches. Y gracias por leerme.

22 marzo 2010

Cosas de la vida: punto de partida

La vida: maquinaria desvencijada, ajustada por mecánicos insolentes.

Parece que fue ayer, decían las letras de la canción, del poema o del depauperado imaginario colectivo, y ya ha pasado más de un mes desde la última vez que pasé por aquí a dar fe de mi existencia. La culpa de la tardanza la han tenido varias circunstancias que podrían recibir el nombre de problemas, sí, en los tiempos que corren, comparativamente hablando, no fuese obsceno calicarlos como a tales: exámenes, lesiones, enfermedades en la familia, una dolorosa despedida... En cualquier caso, no soy ajeno a la idea de que a cada cual en este mundo sólo le preocupa su propio ombligo. Despiadado espejo que nos devuelve el reflejo de nuestra raquítica presencia moral, intelectual y tan poco comprometida.

En la madrugada del Viernes 12 de Marzo, aproximadamente a las 5 de la mañana, y a tan solo unas 30 horas de realizar uno de los exámenes más importantes que he afrontado en mi vida, sonó el teléfono de mi casa. Creo que es de común conocimiento la idea de que recibir ese sonido a esas horas tan intempestivas nunca puede traer nada bueno. Como, efectivamente, así ocurrió.

Mi abuela materna, y última abuela, había estado ingresada durante casi un mes por un simple catarro. Y sin embargo, a pesar de la pequeña patología, todos estábamos muy preocupados en la familia, porque con 93 años, y su saludable naturaleza extraordinariamente debilitada en los últimos años, temíamos que este bache sirviese de disculpa para agotar el ya de por sí insignificante combustible que la mantenía viva. Pero no fue así, empero. Superó ese pequeño catarro. Y pudo salir del hospital. Aunque, desgraciadamente, sólo lo hiciese por un par de días. Susurrando al cabo, en dicha noche, su corazón que ya bastaba. Deteniéndose. Exhausto, feble, enteco, por haber terminado, no sin esfuerzo, su dilatado camino. Y no aceptando, la pobre, el último envite que le hacía la vida. Tal vez, porque ya estaba saciada de ella.

Como nieto, aunque esto lo suscribiría cualquiera que la hubiera conocido, tengo que decir que mi abuela fue una mujer muy fuerte durante toda su vida. Una mujer trabajadora, honrada y humilde. Y, sobre todo, una mujer buena. Hoy día parece que los medios están descubriéndonos a todos este tipo de mujeres. Y nos las presentan como un logro de estos tiempos de pseudoprogresismo y su prole sedicentemente socialdemócrata. Pero la verdad es que esta época pasará a la historia como el tiempo en que más se protegió a la mujer, como paradigma de debilidad, vulnerabilidad e incompetencia. Necesitadas de resortes legales incardinados en políticas de acción afirmativa o discriminación positiva, para hacer valer una pretendida valía que, de ser verdadera, pienso que no habría necesitado de ayudas para salir a flote y terminar imponiéndose, si es que esa capacidad no fuera sólo mera impostura.

Hasta la fecha, tenía la razonable convicción de que mi formación y mi cultura me obligaban, cada vez más, a adoptar una visión filosófica y distanciada de determinados acontecimientos, por dolorosos que estos fuesen. Pero la verdad es que ante la imagen inánime de mi abuela, no pude menos que desahogar mi dolor bañándome en lágrimas. El kilómetro sentimental del que hablaba Arcadi Espada, y que mide la importancia de una tragedia como inversamente proporcional a la distancia en donde ha ocurrido, en esta ocasión, marcaba cero. Y yo no sé si la cultura y las múltiples lecturas que se van acumulando hacen al hombre más humano, aunque deberían; pero sí estoy totalmente convencido de que, las mismas, afloran los más bellos sentimientos de una persona. La sensibilizan. Y lejos de, como yo creía, aislarla o prepararla para un dolor común, la vuelven más frágil y delicada. Aunque, también, quizá más consciente del exacto alcance de la pérdida.

En estas ocasiones, es cuando uno da gracias por estar acompañado de la familia, de los amigos y, a veces, incluso de los conocidos. Porque esa inexorable sensación de desamparo, es insuperable cuando uno está aquejado de ese relevante mal moderno llamado la soledad. Para la que hay cura, pero nunca terminamos de poner remedio.


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Me alegro de tenerles ahí. Son parte de mi remedio. Vuelvo con ganas, con regularidad y con la certeza de que los post y el posteante irán cogiendo ritmo con los días. ¡Estamos en primavera! Y las flores de todo tipo comienzan a alimentarnos con su aroma. No es conveniente desaprovechar nada de lo que nos brinda la vida. Así que, sólo espero estar atento.