Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

29 marzo 2012

Sin palabras




28 marzo 2012

Espichas

Discentes universitarios, preuniversitarios y apuestos egresados buscan, y encuentran, hueco entre camadas de adolescentes dipsómanos, cuya única preocupación no parece ser la relativa proximidad de los exámenes finales, sino que sus mimadas litronas no pierdan un ápice de frescura. No se aprecian buenos modales, ni una vestimenta adecuada; en cambio, sí se observa una extraordinaria facilidad para regurgitar en cualquier parte. Las chiquillas no llevan una talla de pantalones ajustada, haciendo que, los hombrecillos en potencia, no tengan que hacer uso de una excesiva imaginación para recrear el color ni la peculiar extravagancia de las siempre escurridizas intimidades femeninas. Los muchachos llevan gorra, ropa amplia, y unos cuantos agujeros en la cara y quién sabe dónde más. Cuando se les pregunta por una dirección en tono amable y distendido, te miran perdonándote la vida, y entiendo que olvidándoseles la respuesta. No obstante, son el futuro. Y la juventud siempre ha sido atrevida, como la ignorancia que alguno de ellos perderá al calor de su inevitable experiencia. Sin embargo, son divertidos. Cantan, bailan, ríen… y sí, beben a conciencia, se meten sustancias sin identificar, y hacen un uso práctico, profuso e indiscriminado, de sus órganos genitales. Les da igual el mundo. Ellos ya tienen el suyo. Pasan de normas, deberes, y demás convenciones sociales: Nunca Jamás la factoría Disney materializó a tantos de sus personajes. Siempre atentos a los mensajes de su moderno celular, se olvidan que sólo abriendo los ojos van a poder vivir la vida que todos y cada uno de ellos creen sobradamente disfrutar. Vivir por adelantado promete un camino desordenado. Tanto como los asombrosos y obscenos rastros de basura que tras la despendolada juerga se observarán desperdigados por la inconsciencia de un colectivo al que tantos adultos sobreprotectores se esfuerzan ingenuamente en describir como ejemplar e injustamente descalificado.

27 marzo 2012

Subrayados

De política comunicativa, o cómo morir por defecto de fábrica. Una mayoría holgada que no pudo ser, deja con cara de tonto al vendedor de pieles que no se encuentra en época de caza. La jactancia, la prepotencia, una seguridad impostada no son nunca ingredientes de una victoria segura, sino que suelen formar parte de ciertas derrotas previamente cocinadas al fuego lento de una desmesurada confianza. Corrupción, estafas múltiples, malversación, putas de lujo y marisco fresco a cuenta del contribuyente, siempre contento y sumiso, bosquejan un paisaje inquietante de insalubridad ciudadana, de política hedionda, de putrefacción medioambiental. El ciudadano andaluz no optó por la necesaria y saludable ventilación. Y, por lo tanto, no optó por la opción que además de correcta, también era la sensata: morirán asfixiados, pero entiendo que asaz agradecidos. En cambio, se consolida el cortijo como todo un bastión: ese curioso placer de ser rojo en la España de los fachas, la caverna mediática, y la derechona rancia, retrógrada y reaccionaria. No vayan, claro, a quitarles la paga, y hasta la sombra de sus venerados olivos. Lástima que, en esta ocasión, ni siquiera quepa afirmar ese injusto e insolidario con su pan se lo coman.


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El liberal confía en la fuerza, la madurez y la habilidad de los individuos para forjarse un camino en este valle de lágrimas. El socialdemócrata, por el contrario, siempre culpará al mundo, a las circunstancias, e incluso a la mala suerte del sino de sus muchachos. Un sistema alumbrará políticas paternalistas, intervencionistas, de expansión de la cosa pública que, implícitamente, dejarán constancia de una abrumadora desconfianza en las posibilidades reales del ser humano. El otro sistema, por esa necesidad de opuestos para la propia subsistencia, producirá un elenco de normas que establecerá un modo de entender la vida sin cortapisas, y dejará al albur de la ambición de las personas, y de su capacidad para medrar en la vida, el progreso de sus sociedades. Libertad frente a seguridad, lo privado frente a lo público, las bondades y virtudes del ser humano frente al homo homini lupus, inversión frente a contención y la eterna pugna entre los derechos de las minorías y los que a todos son comunes.

La filosofía, empero, no debería tener colores.

26 marzo 2012

El Plaza

Una primaveral tarde de marzo que ya la pilláramos en agosto. Unas cañas muy frescas, con mucha espuma, pero tiradas con demasiada desidia. Un muchacho no demasiado esperanzado se acerca con su pareja a entregar un currículum. En los altavoces suena Miles Davis. Entorno de madera, luz escasa, paredes emperifolladas con gigantes del Jazz de todas las épocas. La tapa escasa, fría, no muy apetitosa: menos Franco y más pan blanco. Un hombre sentado en la esquina más acogedora, serio, delgado y con poco pelo, mastica un libro de Espinoza, y veo asomar su sonrisa cuando mi amigo y yo comenzamos a disertar de un modo informal sobre filosofía. El camarero parece educado, agradable, pero quizá sólo sea correcto. La ecualización tiene los graves demasiado pronunciados, haciendo que, inconsciente o deliberadamente, los clientes hagan sus movimientos más naturales a ritmo de swing. Al fondo del bar se observa la tarima sobre la que los viernes tienen lugar actuaciones en directo, un extraño lujo, no suficientemente valorado. Una mujer provecta apura otra caña en la mesa de al lado. Joyas vetustas, maquillaje excesivo, mirada perdida…pero el apagado chasquido de sus dedos no perdía la cadencia regalada a sus oídos. Dos hombres apoyados en la barra disertan sobre eliminatorias deportivas. Y señalan acalorados un titular del Marca, que es una razón tan legítima como cualquier otra para discutir de muchísimas cosas. Los asientos son relativamente cómodos, pero las mesas son absolutamente minúsculas. Se entiende que el espacio no da para más. Libros, música, mujeres, y esa necesaria actualización de nuestras situaciones personales. Con la amena conversación, consumimos rubias y palabras sin apenas darnos cuenta de que afuera oscurecía, que la tarde se iba, que el tiempo siempre apremia, y que lo bueno nunca dura eternamente. La cuenta, una breve despedida, y mañana, si Dios quiere, a comenzar otro nuevo día.