Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

Correspondencia: fjsgad@gmail.com
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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

30 noviembre 2009

A tener en cuenta (sin acritud, por la parte que me toca)

Curiosa, y a veces ridícula, confusión entre periodismo y el fenómeno blog. Y, por supuesto, entre periodistas y los administradores de estos últimos: quien quiera buena literatura, que no la busque en un blog, aunque también la haya, y se vaya a una librería; a quien preocupe su entorno, y tenga la inquietud de entenderlo, que se compre y luego se lea detenidamente un periódico, un ensayo, una buena revista. No se puede confundir la velocidad con el alimento de la sabiduría popular: crearía una suerte de empacho, sin haber probado bocado. No todas las opiniones valen lo mismo, desde luego: ni siquiera en estos tiempos de democrática ignorancia. El quid, al final, es la distinción: también en la vida. Saber elegir la disposición de nuestro tiempo, y saber que si sobra, nunca lo haremos bueno. Un Blogger no es un escritor, no es un profesional de la información, y tampoco es un dechado de virtudes: no tiene motivos por que responder de la carencia que muestre en ninguno de estos ámbitos. Cuestión cronológica: estudio, lectura, observación; luego, si gustan: piensen, opinen, incluso escriban. Desde mi punto de vista es sólo un pasatiempo. Y a veces, también, un desahogo, una distracción, una válvula de oxígeno. Con el blog aprendo a escribir, aunque poco a poco; y también a leer, que no es lo mismo que deletrear. Hay cosas que no enseña una titulación, y si la vida: muchas más, por cierto. Mediante el blog, uno se toma la molestia de escribir correctamente, aunque no siempre se consiga. Se amplia vocabulario, aunque nunca se ame por igual a todas las palabras: extraordinario parecido a lo que ocurre con las mujeres. Me gustan los blogs, porque se conoce a la gente: si no personalmente, sí, sus rasgos más característicos. Hay tantos caracteres como personas: unos atraen; otros, simplemente, repelen. El endiosamiento, el narcisismo, la prepotencia no dejan de ser facetas humanas: no hagan de su crítica el enjuiciamiento, en ocasiones injustificado, de una mera sinécdoque.


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En el imprescindible blog de Juan Pedro Quiñonero, porque sabe, porque escribe bien y porque hace la vida más interesante, encuentro en los comentarios a uno de sus post, este poemilla de Jaime Gil de Biezma:

"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra".

26 noviembre 2009

Teleología

Tengo un hermano que va a cumplir 20 años. Le llega una media de dos multas al mes. Supongo que dirán que eso es normal. Y yo les diré que sí. Pero también, que a veces no lo es. Algunas de esas sanciones son justificadas y reconocidas por la criatura, con lo difícil que es hoy día que el infractor asuma su parte de culpa. Otras, en cambio, las considera una tomadura de pelo. Me dice el chaval que así que le paran ya echa mano de la cartera aunque no haya hecho nada. Y yo me quedo pensando que, antes, eso ocurría cuando quien te paraba era un delincuente, y no las personas que supuestamente están para librarnos de ellos. Mi madre opina, y creo que en parte acertadamente, que la razón estriba en que el muchacho lleva el DNI pintado en la cara: mechas, piercing, pendientes…por no hablar del vestuario, claro. Dando como resultado de persona una exactamente opuesta a cuando es a mí a quien se mira. Pero esta circunstancia me hace reflexionar en algo muy, muy humano que llamamos prejuicios. Hace unos días, en una columna, citaban a Baltasar Gracián, quien afirmaba que “las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen”. Trayéndonos la máxima al asunto que nos ocupa, cabe sospechar que ese individuo investido de autoridad al que se debiera estar agradecido, en ocasiones se sobrepasa, se extralimita, se pone chulo: como afirma el pobre e inerme ciudadano damnificado. Y es que, sin ánimo de generalizar, a mi me parece que desde el momento en que se les entrega la placa su psique sufre un cambio tremendo, asombroso, verdaderamente extraordinario. Hasta el punto de que en algunos casos el sujeto llega a hacerse prácticamente irreconocible. La experiencia me ha hecho llegar a la conclusión de que no tienen ni idea de leyes. Y no sólo ellos, sino que tampoco la tienen aquellos que les instruyen. Sin embargo, salen de las academias y de sus cuarteles convencidos absolutamente de todo lo contrario: que tienen razón, que tienen poder, y que no tienen por qué dar explicaciones a nadie. El resultado es punzante, doloroso, lacerante y abominable: a la gente le escuece un huevo que la DGT se haya convertido, tras la Agencia Tributaria, en el principal órgano recaudador del Estado.

25 noviembre 2009

Al legislador

"John Rawls, otro filósofo moralista, intentó dar una explicación sobre lo que sería una sociedad justa apoyándose en el ejemplo siguiente: imagine que forma parte de un distinguido consejo que esté encargado de redactar todas las leyes para la sociedad futura. Los miembros de dicho consejo deberían tener en cuenta todos y cada uno de los detalles porque tan pronto como alcanzaran un acuerdo –y todo el mundo ratificara las leyes- todos caerían muertos y se despertarían inmediatamente después en la sociedad para la que legislaron. El quid de la cuestión es que no tendrían ni idea de la posición que ocuparían en esa sociedad. No sabrían a qué raza pertenecerían ni si deberían nacer con un sexo u otro.

Esa sociedad sería una sociedad justa, por la sencilla razón de que se habría levantado entre iguales. Ahora bien, para orientar aún más esta ilustrativa parábola a una sociedad moderna, es importante agregar una suposición: los componentes del consejo no tendrían ninguna noción del período de tiempo en que se desarrollarían sus vidas en la nueva sociedad de la que todos eran igualmente responsables. Podría ser directamente en el año cero. O podría ser una vez pasados quinientos años.

¿Es nuestra sociedad mundial actual una sociedad realmente justa y sostenible? ¿Nos atreveríamos a nacer a mediados del próximo siglo? ¿Nos aventuraríamos a compartir nuestra fortuna con nuestros hijos y nuestros nietos?"


Jostein Gaarder
, Construir la paz.

24 noviembre 2009

Panorama

En la España del “escucho todo lo que dices, y veo todo lo que haces”, como dice Antonio Burgos, no passsa nada. Porque para que un suceso tenga trascendencia, ha tenido que ocurrir, necesariamente, en el partido o a los partidarios de la gaviota: gente toda de la derechona rancia, facha y adinerada de toda la vida. Y, si no ha sido así, tampoco passsa nada: porque se les echará la culpa de todos modos. Este es el resultado de la actual y curiosísima gestión política que padecemos: todo es relativo, cuando no irreal. Por eso se banalizan parcialmente las circunstancias y se tiñe su efímero análisis de eufemismos parroquianos y demagogias de tendero por los ínclitos y espabilados muchachos de la propaganda socialdemócrata. Siendo todo el panorama un auténtico despropósito, para el que difícilmente hallaremos reparo. Y ni tan siquiera consuelo. El gobierno lo sabe, pero lo sufre en silencio: mártir de su propia incompetencia. Siendo a su consideración menester llenarnos los oídos con el anuncio de insuficientes becas, subvenciones varias, inanes ayudas y esa palabrería tan vacua como intonsa es la sesera de su procedencia que promete racimos de ilusiones, de las que antaño vivían los tontos de las gónadas.


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No sé si se habrán enterado. TVE ha frenado la candidatura de Karmele Marchante, que te calles, según qué amigos, para Eurovisión: ese decadente festival plagado de triunfitos que no triunfan, cantantes que no cantan y humoristas que no hacen ni puñetera gracia. La verdad, es que ya hace años que el concurso da el cante, pero no en el escenario, sino allí de donde proceden las votaciones: imparciales, independientes, ¿políticas?... mejor vecinales. Y en España, país en el que hasta que el asunto toca a la ropa de uno se tiende a tomar todo a cachondeo, sus inmejorables cadenas de televisión deben de haber cogido una rompedora inercia de candidez nacional: porque a esta señora sólo se la ha parado para preservar el buen nombre de la institución, que no, necesariamente, para mejorar el candidato.

23 noviembre 2009

Resulta que

Ya no hay placer en conversar, y ni siquiera en el anhelo de ser escuchado. Creemos que necesitamos de alguien que ponga a nuestra disposición sus oídos, su tiempo, incluso su paciencia; pero sólo buscamos la irrefutabilidad de nuestros argumentos, en aras de confirmar que nuestra propia inseguridad e ignorancia no mella la supuesta vehemencia de nuestro convencimiento; aunque, luego, se demuestre que nuestras nobles cogitaciones rebosen de ingenua puerilidad y destaquen por su notable inconsistencia. Pensamos que somos dueños de la razón, de la verdad, hasta de la justicia. Por eso tergiversamos los hechos hasta que se acomodan a nuestros planteamientos. No aceptamos, y a veces ni oímos, nada que evoque, aun de soslayo, el derrumbamiento de nuestras frágiles teorías sobre asuntos que apenas comprendemos: acaso porque no nos atañen directamente, pero también porque asumirlo supondría un esfuerzo ingente, un precio que desbordaría nuestro exiguo bolsillo: aireando al gran público demasiada información relativa a nuestras múltiples limitaciones. Es entonces cuando el devenir de la conversación desemboca en un incomodísimo resultado, que es aquel que pone en tela de juicio el que se presumía armazón inquebrantable, acudiendo con gran premura a nuestra persona el desasosiego, y perturbando gravemente, desde ese momento, la quietud sin par de nuestras intermitentes inferencias, producto de endebles, perspicuos y pulquérrimos procesos ilativos sin par. Tan únicos.

20 noviembre 2009

Inefable



Es de rigor dar las gracias, además encarecidamente, al eximio Alejandro Gándara.

19 noviembre 2009

Instrucción intelectual

Recomendación para aquél que guste y deguste su tiempo sobrante: Yo y tu, objetos de lujo, Vicente Verdú; pueden leerlo, aunque no está completo, pinchando aquí. Una de las experiencias más gratas que ofrece la lectura, lujo harto infrecuente, es la de sentirse un ser inteligente cuando se está disfrutando de ella. Compruébenlo.

Me retiro al estudio: monástico, solitario, como místico. Nada sociable.

Pasen buena tarde.

18 noviembre 2009

Disculpas, justificaciones, excusas

Nuestra vida es como una película de dudosa clasificación, e indefinida duración, formada por una serie de escenas y personajes que entran y salen siguiendo un orden aleatorio, involuntario y, en ocasiones, verdaderamente caótico. Estamos al albur de las circunstancias, y éstas, muchas veces, no tienen una base razonable que permita hacerlas frente desde los dictados de la lógica, la razón, y esa templanza en el ánimo que se produce al tratar cualquier asunto desde una distancia prudencial que otorgue la mejor perspectiva para una posterior y adecuada solución.

Desde este punto de vista, definir el acaecimiento de un suceso como producto eterno o volátil del azar, supone una exoneración total o parcial en el grado de responsabilidad de nuestra supuesta incidencia en cuanto nos rodea. Y al producirse ese alivio, esa descarga natural inherente al hombre por su condición de tal, el siguiente paso en el abrupto iter de nuestra existencia será desplazar a un soporte ajeno todo aquello que por ley, nacimiento o categoría ostentada nos correspondería sostener, mantener o sujetar a nosotros, sin esa ayuda tantas veces proporcionada por nuestro arraigado e insoslayable egoísmo.

16 noviembre 2009

Hilario Durán

15 noviembre 2009

Chocolate

Debe de haber pocos placeres en la vida que se puedan comparar a desayunar un Domingo de otoño, frío, lluvioso y plúmbeo, un chocolate caliente y espeso con un buen surtido de churros recién traídos de la concurrida chocolatería del barrio.

Es costumbre hebdomadaria, inveterada y ciertamente provechosa, que mi padre madrugue y, bajo su brazo, nos traiga con el periódico dominical un porrillo de churros bien churruscaítos y ligeramente edulcorados por la experta mano del churrero: un tipo algo impertinente y espabilado que, si bien considero que logra, por su tamaño y sabrosura, los mejores churros de todo León (y esto se lo discuto a cualquier autoridad en la materia), también es verdad que se aprovecha del cliente bisoño que llega a su establecimiento después de una larga noche de Sábado, y le endosa los churros refritos y el chocolate recalentado, hediendo la cosa a una clamorosa falta de frescura y consideración, al churro y al cliente, respectivamente.

En León, tierra tan gélida como la idiosincrasia de sus bellas mujeres, el personal jaranero que no se ha acordado durante toda la noche, como dice mi madre, de que tiene una casa donde dormir, suele ver los primeros rayos del sol entre los raídos cortinajes de algún bar en que, por mal acomodo que ofrezca, no faltarán unas mesas y sus correspondientes sillas donde se proclamarán confidencialmente las más excitantes fechorías sexuales, los más asombrosos ligues y los más cruentos despertares, causas todas ellas de una lábil cefalea nada idiopática que acompañará durante casi todo el día siguiente.

En mi casa ya era hábito establecido por mi abuela despertarnos a toda la familia con el suave aroma de tan agradable alimento. Pero mi abuela, en lugar de churros, nos hacía deliciosas tostadas. ¡Y qué tostadas! Cada una de ellas era una rebanada de pan con el perímetro de una enorme hogaza, y estaban fritas con manteca de cerdo. Aún tengo en mente la imagen de la bandeja puesta en la mesa, repleta cual castillo con sus almenas, y el chocolate humeante al lado. Un manjar, un placer, un verdadero privilegio para nuestros cada vez más maltratados paladares.

Y es que hay que decir al hilo de tan suculento tema que la gente de hoy desayuna como muy mal. Y algunos, ni siquiera desayunan. Aunque no es mi caso, claro. Yo comprendo que en el día diario las prisas, los niños y la eterna refriega entre la mujer y el espejo impiden, o hacen poco aconsejable, mimar como se merece a nuestras sublimes apetencias estomacales. Pero llegado el séptimo día de la semana, no hay disculpa, ni consuelo alguno, para no abandonarse a esta agradable concupiscencia.

He hablado del desayuno bien acompañado, pero no he mencionado que el chocolate también es buen y viejo compañero de estupendas meriendas y múltiples conmemoraciones. Aunque hoy las madres ya no celebren el cumpleaños a sus nenes en una chocolatería como Dios manda. Y lo hagan, en cambio, en uno de esos sitios tan chic que, por cuatro u ocho perras, cuidan a las criaturas, las alimentan y tienen una zona adyacente para señoras fumadoras y parlanchinas donde, si bien no se acuerdan del motivo por el que están ahí, hacen y arreglan a su modo esta desmadejada sociedad. Y, si sobra tiempo, a alguno de sus pobres maridos.

Como además de educado me considero un caballero, antaño, cuando mostraba más y mejor garbo con las mujeres, no eran pocas las veces que, tras dar cuenta del preceptivo paseo, terminaba con alguna señorita de habla fácil y mirar dulzón, en uno de estos establecimientos de cierta gula e ineluctable lamparón. Pues no hay mejor momento para que una dama nos abra su inmaculado corazón, que después de darse un mayestático y melifluo atracón. Aunque es una verdadera lástima que, a las mujeres que he o me han frecuentado, no les hayan ido precisamente las rimas.

Tomando como referencia la propia vida, no hay post que no albergue su conclusión, aunque a ésta no le veamos su uso resultón. Se pierden con el inmisericorde pasar de los tiempos nobles modos de conducirse a través de esta procelosa y maleducada sociedad: indigente de valores, de principios, incluso de una correcta alimentación, siempre tan necesaria para enderezar tantas y tan maltrechas conductas humanas, errantes y persistentes y, sin embargo, tan extraordinariamente atractivas.

Argumentos sin peso específico: “Antes de casarme tenía yo seis teorías de cómo educar a los hijos. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría” Lord Rochester.

11 noviembre 2009

Vaya

Enric González nos deja. Lo anunció ayer en su columna: sin rastro de pena, sin vestigios de melancolía. Señaló que se trataba de un cambio de aires: y yo entiendo que sobre todo para el periódico en que trabaja. Lo leía todos los días: había honestidad, había originalidad, había frescura. Y también lo que no les cuento. Por su experiencia, era conocedor de que no tenía nada que demostrar a nadie; y además de que lo bueno tiende a hacerse dolorosamente evidente. Algunas cosas, empero, a alguien escuecen. El País baja de graduación, pierde gas, y un poco de aceite. Pero el adjetivo lo encontró Arcadi Espada: es sorprendente.



Vídeo visto en 233º
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El hombre noble mira de frente a la vida: no la teme, no huye de ella. Quien agacha la testa cuando más alta debiera tenerla, cuando las circunstancias le piden un poco de arrogancia, de valentía, una pizca de intrepidez literaria, es necesariamente consciente de que su dignidad queda tocada. Y en ocasiones hundida. Caminar sin detenerse y con premura, con la fatiga añadida de desconocer un puerto donde atracar la maltrecha nave, de alcanzar el cénit de una cumbre inexistente o de lograr una meta razonable y etérea pero innecesaria: es vivir con cierto conocimiento; y averiguar que la muerte de nuestra vida no tiene porque incidir en nuestra existencia; que nuestros pasos pueden quedar interrumpidos, detenidos, casi sin aliento; que no somos dueños más que de nuestros sueños, nuestros pensamientos y su resultado en palabras: no siempre afortunadas ni precisas. Casi nunca suficientes.

10 noviembre 2009

Amistad

¡La amistad! Existen tantos tipos…
La amistad en el trabajo. La amistad en la actividad revolucionaria, la amistad en un largo viaje, entre soldados, en una prisión de tránsito, donde entre el encuentro y la separación discurren sólo dos o tres días, pero el recuerdo de esas horas se conserva durante años. La amistad en la alegría, la amistad en el dolor. La amistad en la igualdad y la desigualdad.
¿En qué consiste la amistad? ¿En una simple comunidad de trabajo y destino? A veces el odio entre miembros de un mismo partido cuyas ideas sólo se diferencian en pequeños matices es mayor que hacia los enemigos del partido. A veces los hombres que van juntos a la batalla se detestan más entre ellos que al enemigo común. Y del mismo modo, a veces, el odio entre prisioneros supera al odio que éstos sienten por sus carceleros.
Lo cierto es que los amigos se encuentran la mayoría de veces entre gente que comparte el mismo destino, la misma profesión, los mismos objetivos, pero deducir de ello que es esa comunidad lo que determina la amistad sería un tanto prematuro.
En efecto, pueden trabar amistad (y se ve a menudo) hombres vinculados por la misma aversión a su profesión. Los héroes de la guerra y del trabajo no son los únicos que tienen amigos; los desertores de la guerra y del trabajo también los tienen. No obstante, sea cual sea la naturaleza de la amistad, la noción de comunidad está en su base.
¿Pueden establecer lazos de amistad dos caracteres completamente diferentes? ¡Por supuesto!
La amistad a veces es una relación desinteresada.
La amistad a veces es egoísta, otras está marcada por el espíritu de sacrificio. Sin embargo, por extraño que pueda parecer, el egoísmo de la amistad aporta un beneficio desinteresado a aquel de quien se es amigo, mientras que el sacrificio de la amistad es esencialmente egoísta.
La amistad es un espejo en el que el hombre se contempla a sí mismo. A veces, mientras conversas con un amigo, te reconoces a ti mismo: es contigo mismo con quien hablas, es contigo con quien te relacionas.
La amistad es igualdad y afinidad. Pero al mismo tiempo es desigualdad y diferencia.
Existe una amistad práctica, eficaz cuando hay un trabajo colectivo, en la lucha común por la vida, por un trozo de pan.
También está la amistad por un ideal elevado, la amistad filosófica entre interlocutores contemplativos, entre personas que trabajan en campos diferentes, cada uno por su cuenta, pero que juzgan la vida con criterios idénticos.
Es posible que una amistad elevada aúne la amistad activa –la del esfuerzo y la lucha- y la amistad de los interlocutores contemplativos.
Los amigos siempre se necesitan el uno al otro, pero no siempre obtienen lo mismo de la amistad. Los amigos no siempre quieren la misma cosa de la amistad. Uno ofrece al otro su experiencia, el otro se enriquece con esa experiencia. Uno, al ayudar a un joven amigo, débil e inexperto, toma conciencia de su propia fuerza y madurez, mientras que el otro reconoce en el amigo su ideal de fuerza, madurez, experiencia. Así, en la amistad uno da, mientras que el otro se alegra por los regalos.
Ocurre que un amigo es una instancia tácita que ayuda al hombre a entrar en relación consigo mismo, a encontrar la felicidad en sí mismo, en sus propios pensamientos que se vuelven inteligibles, tangibles gracias a que encuentran un eco en el alma del amigo.
La amistad de la razón, la amistad contemplativa, filosófica, a menudo exige de los amigos unidad de pensamiento, pero esta afinidad puede no ser total. A veces la amistad se expresa en la disputa, en las divergencias.
Cuando los amigos son idénticos en todos los aspectos, cuando se reflejan el uno en el otro, la disputa con el amigo será una disputa con uno mismo.
Amigo es aquel que justifica tus debilidades, tus defectos e incluso tus vicios; es aquel que confirma tu equidad, tu talante, tus méritos.
Amigo es aquel que, amando, desenmascara tus debilidades, tus defectos y vicios.
La amistad es, pues, aquello que, fundado sobre lo semejante, se manifiesta en las diferencias, las contradicciones, las desemejanzas. En la amistad el hombre aspira a recibir de forma egoísta aquello que él posee. En la amistad el hombre aspira a dar generosamente aquello que posee.
El deseo de amistad es inherente a la naturaleza humana, y aquel que no sepa establecer vínculos de amistad con personas, los tendrá con animales: perros, caballos, gatos, ratones, arañas.
Un ser dotado de una fuerza absoluta no necesita amigos; evidentemente, ese ser sólo puede ser Dios.
La verdadera amistad no depende de que el amigo se siente en un trono o que, derrocado de dicho trono, vaya a dar con los huesos en prisión. La verdadera amistad se corresponde con las cualidades del alma y es indiferente a la gloria, a la fuerza exterior…
Vida y destino, Vasili Grossman, Galaxia Gutenberg.

09 noviembre 2009

Petitum

Piratas, bucaneros, filibusteros, corsarios: gente toda del mismo pelaje, así denominada sólo en función del lugar donde desempeñaban su tarea. Han pasado a la historia con un aura rebelde, heroica, asaz romántica: sin embargo, sólo eran asesinos, ladrones, dipsómanos. Algunos, incluso funcionarios. Pero fuera de toda la tinta corrida en defensa de una causa perdida, una época pretérita, un ideal equívoco: cabe destacar los fuertes correctivos que, por su actividad, se ganaban a pulso. Era famoso, temido y harto frecuente hacer pasar bajo la quilla a semejantes truhanes: castigo que, para corregir delitos graves, consistía en obligar a un hombre atado a cruzar al otro extremo por debajo de la embarcación. Menos conocido, salvo por sus directos destinatarios, en Inglaterra, era el llamado muelle de las ejecuciones: situado en el Támesis, al oeste de Londres, donde se ahorcaba a los piratas y amotinados cuando la marea estaba baja, dejándolos colgados hasta que ésta los cubría tres veces, según la ley del Almirantazgo. Todo esto hoy nos suena a una época asilvestrada, incivilizada, selvática. Pero los piratas de entonces de seguro sabían qué es lo que se jugaban. Y todo parece indicar que en nuestros tiempos de hipertrofia legal y un molesto, por excesivo, diálogo, les han hecho olvidar que en su comportamiento también hay débito, aunque éste esté demasiado atenuado.

06 noviembre 2009

Buena publicidad

Me encantan los anuncios. Son una de mis pasiones, de mis vicios, de mis debilidades. En ellos se dan cita la creatividad, la buena música, inmejorables puestas en escena y, en ocasiones, mujeres de rompe y rasga. Yo incluso podría prescindir del resto de la programación. Creo que existen verdaderas obras de arte en el género. La publicidad del siglo XXI es una mezcla atinada de literatura, música, cine, arquitectura. Y todo ello, además, en pequeñas fragancias. Con la dosis necesaria. En su justa medida.

Una buena muestra de todas estas nobles cosas que cito la tenemos, por ejemplo, en los anuncios deportivos. En ellos se suelen enfatizar las mejores cualidades de sus máximos exponentes: los deportistas. Dándonos la impresión de estar ante algo más que un oficio bien remunerado: ejercicios de sobresaliente prestidigitación, embelecos de ilusionista veterano. Muchas veces, nos dejan sin palabras.

Nike, marca deportiva tan veterana como prestigiosa, siempre se ha caracterizado por la excelencia en su publicidad. Y ha rodado anuncios, sencillamente, con los mejores de cada momento. No sé si recuerdan, seguro que sí, un anuncio realizado en un aeropuerto por la mencionada firma ya hace algunos años. Era un compendio de malabarismos y piruetas varias a ritmo de samba. Aún salivo.



Pues bien: buceando en Youtube, otro de mis vicios nada ocultos, me dio por buscarlo. Y, como habrán comprobado, lo encontré. No estaba solo. Junto a él, silente cual vergonzoso enamorado, estaba su imitación. No me atrevo a decir que de calidad, ustedes juzgarán; pero sin duda exhibe un desmesurado humor por bandera. Castizo. Marca de la casa. Muy nuestro. Sus hacedores eran unos muchachos de la tuna. Sin su atuendo de gala, yo nunca lo habría sospechado. Y, por si fuera poco, ¡el vídeo es reivindicativo! Más no cabe.



Pasen un buen fin de semana. Y gracias por leerme.

05 noviembre 2009

Cosa de dos

Pasan los años e incluso la vida y uno no deja de sorprenderse por determinadas noticias que publican los medios de comunicación relacionadas con el ámbito de la pareja. Se podría llegar a pensar que es algo muy normal porque, al igual que las sociedades, los individuos y sus relaciones interpersonales están sometidos a un proceso de evolución constante. Un proceso, además, invisible, inaudible, prácticamente imperceptible. Aunque luego todo el mundo sepa o diga saber de su existencia, claro.

Yo supongo que en estas cosas del cortejo el hombre comenzó tomando como referente a los animalitos. Aunque desconozco si llegó a miccionar alrededor de la hembra de sus ojos, como hacen los leones, para marcar su territorio e insinuar al resto de los machos de la especie que su leona no se la toca nadie; o si algún día observó atentamente el método del perrito, y se atrevió a emularlo olisqueando con cierto descaro el culito de la perrita y metiéndole luego por salva sea la parte el pirulillo. Pues, como ustedes comprenderán, las sofisticadas penetraciones por vía vaginal, anal o bucal con la anuencia de la interesada sólo pudieron llegar con el paulatino e inmisericorde paso de los siglos. Todo un logro, no me digan.

Estas líneas vienen a cuento de una noticia que alumbraron los periódicos hace unos días. Al parecer existe una exótica especie de arácnido cuyas hembras, además de promiscuas, son ciertamente exigentes. Y si el macho ligón no está por la labor de darlas coba más de cien minutos: se lo zampan. Las tías. ¿Se imaginan algo similar en el ser humano? Ya veo yo a más de uno y de dos espabilados currándoselo con auténtico esmero, como no lo han hecho en toda su vida.

Y es que en estas cosas del amor, sobre todo en potencia, hay que hilar muy fino. Mi caso, por ejemplo, es especialmente particular. Como soy, o me considero, un hombre leído un buen día llegó a mis oídos la existencia de una disciplina llamada Etología. El objeto de la misma es, sencillamente, el lenguaje corporal y su significado. Lo que dice de nosotros involuntariamente nuestro cuerpo cuando nos relacionamos con otras personas. Es una materia sin duda muy interesante, porque todo el mundo desearía saber más de lo que le cuentan. Y es particularmente útil averiguar cuando nos están mintiendo, cuando caemos a alguien como una patada en el trasero o cuando una señorita quiere conocernos, como dicen ellas, más en profundidad.

Aunque he de decir que para ligar a mi estas cosas nunca me han funcionado. A pesar de ser un avezado observador de la naturaleza humana, y no digamos ya de sus hembras. Hay mujeres que se atusan el pelo con muchísima frecuencia, otras que al hablar le toquetean a uno más de lo cristianamente aconsejado e incluso algunas se están quitando motitas imperceptibles o inexistentes de polvo de la chaqueta continuamente, pero eso, aunque a algunos les (nos) parezca suficiente, no significa que estén en jornada de puertas abiertas. Luego, claro, uno termina convirtiéndose en un paranoico. Aunque como he leído por ahí estos días, que alguien sea un paranoico no significa que no lo persigan.

Pero sigamos con las divagaciones y otras cosas muy curiosas, por favor. Hace unos domingos, en el suplemento de ABC, venía un excelente artículo de Rosa Belmonte en el que se afirmaba que a la mujer de hoy le van los tíos que se cuidan, que son todo sensibilidad, con rostros aniñados, delicados, bien rasurados, ¡y que encima se laven con frecuencia! Eso sí: siempre y cuando la moza en cuestión no tenga el período. Porque en este último caso se olvidarán de las convenciones sociales actuales, de los consejos de su madre e incluso de lo que pone la Marieclaire de los eggs, encalabrinándose, cual verracas en celo, cuando vean a un macho de los de toda la vida: aspecto descuidado, muy piloso todo el conjunto y mucho mejor valorado cuanto más dotado esté el espécimen, como en la antigua Grecia, donde hacían concursos de falos cuyo ganador se convertía en una especie de funcionario (de aquí derivan nuestros principios constitucionales de mérito y capacidad para el ingreso en la función pública, digo yo). Claro, que si esa mujer ha tomado la famosa píldora, los machotes estarán abocados al fracaso casi con toda seguridad. Quedándose solitos en la vida. En peligro de extinción. Sin asociación que les ampare… y les pasee.

Por si todo esto fuera poco, viendo al bueno de Punset, me entero de que el estrés es la reacción de nuestro organismo, o de nuestro cerebro en particular, cuando detecta una amenaza a la que no sabe si va a poder hacer frente. Y no sólo eso, volviendo a estas cosas de la pareja, al parecer, ante una situación de estrés reaccionamos de un modo diferente los hombres y las mujeres. Un hombre estresado, por ejemplo, necesitará para hacer frente a esa situación con más garantías estar cerca de su pareja. Esto le reforzará, le dará seguridad (claro, naturalmente, tiene que demostrar a la moza que él puede porque él lo vale). Tener a un amigo cerca, según Eduard, le socavaría la moral. Las mujeres, en cambio, si están estresadas repudiarán a sus parejas. Cuanto más lejos mejor. Prefiriendo estar acompañadas en esos momentos por sus amigas. No lo dijo Punset, pero supongo que éstas sueltan más adrenalina dándole a la lengua, charlando, criticando tal vez a otras amigas…

Por último me gustaría hacer referencia a otro estudio en el que se afirma que tanto a hombres como a mujeres nos pone de buen tono ver a nuestras parejas haciendo las tareas domésticas. Yo creo que aquí la culpa la tienen las películas X que, a falta de argumento y teniendo en cuenta la poca consistencia de sus diálogos (en las que lo hay), están haciéndonos continuos guiños para que vivamos la vida simplificando un poco los trámites. Y que demos, en fin, rienda suelta a todas nuestras perversiones. Aunque nos joda bastante. O sobre todo en este caso.

Muchas gracias por leerme; y muchas gracias por aguantarme. La paciencia es una gran virtud. No la descuiden nunca.

04 noviembre 2009

En los archivos

“La vida va matando literal y metafóricamente todo lo que vas dejando atrás; mata tu infancia y luego a tus mayores; mata los recuerdos y los olvidos; mata lo que fuiste y lo que quisiste ser, mata de verdad, como un rayo furioso, a tu gente querida”; “Tal vez hayamos perdido el tiempo de pensarnos. La pausa necesaria para poder aprender de lo que vivimos” ; “Somos hijos del azar y no controlamos lo que nos sucede, pero si podemos decidir cómo respondemos a eso que sucede”; “El prejuicio, ese virus mortal de la inteligencia, nubla la razón y entumece fatalmente la conciencia”; “la verdadera igualdad llegará cuando las mujeres podamos ser tan tontas como los hombres sin que resultemos más llamativas” Rosa Montero.


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“No podremos saber nunca donde deseamos ir mientras no aclaremos de una vez qué demonios queremos ser”; “A veces resulta conveniente escuchar a los amigos, que no son necesariamente los que dicen lo que uno quiere oír. Esos se llaman pelotas” Ignacio Camacho.


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“La experiencia no es lo que nos pasa, sino la interpretación que hacemos de lo que nos pasa” Aldous Huxley.


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“En dos lugares vive el pasado de los hombres: en la memoria de cada uno de quienes lo vieron, primero; y, cuando ninguno de ello queda, en la escritura, ese paso paciente del recuerdo”; “A partir de cierta edad, la vida de un hombre se resume en el catálogo de sus errores” Gabriel Albiac.


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“Hay tres maneras de adquirir sabiduría: primero, por la reflexión, que es la más noble; segundo, por imitación, que es la más sencilla; y tercero, por la experiencia, que es la más amarga” Confucio


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“La cultura se hace juntándose con aquellos que no hablan nuestro idioma pero que tienen una mirada que puede complementar la nuestra”; “En la vida lo importante es encontrar una mirada” Juan Cruz

03 noviembre 2009

Querido diario

Miércoles, 28 de Octubre. El F.C Barcelona está en León. La prensa local dice que la ciudad es una fiesta; y para desgracia de un madridista, aún escocido por el partido del día anterior, dice bien. En el paseo vespertino observo inquieto que una muchedumbre compuesta en su mayoría por muchachos alborotados se agolpa ilusionada en el culo de San marcos, de donde saldrá, horas más tarde, la plantilla azulgrana, rumbo, seguramente, al único estadio de fútbol cuyo nombre depende del grupo de pánfilos que gobierne el consistorio en cada momento.

A la vuelta del paseo la muchachada ya ha perdido el control sobre sí misma: salivan juveniles sus frescas bocas, y profieren cánticos absurdos animando al equipo grande y denostando al chico, siendo este último, curiosamente, al que debieran sus desvelos.


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Jueves, 29 de Octubre. El Barça ha ganado. Para ellos supuso un partido fácil, cómodo, poco inquietante. Ya en los primeros minutos del partido se veía que la Cultural no iba a ser el tenaz Alcorcón. Jito, el hombre técnico, veloz y prometedor del equipo, se fue apagando con el paso de los minutos. Y con él, lamentablemente, el resto del equipo.

Por la noche toca fiesta, mujeres, algo de despiporre. Gozar de la festividad del novato, en INEF. Ya en mi época de universitario, los discentes nos la tomábamos con bastantes ganas: ¡era la primera!

Como al día siguiente, además, era el día del maestro, y la juventud no tenía clase, daba la impresión de que no se había quedado nadie en casa. Con lo que hay que decir, sin ápice de compungimiento, que la fiesta gustar, gusta. Y bastante, vaya.


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Viernes, 30 de Octubre. Llegué de fiesta a las 7:00. Es lo normal. Como también lo es que esté en dichas circunstancias casi toda la mañana medio sopa en la cama. Pero como había quedado a las 12:30 con mi amigo y compañero de carrera Jose Vicente, tuve que despabilarme y acudir presto a la cita. El lugar de encuentro era la cafetería Pasaje, en el centro. En la misma sirven un café excelente, con rosquillas caseras, adecuadamente azucaradas; y por las mañanas atiende una preciosa camarera morena, con el pelo largo y liso y una sensual figura de bailarina, que acostumbra llevar una camisetilla ajustada con la que se le resaltan retozonas sus vivarachas tetillas, dulces caramelillos pecaminosos.

JV es doctorando en derecho procesal, una de las disciplinas más técnicas de la carrera. Además, es un gran lector. Y un acreditado melómano. Solemos quedar muchos viernes por la mañana para charlar sobre literatura, derecho, música, un poco de mujeres y lo bien o bien jodido que anda el país. Un placer, en líneas generales y particulares.

Por la noche estuve viendo la película Bailando con lobos, que venía con el ABC del domingo anterior. Una película sobrecogedora. Una visión magnífica sobre el fin de un mundo, una cultura, una etnia original que no comprendía el motivo por el que debían terminar sus días. Y una cruel y diáfana moraleja, en la que se enfatiza la poca o ninguna voluntad del ser humano, desde la noche de los tiempos, por tratar de comprender al otro. Ponerse en su lugar. Transigir.


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Sábado, 31 de Octubre. Estoy en el pueblo. A mi hermano le entró el antojo. Y yo, inmerso en un pequeño período vacacional que me he buscado, tenía capricho de paz, y de tranquilidad y de algo de silencio. Hacía unos días que había comenzado a leer Vida y destino, ese gran novelón de Vasili Grossman, y dado su volumen, quería darle un avance considerable. Estoy de acuerdo con la crítica de Alejandro Gándara; aunque, como ustedes comprenderán, esto no tiene absolutamente ningún mérito. Lo tendría, si no fuese absurdo, injustificado y gratuito, discrepar de él. Es un gran libro forjado a base de pequeñas cosas. Pero esas pequeñas cosas, como las pequeñas cosas de la vida, conforman una historia enorme, sumamente interesante; y la terminan convirtiendo en una obra verdaderamente extraordinaria.

Por la noche, mientras mi hermano se acicalaba para la preceptiva juerga, llamaron al timbre. No podía ser mi tía. Y mis padres, mi hermana, mi cuñado y su adorable crío llegarían al día siguiente. Me dirigí a la puerta, no sin cierto titubeo, y la abrí. Me encontré con dos vecinillas del pueblo, de unos diez años, vestidas de brujas. Eran muy guapas, y tenían un aspecto adorable. Después de hacerme un barrido de reconocimiento con sus ojillos de arriba abajo, y supongo que de cerciorarse de que no era alguien peligroso o de apariencia sospechosa, me pidieron amigablemente caramelos.

¿Caramelos? Dije en alto, con mi vozarrón, y flipando un poco (pues eran casi las doce de la noche)

¡Si, caramelos! me repitieron sin miedo, aunque también sin mucha esperanza de sacar nada de provecho. ¡Es que es Halloween!

Ahhhh, acabáramos, enfatice irónicamente (con sonoras carcajadas de las brujillas). Pegué otro vozarrón a mi hermano, a ver si se iba a dar la casualidad de que tuviese caramelos. Pero como no los tenía, y como ustedes comprenderán, se fueron por donde vinieron, sin detenerse a disculpar las molestias.


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Domingo, 1 de Noviembre, Día de todos los Santos. Día en que se realiza o debiera realizar un recordatorio colectivo a aquellos que ya no están con nosotros, a los que ya han llegado a puerto, en bellas y manidas palabras del poeta. Aunque para mí, sinceramente, es sólo una farsa. Hay mucha gente que sólo va a charlar y a pasar el rato. Y mucha otra, de género mayoritariamente femenino, sólo va a lucir palmito

Hace años el cura de mi pueblo iba tumba por tumba rezando lo que tenía que rezar y perdonando lo que tenía que perdonar. El cementerio es bastante grande, pero el buen hombre lo despachaba en apenas un cuarto de hora. Esta circunstancia hacía que no faltase casi nunca ningún familiar. Y que además éstos fuesen asaz puntuales. Por no hablar del buen aspecto que presentaban todos y cada uno de los túmulos, ante la mirada escrutadora, casi detectivesca, de don Faustino.

Pero bien, esto se acabó. No sé si el cura se va haciendo viejo o no le han actualizado los emolumentos, pero el hombre, indudablemente, ya no es el que era. Ahora este siervo de Dios, micrófono en mano, se pone en el centro del cementerio; y suelta aristocrática y velozmente sus oraciones y su minisermón. Resultando de tal despropósito que cuando ha terminado el curro muchos vecinos del pueblo aún no han llegado; y, al hacerlo, terminan soltando denuestos y vituperios a tutiplén contra ese ser puro, y santo, y ciertamente pío que corría atléticamente detrás de los mozos con un garrote cuando antaño rompíamos un cristal de la iglesia con la pelotita de marras. O tempora, o mores!

No sé si por castigo divino, este año el asunto terminó en diluvio. No llovía, del cielo caían calderos. Y dado el escaso espacio destinado a aparcamientos en el cementerio la gente se había trasladado a pie al mismo. Con sus ridículos, inútiles y, en ocasiones como ésta, insignificantes paraguas. Hay que decir, al fin, que terminó todo el pueblo empapado. Yo, por ejemplo, aún tengo los pantalones mojados. Y no sé si de aquí a un año esa impresionante sensación de humedad me habrá abandonado. Incluso hubo un momento en que pensé en echarme a tierra y llegar a casa a nado. Pero desistí del empeño: me rodeaban los naufragios.

Serán casualidades de la vida, seguro: pero sólo se salvó el cura.

Se entiende que estaba sobre aviso.