Qué bueno...
Congestión terrible. Tenue
tentativa de estudio (muy tenue, si somos honrados con el término). El moquillo
resulta llamativamente molesto. Estoy a un tris de cambiar el clínex por un toallero.
Pongo un poco de Chopin: unos nocturnos y la nariz me deja de picar, un vals y
empiezo a creer que el farmacéutico debería cambiar los medicamentos por
ciertos vinilos, unas mazurcas… y todo se desmorona de nuevo. Pongo la tele,
pues no hay alivio en casa del enfermo, y termino de deprimirme. Una película
sobre una madrastra maciza que se tira a todo cuanto se mueve y pone cara de yo
soy rebelde porque el mundo me ha hecho así. Qué bueno es Nadal. En el 24 horas
recuerdan que Mariano ha descubierto la fórmula para que España recupere confianza
(al parecer fundamental en este mundo de sabi(h)ondos economistas que lo
explican todo y no solucionan absolutamente nada): tenemos que ganar la Eurocopa.
Y Vicente dice que por ahí no. Moraleja: ¿del Bosque nuevo ministro de economía
o la historia del charro sociata? Qué bueno es Nadal. Lo intento con la física:
ah, El gran diseño de Hawking. Estuve a punto de cerrarlo cuando en las
primeras líneas del primer capítulo dice algo así: la filosofía ha muerto. Pero,
como comprenderán, no me iba a dejar vencer por un ser tan pretencioso: afirma
poder demostrar científicamente que Dios es prescindible pero ignora el
intangible y misterioso mundo de las subordinadas. Más le valdría haber
empezado por ahí. No me negarán que el fenómeno es mucho más accesible. Las
humanidades y las ciencias han alumbrado a lo largo de toda su historia un
ingente número de mentes verdaderamente cuadriculadas, bien sea con el favor de
las letras, o con la inestimable ayuda de los guarismos. Más tarde, cuando alcanzan
una posición y gloria casi eternas, y no tienen a un esclavo detrás susurrándoles
el recuerdo de su ruin, imperfecta y efímera especie, se lanzan a formular
teorías sublimes, supuestamente incontestables, sobre la base de meras
conjeturas y una tecnología manifiestamente mejorable. Oh, los conocimientos de
hoy, que no son los de ayer, ni serán los de mañana. Me temo que lo del viaje y
las alforjas no se lo han explicado a muchos científicos, no. Por lo demás, el
moquillo, perdón, las secreciones mucosas, ahí siguen; y, ahora mismo, tengo la
cabeza embotada y la sensación de que un tabique se ha interpuesto entre mi yo
interior y su convivencia con lo que le rodea. Así que ahí les dejo,
prometiéndoles, y prometiéndome, volver pronto, y curarme, literalmente, en
salud. Buen fin de semana (dentro de lo que quepa). Y sí, ya sé que me repito,
pero qué bueno es Nadal.