Píldoras
El adiós de Rubalcaba. Lo
considero un político de altura, un político de raza y, probablemente, un político
de los que cada vez quedan menos. No es fácil encontrar en el actual panorama a
alguien tan bien formado. Con una visión razonable y sensata de lo que es, ha
sido, y debe seguir siendo el país en el que vivimos. De talante conciliador y
sereno. De mirada astuta y sagaz. Y con aspecto de saber más de lo que habla y
hablar menos de lo que sabe, que es exactamente lo contrario a lo que hace un
porcentaje incuantificable, pero en todo caso elevadísimo, de todo de país. Se
le asocia con cuestiones turbias del pasado y con algunas del presente, pero
más allá de la literatura detectivesca, conspiranoica y amarillenta que da
forma y sustento a algún rotativo de enjundia, creo que su formación lo va a
echar mucho de menos. Y no digamos los demás. Sobre todo ante la evidente
avalancha de zapateritos ágrafos, ignaros y espabilados locuaces sabelotodo
que se nos viene encima. Hay muchas personas con ese rotundo aspecto de venir
ya de vuelta sin ni siquiera haberse ido. La lógica más básica y elemental no
les llega para concluir que se han saltado un importante paso.
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La selección española de fútbol.
No se hace leña del árbol caído, y el manido “no pudo ser”, tan futbolístico
como sentimental, podrían resumir el análisis mínimamente ponderado de todo
profesional. Pero como yo no soy profesional, Dios me libre, ahí va el mío. La
revolución, de haberla, ha de empezar por el banquillo: fuera la aristocracia
(y que cada cual lo entienda como guste). La edad y el bloque es una cuestión
fundamental. Tanto que, en su día, sirvieron para dejar fuera a uno de los
mejores futbolistas de todos los tiempos. Si hay que dejar paso a una nueva
generación de futbolistas, quizá no sea descabellado pensar que sean
incompatibles con el viejo cuerpo técnico. Vicente del Bosque se ha retratado más
por alguno de sus hechos, que por todas sus melifluas palabras, siempre tan
bien acogidas por la babeante, selectiva y prejuiciosa prensa deportiva de
nuestro país. Su gesto con Villa,
inmediatamente justificado (faltaría). Y esta frase maravillosa, profunda y nada
sutil que lo retrata tal y como lo trajo su madre al mundo: yo pienso en todosy los jugadores sólo en ellos. Ah, con el ego del marqués hemos topado. La
guinda, no obstante, es jurídica: contra facta argumenta non valent.
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Hace justo un año. Con un mensaje de
móvil fruto de la impaciencia y la irreflexión, de la desesperada espera y la
continua postergación, de un frustrado anhelo de proximidad física imposible de
soslayar, tal vez de la terrible situación económico-laboral que rodea, influencia y a veces
incluso asfixia a quienes la padecen o padecemos, y quizá hasta de pequeños y probablemente
absurdos problemas no hablados que fueron creciendo imperceptiblemente como una
bola de nieve, o como esa gota de agua que paulatinamente va llenando un vaso
que se colma y desborda en el momento menos esperado, de un modo, pues, abrupto
y descarnado, sin consideraciones a algún buen momento del pasado, ni alusiones
a una mínima cordialidad que, además de civilizada, sostiene pacífica y
educadamente la convivencia entre las personas, una bonita, y para mí
estimulante, relación de amistad, llegó a su anticipado final. No hay, o al
menos no conozco, máxima poética ni filosófica alguna que describa siquiera
aproximadamente mi profunda tristeza.