No perder los referentes (ni las referencias)

Esta pinta de chico de formalito, al lado de mi padre, en el cumpleaños de mi hermana el pasado Domingo, supongo que cambiará en ciertos matices el próximo fin de semana en la despedida de soltero de mi primo, en Salamanca, vaquilla mediante. Yo propuse quedar el fin de semana antes de la boda para tomar un té con pastas por León. Lo encontraba mucho más juicioso, mucho más saludable, y mucho más económico. La ocurrencia fue acogida con gran algarabía. Una gracieta de Javi, pensarían. Desconozco por completo si se habrían reído del mismo modo si llegan a saber que hablaba absolutamente en serio. Uno ya no tiene edad para huir de determinados bichos, participar en pseudoguerrillas de pelotitas de pintura, ni ver tetillas por doquier (bueno, quizá para eso, sí). Mi forma física es manifiestamente mejorable. Y ya hace bastantes años que mantengo un trato mucho más íntimo, directo e infinitamente más provechoso con los libros que con los variopintos especímenes que frecuentan el ambiente nocturno. Creía, pobre, estar curado en salud. Y me voy a ver inmerso en una especie de American Pie autóctono. Si vivo para contarlo, y no terminamos en el Hospital o en Comisaría, prometo ponerles al corriente. Si bien comprenderán que me ahorre los detalles más tórridos, sórdidos o escabrosos que acaezcan. Por pura higiene digital, ya saben.