El opositor.
El opositor es un modo de vida, pero no uno cualquiera. Hay tantos modos de vida como vidas mismas. Lo que diferencia unos de otros, son minucias, nimiedades, bagatelas, pequeñeces insignificantes e inapreciables.
Pero la condición de opositor, a diferencia de otras condiciones, no se tiene por gusto. No se alcanza tras ingentes esfuerzos. No se persigue como a una muchacha de braga pública. No se desea como la trucha al trucho. No se anhela como la bella a la bestia. No se requiere como la verga a la almeja. La condición de opositor, es un remedio irremediado a los problemas irresolutos.
El opositor es aquel que vive sin vivir en él, lo cual es normal hasta cierto punto. Vivir con uno mismo es harto complicado. Vivir de uno mismo, necesario. Vivir en uno mismo es, improbable, pero posible. El opositor se ve obligado a dialogar, razonar y elucubrar con su indomeñable ego de continuo y, claro, termina por confundirse con tanta pregunta muchas veces sin respuesta.
La gente al verle se pregunta si esta aquí, entre nosotros, o vive en un mundo paralelo. La verdad es que vivir en otro mundo, de vez en cuando, no tiene nada de malo, pero claro, tampoco sabemos si eso es del todo bueno. Dado que dedica o, debería, gran parte de su tiempo a lo que se viene llamando estudio -lo cual se podría llamar de muchas otras maneras sin dejar de ser lo mismo-, por derecho natural, le corresponde dedicar menos tiempo a otras cosas.
El opositor no tiene aficiones, vive por y para estudiar. No realiza actividad deportiva alguna, pues la misma, puede provocar deslizamientos de las ideas tan firmemente consolidadas, si acaso, deporte de pesca sin licencia, anzuelo o río donde pescar, con lo que así, mal va, pues de todos es sabido que el opositor no pesca, en el mejor de los casos le pescan, si se deja, claro.
Cuando el opositor ya tiene arraigo, caché y estatus, le crece la barriga. Esto son condicionantes de la condición, claro está. Al muñeco de madera mentirosón le crecía el ñarigón y, al opositor que se refocila, le crecerá tanto la barriga, que no se verá la pilila. Diréis que últimamente no frecuento la poesía y, diréis bien.
El despiste, muchas veces sobrecargado, del opositor, le proporciona una visión fantasmagórica de la realidad que, es su realidad, la que él ve y con la que él vive. Muchos no le comprenderán, ni lo intentarán. Otros se extrañarán. Algunos le ignorarán. Pero él seguirá su sino angosto e indefinido, sin mirar atrás a diferencia de la mujer de Lot, sin vacilar en su empeño como Edmond Dantés en el castillo de If, sin cuestionarse la naturaleza de sus pasos como Jean Baljean y con la misma mágica fortaleza con la que el coronel Aureliano Buendía llevo a buen puerto sus entusiastas anhelos.
Estamos de nuevo y como cada semana, principiando la despedida de otro nuevo comienzo y, como tal, hasta aquí llegaron hoy nuestros pasos. Ser buen@s. A veces, “dormir es distraerse del mundo” –Borges dixit- a ello voy.
Pero la condición de opositor, a diferencia de otras condiciones, no se tiene por gusto. No se alcanza tras ingentes esfuerzos. No se persigue como a una muchacha de braga pública. No se desea como la trucha al trucho. No se anhela como la bella a la bestia. No se requiere como la verga a la almeja. La condición de opositor, es un remedio irremediado a los problemas irresolutos.
El opositor es aquel que vive sin vivir en él, lo cual es normal hasta cierto punto. Vivir con uno mismo es harto complicado. Vivir de uno mismo, necesario. Vivir en uno mismo es, improbable, pero posible. El opositor se ve obligado a dialogar, razonar y elucubrar con su indomeñable ego de continuo y, claro, termina por confundirse con tanta pregunta muchas veces sin respuesta.
La gente al verle se pregunta si esta aquí, entre nosotros, o vive en un mundo paralelo. La verdad es que vivir en otro mundo, de vez en cuando, no tiene nada de malo, pero claro, tampoco sabemos si eso es del todo bueno. Dado que dedica o, debería, gran parte de su tiempo a lo que se viene llamando estudio -lo cual se podría llamar de muchas otras maneras sin dejar de ser lo mismo-, por derecho natural, le corresponde dedicar menos tiempo a otras cosas.
El opositor no tiene aficiones, vive por y para estudiar. No realiza actividad deportiva alguna, pues la misma, puede provocar deslizamientos de las ideas tan firmemente consolidadas, si acaso, deporte de pesca sin licencia, anzuelo o río donde pescar, con lo que así, mal va, pues de todos es sabido que el opositor no pesca, en el mejor de los casos le pescan, si se deja, claro.
Cuando el opositor ya tiene arraigo, caché y estatus, le crece la barriga. Esto son condicionantes de la condición, claro está. Al muñeco de madera mentirosón le crecía el ñarigón y, al opositor que se refocila, le crecerá tanto la barriga, que no se verá la pilila. Diréis que últimamente no frecuento la poesía y, diréis bien.
El despiste, muchas veces sobrecargado, del opositor, le proporciona una visión fantasmagórica de la realidad que, es su realidad, la que él ve y con la que él vive. Muchos no le comprenderán, ni lo intentarán. Otros se extrañarán. Algunos le ignorarán. Pero él seguirá su sino angosto e indefinido, sin mirar atrás a diferencia de la mujer de Lot, sin vacilar en su empeño como Edmond Dantés en el castillo de If, sin cuestionarse la naturaleza de sus pasos como Jean Baljean y con la misma mágica fortaleza con la que el coronel Aureliano Buendía llevo a buen puerto sus entusiastas anhelos.
Estamos de nuevo y como cada semana, principiando la despedida de otro nuevo comienzo y, como tal, hasta aquí llegaron hoy nuestros pasos. Ser buen@s. A veces, “dormir es distraerse del mundo” –Borges dixit- a ello voy.