Metrosexuales.
Este año se lleva el rollo gay. Lo he notado, oído, olido, sentido, que no tocado y, al final, lo he visto. Hay que ver, después de mirar, lo que traen las nuevas tendencias de moda estética y dermoestética. Uno va de sorpresa en sorpresa, como nuestra Isabel, al enterarse de los exóticos gustos de aquel can, que comía mermelada a morro mientras la adolescente le/se limpiaba los bigotes.
Nos estamos afeminando, dulcificando, sensibilizando. El hombre de hoy es, un ser ingénito de amor conyugal. Antaño, no nacíamos fruto del amor, sino de una obligación laudatoria dominical que, cada párroco de turno, se encargaba de promulgar con asaz tesón, digamos, que se follaba por mandato divino, se follaba como Dios manda, que no era poco –ni en cantidad, ni en calidad-. Hoy día, somos los hijos, la descendencia y el producto del destape, dicho lo cual, nos lleva a pensar que tampoco somos progenie del amor, más bien, somos hijos de un polvo de noche, pues éste, es de menos rigor que el matutino y, por lo visto, mucho mas productivo. Los hijos del futuro vendrán de París y, como todos sabéis, llegarán en Ave -como vaticinó Rajoy-, a todas y cada una de nuestras ciudades. Yo, creo que voy a ir encargando uno.
Todo éste pequeño exordio o introito que no proemio, nos puede servir para ir enfocando lo actual, lo chic, lo mal que bien de nuestra lejana onda de pasarela de barrio.
El metrosexual es un hombre de nuestra época, nacido en ella y de ella. Esto no es baladí, pues a un metrosexual en la Florencia del renacimiento, tratarían de enfocarle su visión estética, metiéndole en un enorme caldero de bronce a fuego lento en plaza pública con público. Un metrosexual de nuestra pasada dictadura, sería sólo una mitad de metrosexual, pues la otra mitad, se quedaría dentro de un armario benemérito. Pero hoy los tiempos han cambiado, para mejor, peor o, según los casos y las cosas.
Hoy el metrosexual se cotiza. Sin necesidad de pasar por armario. Ellas quieren, desean y anhelan al metrosexual. El metrosexual, es un hombre refinado, estilista y estético. Sin duda, sibarita. Cómo no, educado. Por supuesto, muy aseado, casi limpio. Suelen ser narcisistas, como si se deleitasen con su continuo reflejo en el que nunca se contemplan.
Las modas cambian, ellos son más como ellas y, ellas, son más como ellos. Con tanta paridad promulgada por los pseudoprogres, se ha producido un desbarajuste roborado por el decálogo de los cánones estilísticos actuales. Como resultado, tenemos un elenco de híbridos pululando por doquier.
El metrosexual de manual no se cuida por él, se cuida por los demás y para los demás. Es una especie de esnob que necesita para su autoaceptación y autocomplacencia, el placet y bendición de su entorno. El está en la moda, porque él es la moda.
Un chico normal, de barrio, como un servidor, saldría de fiesta con unos vaqueros y una camiseta. Pero el metrosexual no, pues no es suficiente. A ellas les encantan, porque, repito, son casi como ellas. El metrosexual no sólo viste como ellas quieren, también piensa como ellas, va a donde ellas, come, bebe, fuma y folla, cómo ellas quieren o desean. Va a la peluquería por obligación deontológica con los de su gremio, y yo con estos pelos. Incluso es capaz de hablar de determinados cortes de pelo con y para regocijo y refocilo de ellas. Por supuesto, tienen prohibido dentro de la retahíla de temas a tratar, los deportes, los coches o, el tamaño del busto de las mujeres, aunque piensen más en tetas que un servidor, que se imagina en tanga incluso a los teleñecos. Es pues, un mundo de apariencia, de fingimiento estético hipersensibilizado. Pero a ellas les gusta.
El metrosexual va todo él complementado, o sea, a juego. Verbigracia, no pueden salir a la calle con sus zapatillas rojas, si por avatares del destino, tienen el tanga del mismo color en la cuerda. Del mismo modo, es obligatorio echarse en la cocorota ese producto brillante y pegajoso –como el gel fijador de la comedia “Algo pasa con Mary”-pues claro, un metrosexual despeinado, es un cuasimetrosexual y, las medias tintas no gustan.
Pero lo que mas me molesta de la condición de tal, no es su olor, apariencia, comportamiento, cultura, lo deseados que resultan a las mujeres… No, lo que más me molesta de ellos, es que yo, jamás podría ser como ellos ;) un saludo Chat@s.
Nos estamos afeminando, dulcificando, sensibilizando. El hombre de hoy es, un ser ingénito de amor conyugal. Antaño, no nacíamos fruto del amor, sino de una obligación laudatoria dominical que, cada párroco de turno, se encargaba de promulgar con asaz tesón, digamos, que se follaba por mandato divino, se follaba como Dios manda, que no era poco –ni en cantidad, ni en calidad-. Hoy día, somos los hijos, la descendencia y el producto del destape, dicho lo cual, nos lleva a pensar que tampoco somos progenie del amor, más bien, somos hijos de un polvo de noche, pues éste, es de menos rigor que el matutino y, por lo visto, mucho mas productivo. Los hijos del futuro vendrán de París y, como todos sabéis, llegarán en Ave -como vaticinó Rajoy-, a todas y cada una de nuestras ciudades. Yo, creo que voy a ir encargando uno.
Todo éste pequeño exordio o introito que no proemio, nos puede servir para ir enfocando lo actual, lo chic, lo mal que bien de nuestra lejana onda de pasarela de barrio.
El metrosexual es un hombre de nuestra época, nacido en ella y de ella. Esto no es baladí, pues a un metrosexual en la Florencia del renacimiento, tratarían de enfocarle su visión estética, metiéndole en un enorme caldero de bronce a fuego lento en plaza pública con público. Un metrosexual de nuestra pasada dictadura, sería sólo una mitad de metrosexual, pues la otra mitad, se quedaría dentro de un armario benemérito. Pero hoy los tiempos han cambiado, para mejor, peor o, según los casos y las cosas.
Hoy el metrosexual se cotiza. Sin necesidad de pasar por armario. Ellas quieren, desean y anhelan al metrosexual. El metrosexual, es un hombre refinado, estilista y estético. Sin duda, sibarita. Cómo no, educado. Por supuesto, muy aseado, casi limpio. Suelen ser narcisistas, como si se deleitasen con su continuo reflejo en el que nunca se contemplan.
Las modas cambian, ellos son más como ellas y, ellas, son más como ellos. Con tanta paridad promulgada por los pseudoprogres, se ha producido un desbarajuste roborado por el decálogo de los cánones estilísticos actuales. Como resultado, tenemos un elenco de híbridos pululando por doquier.
El metrosexual de manual no se cuida por él, se cuida por los demás y para los demás. Es una especie de esnob que necesita para su autoaceptación y autocomplacencia, el placet y bendición de su entorno. El está en la moda, porque él es la moda.
Un chico normal, de barrio, como un servidor, saldría de fiesta con unos vaqueros y una camiseta. Pero el metrosexual no, pues no es suficiente. A ellas les encantan, porque, repito, son casi como ellas. El metrosexual no sólo viste como ellas quieren, también piensa como ellas, va a donde ellas, come, bebe, fuma y folla, cómo ellas quieren o desean. Va a la peluquería por obligación deontológica con los de su gremio, y yo con estos pelos. Incluso es capaz de hablar de determinados cortes de pelo con y para regocijo y refocilo de ellas. Por supuesto, tienen prohibido dentro de la retahíla de temas a tratar, los deportes, los coches o, el tamaño del busto de las mujeres, aunque piensen más en tetas que un servidor, que se imagina en tanga incluso a los teleñecos. Es pues, un mundo de apariencia, de fingimiento estético hipersensibilizado. Pero a ellas les gusta.
El metrosexual va todo él complementado, o sea, a juego. Verbigracia, no pueden salir a la calle con sus zapatillas rojas, si por avatares del destino, tienen el tanga del mismo color en la cuerda. Del mismo modo, es obligatorio echarse en la cocorota ese producto brillante y pegajoso –como el gel fijador de la comedia “Algo pasa con Mary”-pues claro, un metrosexual despeinado, es un cuasimetrosexual y, las medias tintas no gustan.
Pero lo que mas me molesta de la condición de tal, no es su olor, apariencia, comportamiento, cultura, lo deseados que resultan a las mujeres… No, lo que más me molesta de ellos, es que yo, jamás podría ser como ellos ;) un saludo Chat@s.