Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

Correspondencia: fjsgad@gmail.com
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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

31 mayo 2010

Los de siempre, lo de siempre, hasta siempre, como siempre

Impuestos: políticamente incorrectos, socialmente indeseables, de filiación indeterminada. Se grava el consumo, se grava el ahorro, y ahora el pueblo, con ingenua intención, pide que se grave a los banqueros, grandes beneficiarios en la época del desmadre. Preguntados al respecto los ilustres economistas: malas caras, risas sardónicas, actitud complaciente con los poderosos bribones. Sacan a la luz la socorrida incidencia del impuesto, pero no la explican: ¿en forma, tal vez, de una mayor contracción del crédito? Venga hombre. Y alegan, manifiestan, exponen, argumentan que sería como gravar más a un buen médico por hacer bien su trabajo y haberse enriquecido con él. Y que sería como gravar más a un buen abogado por defender bien a su cliente y haberse lucrado nada obscenamente con él. Olvidando, no sé si por descuido gremial o Alzheimer corporativo, que con lo que se benefician estos señores no les pertenece: debería estudiarse, pues, en el ámbito respectivo, esta llamativa disponibilidad libertina.


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Relatividad: dícese de cuando se tiene en cuenta el resultado de los sondeos, despreciándolo a capricho, con mohines y pucheros de disgusto, cuando no gusta y desde luego no conviene.


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Preocupado por hacer frente a la crisis y porque su zarpazo no merme sus rebosantes bolsillos cuida de su negocio igual o mejor a como un día habría querido cuidar de sus hijos. De aspecto huraño, taimado y poco simpático recibe a sus numerosos clientes con los ojos abiertos y la despensa cerrada. Hubo una época en la que estaba penado no cenar en su tasca, y resultaba caro, extravagante y penoso sentarse a comer en casa. A una caña pelada la acompañaban tres platos vistosos, y el desayuno rico y barato, la verdad, al paladar resultaba grato. Pero ahora la economía no está bien, los españoles no estamos bien, los irreductibles bares no están bien, y al buen hombre no se le ocurre mejor cosa que subir los precios y bajar las tapas. Es de suponer que, en una suerte de economía invertida, pretende que gastemos más habiendo consumido menos.


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En mi modesta opinión, el desafortunado comienzo en la columna de hoy, del grandísimo periodista de ABC, don José María Carrascal:

“Si quisiéramos una estampa de la España de nuestros días, ninguna mejor que la que nos ofreció el último festival de Eurovisión: una melodía equivocada -hoy se llevan las baladas románticas, no el kitsch-, un intérprete mediocre -David Diges sólo sirve para andar por casa-, un nacionalista estropeando el espectáculo -Jaume Marquet con su barretina- y uno de los último puestos de la clasificación, el 15”.

De melodía equivocada, nada. Era un tema bonito, pegadizo, con un toque sentimental, y de esos que entran a la primera. En este tipo de festivales, hay que tumbar de un golpe, y es sabido que no tienen cabida esas grandes canciones que gustan más cuanto más se escuchan. Además, seguía la “pauta eurovisión”, con el manido “in crescendo”, y un despliegue vocal más que relativamente aceptable. David Diges, y conste que escuché al hombre y a su criatura por vez primera la noche del festival, de mediocre, nada. Hay que ser muy profesional para que ante una interrupción semejante, ni se inmute, ni desafine: como sí hicieron, en cambio, otros más valorados. A mí, sinceramente, me dio mucha pena que un anormal mayúsculo le estropeara la actuación, sueño al que había dedicado parte de su vida. Sencillamente, no tenía derecho. Y en cuanto al puesto, huelga decir que fue injusto, incorrecto. Es la mejor canción y el mejor representante que hemos tenido en los últimos años. Para mediocre el tema y la ganadora del festival, mona, jovencita y ciertamente salerosa: he aquí una prueba diáfana de la tendencia en el hombre a valorar más el talante que el talento.

Y yo pensando que estas cosas sólo ocurrían en España…

27 mayo 2010

Formas

Mañana íntegra dedicada a la firma de contratos festivos, calurosos, siempre rigurosos. Uno de mis compañeros, el bajista, que solía encargarse de dichos menesteres, no podía en esta ocasión, y me ha tocado a mí visitar a nuestros queridos representantes. Por lo general, suele tratarse de gente que me desagrada mucho y que no me incomoda menos. No son educados, son desconfiados y, sobre todo, asaz desagradecidos, siempre teniendo en cuenta que ellos no son los que tocan y que se llevan un porcentaje nada desdeñable simplemente por conseguir los favores de un alcalde de pueblo, normalmente pisándoselo a otro compañero del gremio piraña. Pero en esta ocasión, empero, todo fue distinto. Dos chavales jóvenes y majos, aunque no necesariamente por este orden, llevan una sociedad llamada Espectáculos León, dedicada a la contratación de delicias musicales de verano (por decirlo a lo fino, vamos). No son usureros, ni aprovechados, ni jetas. Y son músicos, y además buenos músicos, en activo. Supongo que por eso mismo no se dedican a explotar al personal con la más afable de sus sonrisas, como sí hacen otros. Estuvimos charlando un rato, a uno de ellos le sonaba mi cara, y se empeñaba en afirmar que habíamos coincidido en el conservatorio. Aunque, la verdad, lo creo poco probable, porque me sacaba por lo menos diez años. En cualquier caso, da gusto caminar por un mundo educado. No importa el ámbito en absoluto. Lo que importa son siempre las formas. Y éstas el personal las descuida así que tiene un poco de mundo recorrido, que digo yo que para eso más vale no recorrerlo nunca. Supongo que la gente se vuelva artera con los reveses que la vida suelta a diestros y siniestros. Pero en mi opinión, eso no sirve como justificación, sino que dice mucho de la verdadera catadura de las personas, y de su auténtico nivel frente a las adversidades, que es donde se ve muy clarito quien vale y quien va por la vida con una fachada de cartón, a la intemperie de lluvias y otras circunstancias verdaderamente reveladoras. Me despedí encantado. Y prometieron acudir a vernos en alguna ocasión. Aunque dada su propia carga de trabajo, tampoco lo veo muy probable, y no creo mojarme mucho si las llamo promesas de esas que se las lleva el viento. Viento que sopla sin descanso. Y si no…que se lo digan a algunas mujeres. Y, bueno, seamos justos, también a algún que otro golfo.

26 mayo 2010

La necesidad del cambio

Al Santiago Bernabéu vuelven los galácticos como los turrones lo hacen a casa por Navidad. Parece que Manuel Pellegrini, el llamado Wenger chileno, a pesar de su talante y de su talento, no ha cuajado en el banquillo blanco. Empezó el año futbolístico como el hombre ideal para el equipo ideal. Había realizado una temporada pasada notable con el Villarreal, y se debió de pensar que si era capaz de ofrecer esos resultados en un club con un vestuario, un sueldo y unos utilleros tan modestos, qué no lograría en el equipo más laureado del mundo (en el siglo pasado, claro). Tenía el del semblante tristón sobre la mesa una serie de nombres verdaderamente estupendos, y su labor, simplemente, se concretaba en hacer de ellos un conjunto igual de estupendo. Pero, como saben, su atractiva propuesta se perdió, se difuminó o se malinterpretó. La camiseta blanca pesa mucho y vale muchísimo más de lo que pesa. Y esto no es sólo mera propaganda. Aunque desde luego no lo comprenda todo el mundo. Esta es una de las razones por las que en el Madrid casi nunca funcionan las promesas, y terminan diluyéndose como pequeños azucarillos en grandes tazas de café. Será la presión, será el compromiso o será el respeto que provoca en los principales actores ese miedo escénico que acuñó el filósofo deportivo don Jorge Valdano, pero el caso curioso, más penoso que doloroso, es que a pesar de los reiterados y abultados desembolsos anuales algo en la máquina pretendidamente infalible y presumiblemente imbatible no funciona. Del entrenador chileno se ha dicho que no tiene carisma, cuando todo el mundo sabe que en el Madrid se necesita un mindundi chitón que no sea respondón; se le ha tildado de hombre meramente contemplativo, sabiendo, como sabemos, que en un vestuario de señoritos tan delicados la mano firme ha resultado de pésimo remedio para enfermedades intratables. Y ahora, llega José Mourinho: un hombre hecho a sí mismo. Yo no sé si con él el Real Madrid será capaz de desplegar un juego atractivo, si ganará títulos o si volverán a hablar del mismo en Europa, pero sí estoy totalmente convencido de que conseguirá forjar un estilo de juego propio y claramente definido: una carencia no poco importante en el historial clínico de las últimas temporadas. Porque si algo tienen claro el míster portugués y algún otro, es que un equipo sin personalidad, en la cancha, haciendo uso de una alegre metáfora, es como un pollo sin cabeza. Y por eso esta tarde mientras escuchaba el dardo en La Brújula de Alsina, presentando Camacho al nuevo técnico como la gran esperanza blanca, no he podido dejar de pensar que es una verdadera lástima que, en vez del equipo merengue, no haya fichado a PePe el Gobierno de España.

PD: esperemos que el Mundial lo gane España.

21 mayo 2010

Sublime sin interrupción

La prensa española tiene algo que la embellece, que la eleva de categoría y que la distingue en un panorama mediático internacional de resabiados protervos e intelectuales de tómbola. El género es chico de espacio pero de grande calado. Lo que siendo viene y seguirá siendo todo un clásico. La columna. Que es guinda de pasteles, ornamento de orfebres y fina lencería de hembras nada pacatas.

Cuando ya hace algunos años comencé a leer periódicos, esas hojas en apariencia tediosas que los jóvenes de entonces creíamos cosa de papas serios, papas pantuflos y papas fumadores, me saltaba cual gato escaldado las aún más tediosas páginas de opinión. Las creía paja que esconde grano, armario que oculta amantes, relleno que abulta bulto abultado. Pero los años pasan, la vida pasa, y las personas cambiamos. No sé si para bien o para mal, pero cambiamos, que es lo que a veces importa. Y así, un buen día, cursando quinto de derecho, escuchando a un jurista con vestimenta, lengua y coronilla de filósofo, me entraron unas ganas enormes de asomarme a esa sección de y para mayores. Y, desde luego, no me estoy refiriendo a esos anuncios de muchachas juguetonas que alquilan sus habilidades libidinosas.

De la primera columna que leí nada en claro ni en oscuro saqué de ella. La firmaba don Francisco Umbral. Yo no entendía nada, pero ustedes comprenderán que para mi joven mente y jóvenes entendederas no podían pasar desapercibidos determinados términos, o sea. Su dominio del léxico, su desparpajo temático, su envidiada cadencia y su inigualable originalidad lo convertían, como supe más tarde, en maestro de maestros del género. Aunque cuando empecé a comprender que Umbral era el más grande, su genio, su figura y su vida ya casi agonizaban. El día que se extinguió como escritor y como persona, prácticamente al unísono, masticando aquellas uvas doradas, dejaba un vacío en apariencia irrellenable, irremplazable e inigualable. Era un día de luto para el lector de periódicos, para quien la literatura le tiene secuestrado, para quien leía la prensa comenzando por la última página. Y no eran precisamente pocos.

Sin embargo, hay que decir que caído el rey, y gozando este país de múltiples dicharacheros, a alguien había que sentar en el majestuoso trono. Y ya por aquel entonces, había un periodista entre todos que dotaba a sus columnas de una esencia diferente, de un sabor verdaderamente especial. Sus artículos, como afirma don Fernando Sánchez Dragó, eran y son literatura en estado puro. De lenguaje riquísimo, elegante sintaxis y una claridad de ideas y firmeza de principios sin parangón en el actual panorama plumífero, don Ignacio Camacho, con bastante evidencia, marcaba claramente las diferencias.

El columnista de Marchena, aclarador de ambigüedades, denunciador de latrocinios, perseguidor de zotes y azote sarcástico, irónico e ingenioso de conspicuos beocios, todo un Quevedo contemporáneo, deja su indeleble y significativa rúbrica en el agua, a diario, en el diario ABC. Y lo hace todos los días, sin descanso, como compromiso con el fiel lector que, con asiduidad, deposita religiosamente el precio del periódico en el quiosco más cercano. Quien se asome a su espejo encontrará poesía, cultura, emociones, pensamiento. Un lujo impagable con el que afortunadamente enriquecemos nuestro escuálido y depauperado raciocinio, siempre tan contaminado por los perniciosos y abundantes gases mediáticos del lenocinio.

Este martes 18, el hombre que lanza los venablos más rápidos y acertados de nuestro particular Oeste, fue distinguido, a manos de un jurado presidido por don Víctor García de la Concha, con uno de los galardones más prestigiosos de toda la Prensa española: nada menos que con el Mariano de Cavia, por su sobresaliente artículo La enfermedad del olvido. Tal vez el reconocimiento más elevado que a un animal plumífero de auténtica pata negra pueda hacerse.

Los premios dignifican su objeto. Clasifican. Diferencian. Cierran muchas bocas. Y, como dicen en mi barrio, sólo queda decir una cosa: el que vale, vale. Y dicho queda, vaya.

Pasen, como siempre, un buen fin de semana.

Gracias por leerme.

20 mayo 2010

Breve crónica de una breve despedida

Serie entrañable, cómica y familiar abandona barco a la deriva por cansancio de la tripulación y decepción de los pasajeros. Lo que bien empieza no siempre bien acaba. Comedia, drama, thriller, ¿terror? El roce hace el cariño y extraños compañeros de cama. De su esencia inicial ya no quedaba nada apreciable: el cebo había sido devorado por el tiempo. La comicidad ideal, motor y bálsamo en un mundo opaco, ni estaba ni se la esperaba. Se quiso suplir la falta de buenas ideas con rostros de revista pero el fondo del proyecto se les quedó en la superficie. A veces pretender evitar la redundancia lleva inexorablemente a caer en ella. El comisario se hizo viejo y el viejo protagonista se hizo comisario; el caso de la temporada con los cabos sueltos y algunas relaciones sentimentales de última hora con ellos demasiado atados. No hubo masacre, no hubo emoción, no se hizo justicia a una trayectoria que siempre ha causado sensación. Un capítulo final triste, desabrido, predecible y precipitado pone un marco desvencijado a lo que, en líneas generales, había sido un bonito cuadro.

18 mayo 2010

Visca, Arcadia, convivencia, ajajá

Respecto al último campeón de liga tal vez convendría aclarar ciertos aspectos que consolidan la imagen y reputación de un grande:


La mezcolanza de deporte y política es hórrida, y además escandalosa si el objetivo es encumbrar a nivel personal a un trepa.

Las formas, los pequeños detalles, conforman siempre la diferencia: la verdadera talla nunca se mide a ojo.

Un estilo de juego elegante, rápido y atractivo es ideal y sumamente elevado, pero no ha sido esa la pauta general durante todo el año.

La prensa deportiva deja bastante que desear, y no sólo por la distribución de las comas (que diría Albert de Paco). Minutos antes de la semifinal en Milán, en la radio hablaban de un equipo formado por dioses y de un argentino al que se refirieron con el apelativo de su majestad. Entiendo que las babas de los reporteros les impidieron cuajar un buen encuentro.

En el partido de vuelta, y habiendo perdido el objeto de sus anhelos en el único lugar donde podían haberlo ganado, empero, todo fue más humano. La ira y la envidia, concretadas en Valdés y los sofisticados aspersores del campo (en funcionamiento aún no se sabe si por mano humana o perversidad divina), trazaron un somero bosquejo de la filosofía incardinada en su curioso libro de estilo.


Por lo demás, es un placer ver los partidos de fútbol del equipo del gobierno. Y lo que esa categoría al parecer conlleva.


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“Quien desee que casta su esposa sea,
antes será fiel, pues fiel a fiel apela;
luego, será tal que de él sea digna ella;
siempre entero, la honrará si persevera.

Ningún devaneo, ni rigor sin causa;
ni pensamiento inquieto, ni razón negada;
ni secreteos ni espìas, ni ciego a las fallas;
nada de mano dura, nada de rienda larga.

Lejos de toda falta, de toda experiencia vana,
ha de aplicarse uno, y el otro subyugarla:
permitir buenas compañías, alejar las malas
y huir de las malas lenguas, que en el vicio se solazan.

Hecho esto, nada más hagas, y deja el resto
a la naturaleza, la fortuna, el vino y de la mujer la falda”


Philip Sydney


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Es una gran pena, una enorme desgracia que no consten las personas de intermitentes y de carriles las aceras


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Este artículo excelso, que nos regalaban a primeros de Mayo.

17 mayo 2010

José Luis y Antonio

Que gobernar iba en serio Zapatero lo ha empezado a comprender más tarde. Ahora sale en las fotos como más grave, con ese semblante de primer ministro adusto e intransigente, sumamente enfadado con las travesuras de sus muchachos y sus muchachas, sin darse cuenta aún de que aquí el problema ha sido, es y será casi siempre él. Cariacontecido por los achuchones que recibe de todas partes, nada cariñosos, por cierto, empieza a asimilar que, tal vez, ser presidente del gobierno no es labor que pueda desempeñar cualquier español, pero que ni te imaginas, mi querida Sonsoles. Su política a base de brindis al sol, eslóganes pegadizos y una prodigalidad sin parangón en el continente, comienza a resquebrajarse, a derrumbarse cual castillo de naipes en día de sufrida ventolera. Debe de ser muy duro llegar a la conclusión de que existen circunstancias en las que no cuela, porque no cabe, endilgarle el muerto a la oposición; y más duro aún reconocer que los problemas que acucian a millones de españoles no se solucionan despertando fantasmas del pasado. La situación es sumamente delicada, y aunque el gobierno socialista sea especialista en desviar atenciones y culpas, en elaborar originales maniobras de distracción, es de esperar que de la chistera ya no vayan a salir más conejos. Se acabaron los trucos baratos, la demagogia para tontos de barrio, la retórica de analfabetos ágrafos ignaros. Se piden hechos contundentes, efectivos, eficaces, pero sobre todo palpables. Ya está bien de ideas brillantes y novedosas, pero de boquilla chica, raquítica, diminuta, casi minúscula. Ya está bien de gobernar sólo para una minoría. Ya está bien de dedicar gestos a la saturada galería. Ya está bien, en fin, y al fin, de tanta y tan enorme tontería. Señor Zapatero, hágase, y háganos, un favor: póngase, inmediatamente, a sus zapatos. Si sabe, por su-puesto.


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Esta tarde, a la sombra de un manzano sin hojas, sin manzanas y sin sombra, mientras disfrutaba del aire de la vida, daba cuenta con delectación de muchacho bribón y libertino de parte de una antología poética de don Antonio Machado. Ha sido el sevillano poeta vituperado de simplón, redundante y simpatizante de la derechona. De él se ha dicho que acaba uno de los campos y sus frutos hasta las cejas de la testa. Y, por último, se le ha devaluado injustamente poniéndole por nombre el hermano de Manuel. Pero, en fin, tonterías de grandes intonsos a parte, no creo descubrir América, el contenido del elixir de la larga vida, ni la forma de cuadrar el círculo si afirmo que es uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, a quien se debería rendir tributo, pleitesía e incesantes muestras de indeleble, inefable e inexorable respeto. Para muestras, como dice la socarronería española, botones:

“Ese tu Narciso ya no se ve en el espejo/ porque es el espejo mismo”

“Todo narcisismo es un vicio feo/ y ya un viejo vicio”

“Nunca traces tu frontera,/ no cuides de tu perfil;/ todo eso es cosa de fuera”

“Busca en tu prójimo espejo;/ pero no para afeitarte ni para teñir el pelo”

“El ojo que tú ves no es ojo porque lo veas,/es ojo porque te ve”

13 mayo 2010

Con las mangas verdes

Sindicatos y gobierno: triste y predecible final de una bonita amistad. Habrá huelga de funcionarios, porque los protectores del currante y sus derechos de algún modo han de justificar su existencia, su significado, su aparente necesidad. El señor de la barba poblada, la cara de circunstancias y la seriedad impostada dice que para qué se le va a hacer caso al mercado, si total... Y el señor Toxo, que no llega a su antecesor a la altura de los tobillos, calla y escucha y otorga, sin enterarnos muy bien si lo hace porque no sabe o porque no se atreve. Ahora, en España, se presume de estadista, aunque alguno se preguntará qué hemos tenido hasta ahora. José Luis Rodríguez Zapatero saca pecho, su manida sonrisa, su extraviado sentido común, y aquí parece que no ha pasado nada. Manuel Chaves dice que quieren crujir a las rentas más altas, y la ministra de la sonrisa helada y el vestuario de terciopelo asegura que de eso nada. Piden al gobierno que reduzca ministerios, vicepresidencias, y demás dispendios. Ni ahora ni nunca se les ha culpado de la crisis, pero sí de perorar sin sentido y de actuar sin sentido alguno. Tenemos un gobierno desnortado, que no da la talla, que mete miedo; un gobierno que llega tarde y mal, y que no lo hace de motu proprio, sino constreñido por las circunstancias y sus simpáticos socios. Nadie sabe ni cómo ni cuándo acabará esto, pero asusta e indigna que las soluciones, las directrices y el dinero a poner llegue todo del mismo sitio. De fuera vendrán, que dice el dicho.

12 mayo 2010

Desechando lo desechable

Seguro que el destino se ha confabulado para complicarme la vida.

No consigo acomodar el cuerpo a los nuevos tiempos.

O por decirlo mejor: no consigo acomodar el cuerpo al “use y tire” ni al “compre y compre” ni al “desechable”.

Ya sé, tendría que ir a terapia o pedirle a algún siquiatra que me medicara.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los gurises.

Los colgábamos en la cuerda junto a los chiripás; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos… nuestros nenes… apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales).

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Sí, ya sé… a nuestra generación siempre le costó tirar.

¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!

Y así anduvimos por las calles uruguayas guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor.

Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plast de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de alpaca en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida.

¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están jodiendo!

¡¡Yo los descubrí… lo hacen adrede!!

Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo.

Nada se repara.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommier casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se deshecha y mientras tanto producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 50 años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon.

La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo.

Y no es que haya sido mejor.

Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el “guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo” pasarse al “compre y tire que ya se viene el modelo nuevo”.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya sí era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo.

¡Toooodo!

Lo que servía y lo que no.

Porque algún día las cosas podían volver a servir.

Le dábamos crédito a todo.

Sí… ya sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.

Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas de jardinera… y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¡¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?!

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones.

El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos.

¡¡Cómo guardábamos!!

¡¡Tooooodo lo guardábamos!!

¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!

¡¿Cómo para qué?!

Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares.

Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.

¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.

Y las cosas que nunca usaríamos.

Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar.

Cañitos de plástico sin la tinta, cañitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraran al terminar su ciclo, los uruguayos inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de paté o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas!

Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa.

Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más.

No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables… eran guardables.

¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al cuadril!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque del Banco de Seguros para hacer cuadros, y los cuentagotas de los remedios por si algún remedio no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos.

Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posamates, y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de cartas se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía “éste es un 4 de bastos”.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal.

Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos.

Así como hoy las nuevas generaciones deciden “matarlos” apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada… ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron “Tómese el helado y después tire la copita”, nosotros dijimos que sí, pero… ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.

Las primeras botellas de plástico -las de suero y las de Agua Jane- se transformaron en adornos de dudosa belleza.

Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

No lo voy a hacer.

Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.

No lo voy a hacer.

No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.

De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo que la bruja me gane de mano … y sea yo el entregado.

Y yo…no me entrego.


Marciano Durán

Y aquí, el artículo de la discordia.

11 mayo 2010

Constancia

Tristeza, melancolía, nostalgia, pesadumbre, principio de abatimiento: vacíos que llenan una existencia anodina ahíta de derrotas en batallas mal planteadas buscando último consuelo en una guerra cuya victoria se muestra borrosa, escurridiza, infrecuente, poco probable. Porfiar en vanos intentos es cruel resumen de una experiencia plegada a imperativos hedonistas e indolentes dolorosamente indómitos. Confiar en un destino marcado es vieja metáfora de espíritus derrotistas, sumisos, profundamente aquejados. Y solicitar la intercesión de fuerzas aleatorias supondría, simplemente, postrarse de hinojos ante un ente que no conocemos, que no percibimos y en el que apenas creemos cuyo firme pronunciamiento tememos embargados de un sentimiento de desamparo y esperanza bajo el necesario manto del respeto.

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La noche de ayer supuso una agradable velada condimentada por recuerdos y oportunos comentarios provocados por las imágenes de esa caja tonta que, como saben, ha terminado formando parte de la vida de tantos y tantas lumbreras. En una cadena joven, desenfadada y de dudosa reputación echaban una vieja película protagonizada por Sir Roger Moore, todo un gentleman de época. Una versión del 007 sin armas futuristas, sin coches hipnóticos y sin acrobacias comprometidas, aunque, eso sí, con una bellísima Carole Bouquet como protagonista, hoy día ya con 53 primaveras, mostrando fielmente los recatos de una época casi olvidada. Mi padre recordaba a este actor desempeñando el papel de Simon Templar, en la serie El Santo, de la década de los 60, y afirmaba que era un tipo muy fino en el aún más fino arte de sacudir al personal. Pero a mí, sin embargo, me pareció que era lento, panchete, y que recibía, por lo menos, en la misma proporción en la que daba. Si no más. En cualquier caso, todo hay que decirlo, se veía en pantalla a un tipo elegante, de buena presencia y mejores modales, irónico e hilarante: todo eso, en fin, que tanto se echa de menos en los adocenados repartos actuales.

10 mayo 2010

A dream within a dream


Is all that we see or seem

but a dream within a dream?


Edgar Allan Poe

06 mayo 2010

Una estación preciosa, oigan

El delicioso paseo junto al río a media tarde. Varios canes sueltos. Uno en particular, blanco con manchas marrones, sano, grande y hermoso, se acerca a mí. Las dueñas, dos jóvenas de apariencia fresca, ponen cara de preocupación. Yo sonrío; les iba a decir que no pasaba nada y que me encantan los perritos, pero en ese momento el sabueso pasa de mí y sus dueñas imitan a la mascota. Pongo cara de pijo indignado. E incluso se me pasó por la cabeza poner el culo alegremente en pompa. Pero, como ustedes comprenderán, no eran horas de hacer el ganso. Y eso que me encanta hacerlo con las mujeres. Ellas, de natural serias y sensatas, suelen adoptar esa cara de madurez impostada. Y se ponen en seguida a dar lecciones de comportamiento. Yo suelo escuchar y sonreír, aunque bastante más de lo segundo que de lo primero. Y sólo si veo que se ponen un poco pavas, un poco farrucas, cual verracas despendoladas, pues así de espléndidas son algunas mujeres, soy yo el que se pone serio y sensacional y o sea que se lo juro. A pesar de todo alguna no comprende que se acerca peligrosamente a la definición de taruga que, gratuitamente, nos ofrece el diccionario, seguramente porque aún no se lo han revelado en casa, y, como soy todo un caballero, me tengo que poner paciente y dócil a explicárselo. Será por paciencia. Un poco después, aún pensando en el perrito, veo que por la otra orilla se alejan dos pares de muslitos: blancos, tersos, firmes, jamoncitos ya hechos y derechos para el bocado y el nudo gordiano. Me quedo pensando que cada vez vienen las mallas más cortas, como con menos tela. Y que cada vez vienen las tallas más pequeñas, o las mujeres más ajustadas. Corrían ambas damas sobre sus muslos despreocupadamente, como corresponde a la siempre alocada juventud. Marcando, con descaro veraniego, negro tanga de hilo fino: casi inapreciable, salvo para los astutos ojos de un viejo diablo más verde que colorado. Y a su vez observé, ¡y por el mismo precio!, que ambas gastaban un busto generoso, arrogante, como escultórico. Aunque nunca he comprendido por qué se dice de un pecho que es generoso, pues uno puede llegar a la conclusión de que son aquellas glándulas mamarias que se dan a probar a todo el mundo, y, desgraciadamente, sobre todo para tanto desnutrido suelto, como saben, no es precisamente así . O, al menos, yo desde luego no me he enterado.

05 mayo 2010

Delicatessen

Hace un rato nada pequeño pero no suficientemente grande, tomando un café con el mejor trompetista de León, con el que tuve el honor de iniciar mi andadura como músico, y prácticamente como persona, ya hace casi doce años, mientras charlábamos sobre música, sociedad y lo bien que está España, me recomendó echarle un vistazo al vídeo que les cuelgo ahí debajo; y como me encantó, no he podido reprimir mi deseo de compartirlo con todos ustedes. Espero que les guste.



Por cierto, les pido perdón por lo escueto de los post y de mi presencia estos días, pero el sábado toco, y entre ensayar y ultimar algún tema recién incorporado al repertorio me encuentro un poco pillado de tiempo. Serán las cosas de la vida…

03 mayo 2010

Hombres, mujeres, el poder

Por la misma razón que dos no se pelean, dos no se entienden. Esta imagen, si no pasa nada extraordinario en estos días, se repetirá el miércoles. Y será, con toda seguridad, una estampa feliz, risueña, despreocupada. Muchos meses llevan los españoles pidiéndola, pues el tiempo apremia, y la necesidad no es poca; pero ellos harán oídos sordos a las críticas, pondrán al mal tiempo buena cara, y dirán que en que mejores manos que en las de ellos va a estar el destino de los españoles. Aviados vamos. Si aún hay alguien, sin duda algún alma pura e ingenua, que crea que la instantánea va a solucionar algo es que o no se entera o su fe le hace creer en los milagros. La reunión llega tarde y mal, aunque llega. Nada se va a sacar en claro de ella, salvo la afirmación en ambos de que no hay voluntad de consenso en el otro. Cada uno expondrá sus buenas e inmejorables razones. Y todo seguirá igual. Si no peor. Con verse y que les vean ya cumplen. Señalaba Ignacio Camacho en el dardo lanzado hace un rato que lo que sería una reunión sencilla, ordinaria y asidua en cualquier otra democracia, en España, hoy día, es tan rocambolesco que lo convierte en una anomalía democrática. Algo no va bien cuando lo correcto, lo natural, lo necesario, abre las ediciones de los telediarios. Yo, en cambio, pienso que los gobernantes que tenemos son un fiel y exacto reflejo, quizá el más fiel y exacto que hayamos tenido nunca, de todo su pueblo. Por lo tanto, podemos estar orgullosos. Pero no tranquilos.



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Acabo de comprar la revista Muy historia de este mes, Las mujeres más poderosas de la Historia. Y leído el primer artículo, tengo que decir que la revista promete. En alguna parte había leído que sí había habido sociedades matriarcales. Aunque tengo que hablar de memoria, porque Google, en esta ocasión, no me ha ayudado. Creo que se trataba de pueblos cuyo Dios era la madre Naturaleza, algo bastante frecuente en la antigüedad. Y como la mujer es fuente de vida, única en su capacidad de engendrar, le otorgaban un estatus cuasi divino. Y en muchos casos, creo recordar, determinadas mujeres incluso estaban al frente de los clanes. Dejando a un lado, por supuesto, la leyenda de las amazonas, y todas esas milongas sobre su poderío físico, su aislamiento social de los hombres, y no digamos el dato que aseguraba que se arrancaban un pecho para poder tensar mejor la cuerda de sus arcos. En cualquier caso, la autora de ese primer artículo, Amelia Valcárcel, niega la existencia de ese tipo de sociedades. Y, para desazón mía, no he encontrado en la red nada que la cuestione. De todos modos, espero que la revista no sea un compendio de logros e injusticias vistas desde la óptica feminista. Porque esa falta de objetividad, don José Pardina, iba a tener que suplirla con un volumen visto desde la otra orilla. Y tengan la absoluta seguridad de que sería calificada, por lo menos, como políticamente incorrecta. España, ese país de machistas. Qué tiempos, madre…

“El dominio del macho es una característica en los primates. Evidentemente, cuando la evolución humana se inició, este rasgo no resultó pospuesto. El patriarcado es su forma histórica. De modo que esa autoridad y poder viriles constituyen lo que llamamos una “invariante antropológica”,

Amelia Valcárcel, La gran revolución de las mujeres.