Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

Correspondencia: fjsgad@gmail.com
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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

24 mayo 2008

Viviendo y aprendiendo.

Hay momentos en la vida, bien lo saben ustedes, en que un hombre hace lo que tiene que hacer. Y a lo hecho, pues no hay otro remedio, se saca pecho. Decían los viejos de mi lugar, y quizá los del suyo, que en tiempos en que las patatas se freían con agua todo niño, aunque el ejemplar fuese feo, traía un pan, por lo menos, bajo el sobaco. El hecho, pues, del alumbramiento de un niño, un varón, un estirado machito era motivo de celebración fastuosa. De opípara comida. De hondo y marcado regocijo.

Comprenderán entonces ustedes que mi padre, criado en inveteradas costumbres, buscase con ahínco, y quizá algún otro elemento, un niño. Lo buscó a la primera, pero el hombre tuvo una vivaracha chiquilla. Lo intentó a la segunda, pero los patucos que la criaturilla calzaba, de un tono rosáceo se avizoraban. Sin embargo mi padre, un hombre ciertamente obstinado, porfió en su empeño y a la tercera, como el dicho reza, fue la vencida. Luego vendría una cuarta, que fue cuarto, y entre risas, a las visitas, mis padres presumirían de dos parejitas.

Fíjense lo contento que se vería mi padre con tanta mano de obra, en potencia, por supuesto, gratuita. Sobre todo por parte de los dos mozos de la casa. Porque las labores del pueblo, sépanlo ustedes y no se fatiguen, pesan. Vaya si pesan. Pero, o tempora, o mores. No contaba mi padre con la evolución, por otra parte ineluctable, de los tiempos.

Durante muchos años, en mi modesta condición de músico, hallé una disculpa perfecta. Pues no saben ustedes lo que cuesta mantener unas manos de pianista como Dios manda: finas, suaves, delicadas, sensibles, hechas para acariciar mininos y mininas. De este modo, más o menos, se lo exponía a mi padre y, aunque en el fondo sabía que yo era físicamente un vago, pienso que lo comprendía. O eso decía. Posteriormente mi hermano, a falta de mejor disculpa, me ponía a mí como ejemplo. Imagínense el resultado: juventud divino tesoro, aunque al agua no den un palo.

En cualquier caso, toda esta dinámica participativa cambió el otro día. Como uno se ufana de probar de todo en la vida, se entiende que de todo lo que me dejan, me ofrecí voluntario para ver como era eso que llamaban trabajar en el pueblo.

Dicen que todo el mundo tiene un reloj biológico mecánicamente aproximado, pero el de mi padre es realmente extraordinario. Antes de irme a la cama, a soñar con mujeres puras y castas, me avisó de que a las ocho en punto me quería en pie. Y mucho antes de que el despertador sonase, esto es, media hora antes, ya sentía a mi padre bullir inquieto por la casa. Como si de un alma en pena se tratase. Tal era su desasosiego, que tuvo a bien avisarme de que fuese espabilando. Como tengo por buena costumbre levantarme, normalmente, casi tres horas después, pensé que todo era un sueño y volví de donde había venido. Llegadas las ocho, viendo mi padre que no me levantaba y acudiendo tan raudo como preocupado a mi habitación, encendió luces, levantó persianas y dio voces, y todo simultáneamente; cerciorándose, instantáneamente, de mi buen aspecto, dijo: levantese usted.

Esta necesidad, casi fisiológica, de experimentación me había llegado meses atrás, durante las pasadas navidades, mientras leía el nuevo best seller de Noah Gordon, La bodega. Hablaba el autor con tanto encanto de la labranza, la tierra y la vida de campo que en su momento entraban unas ganas terribles de trabajar en el mismo, aun sin pararse a pensar que quizá el autor no había probado la experiencia personalmente en toda su vida.

A la cita laboral, además de mi padre y un servidor, acudió mi madre. La finalidad no era otra que allanar un pedazo de terreno para sembrar césped. Todo hombre guarda en su imaginación pedazos de su futuro probable, con lo que antes de empuñar los aperos y enfundarme en ropa de faena, mi mente, quizá demasiado adelantada, ya vislumbraba bajo los manzanos sendas hamacas, en el centro un bonito cenador para disfrutar de esa brisa ligera que inunda el campo en el ocaso de las tardes de estío, e incluso una pequeña fuente de piedra que alegrara con su monótono chasquido la quietud sin par del paraje.

Por supuesto, aquí se acabó la poesía. En seguida me sacó mi padre del estado de ensoñación en que me hallaba. No sin cierta ironía, y a mayor abundamiento de mi tan escuálida cultura, denominó uno por uno los utensilios que utilizaría. Tengo que reconocer, que los seguía mirando con delectación. A ambos lados del terreno en que nos hallábamos los vecinos del pueblo miraban con curiosidad la escena, pues habían oído que el hijo de mi padre que no es mi hermano era una persona leída, estudiada y poco dada a extravagancias físicas. Supongo que esperaban que la pala, el rastrillo, el carretillo y otros enseres se resbalasen de mis manos en el momento que los empuñase; por supuesto, no les iba a dar el gusto.

La primera faena de campo encomendada del día, y prácticamente de mi vida, fue llenar carretillos de tierra en una parte del terreno en que abundaba y distribuirlos allí donde era más escasa, con el fin de igualar el terreno. Ciertamente, no era labor complicada. Así pues, con diligencia y efusividad desconocidas por aquellos pagos, cavé y cavé y llenaba carretillos y carretillos. Mucho después, esto es, tres cuartos de hora más tarde, mis riñones ya pedían auxilio, mi boca añoraba agua fresca, y mi cuerpo entumecido, requería ávido un lecho de reposo onírico. Mi padre me miraba, trabajaba y silbaba. Esto era sospechoso, ya que cuando mi padre silba no sólo es que está contento sino que, además, está pensando. Como resultado de su cogitación, más tampoco esperaba, me dijo un lacónico: descansa un poco si te cansas; sin pena ni, por supuesto, atisbo de gloria. Por la tarde supongo que lo pensó mejor y me encomendó otra tarea, según él más ligera: quitar tapines. Pensé que se trataba de uno de esos neologismos que mi padre frecuenta, pero el diccionario de la RAE, impasible ante el sufrimiento humano, al llegar a casa, me sacó de dudas: “pedazo de tierra trabada con hierba y raíces que se corta con la azada”. Recordé a Virgilio, y su labor omnia vincit; con lo que me puse a quitar los dichosos tapines. Estaban por todas partes. Allí donde miraba, encontraba tapines. Allá por donde andaba, encontraba tapines. Incluso al sentarme, exhausto por el esfuerzo realizado, lo hacía sobre tapines. Llegué, verdaderamente, a obsesionarme.


Tras acabar con los tapines, a esas alturas del día, sinceramente, sólo pensaba en tumbarme en mi cama. Atrás habían quedado los pensamientos poéticos, las frescuras silvestres y las hamacas bajo los árboles. Yo, no estaba hecho para la vida de campo. Esa misma noche, soñé con tapines. Y me juré, salvo causas absolutamente mayores, no volver a tener trato alguno con ellos. Entre tapines, carretillo y pala se consumieron el día y mis riñones. Y cuando acudí a mi habitación y vi sobre la mesa mis queridas leyes, las abracé incluso emocionado.

Conclusiones vitales: “cada pasión, de hecho cada inclinación o aversión, tiñe los objetos de conocimiento con su color…lo que ocurre más frecuentemente es la falsificación del conocimiento por el deseo o la esperanza”. Arthur Schopenhauer.

18 mayo 2008

Vida que no se detiene.

Esta semana se ha celebrado la festividad del Padre Coll, el apóstol que nos guía, como, si no recuerdo mal, rezaba la cantinela de su himno. Como ustedes saben pocas son las ocasiones en que un Santo, aun con el sobrenombre de padre, tiene cabida en este blog. El motivo fundamental de este atrevimiento, de esta osadía, de esta desfachatez, radica en que este padre dominico y decimonónico fue el fundador del colegio Dominicas. El colegio que creó el sujeto al que ustedes, muy de vez en cuando, leen.

Las fiestas del Padre Coll tenían algo especial, como esa característica tan hermosa de la que se disfruta al mirar a la chica de tus sueños, y que en ojos de cualquier otra persona sana es, precisamente, lo que la hace fea. Estas fiestas, decía, estaban rodeadas de un aura un tanto misteriosa; pues obraba prodigios en esas beatíficas y vivarachas criaturillas conocidas comúnmente con el nombre de monjas, hermanas, madres, esposas de cristo y no sigo. Si me permiten el inciso, existía, antañazo, la creencia popular de que la vocación religiosa en estas pías mujeres de Dios les llegaba tras su primer encuentro con un hombre; incluso en algún caso, tales eran sus bellezas distraídas, la llamada les llegaba mucho antes de este encuentro.

Llegadas estas fechas, algo se removía en la quietud de estas almas puras, cándidas y limpias. Este desasosiego temporal, que no había Dios que lo aguantase, era transmitido indirectamente a sus alumnos. Esos buenos muchachos que asistían a sus clases a diario con la dichosa esperanza de ser alguien el día de mañana. Alguien, por supuesto, respetable: con una mujer, una parejita de niños correteando por el jardín, un perro y quizás un blog; ya saben, todas esas cosas que colman la felicidad llana del hombre. Y conste que no he mencionado el sexo; aun sabiendo que, este último, podría sustituir la lista íntegramente.

El momento más importante de las fiestas del colegio era la verbena del viernes por la noche. Es verdad, que mi época ya no es pródiga en bailes. Que a la mujer de tu vida, no vas a conquistarla marcándote un pasodoble con ella en la plaza del pueblo. Que esa mujer, de existir, no va a conquistar a su hombre susurrándole al oído que le salen unas croquetas de Bacalao que quitan el hipo. Pero aun así, el baile, sigue siendo el baile.

Llegado el esperado día, los muchachos sólo teníamos una cosa en la cabeza: conquistar a la chica más guapa, seguro que más tonta, y probablemente más golfa, de la clase. La cuestión, para el sexo masculino, tenía ribetes de trofeo. Cuestión, evidente, sumamente molesta para las féminas; pues todas las chicas tienen una época en su vida en que se sienten princesas y, como tales, buscan a alguien de su mismo rango, aunque éste, ni siquiera presente telediarios.

Me han venido a la memoria estas ráfagas de pasado viendo a mi hermano acicalándose para el referido evento. ¡Qué rápido pasa la vida!, he pensado fugazmente cuando me dirigía a la habitación en busca de un compacto de Frank Sinatra, para escucharlo en el fondo de mi conciencia, mientras digería la trama de Asesinato en el Orient Express. Una lectura, por cierto, deliciosa. Parece que fue ayer cuando yo mismo me reflejaba en ese espejo para la misma verbena. Con el mismo porte caprichoso y arrogante de pavo, inequívoco signo de mi ignorancia respecto a la vida. Un año de espera. Un año regalando caramelos, miraditas y tirones de pelo a esa chica que creías puesta por la divina providencia sólo para ti. Es decir, lo mismo que pensaba, probablemente, el resto de varones de la clase.

Desgraciadamente, el hombre no se hace sólo desde su cuna. La piña social forma pensamientos y personas y vidas y, también, las deshace. El hombre dentro de la sociedad pierde su razón de ser. Su auténtica propiedad. De lo que verdaderamente está hecho. Su esencia, imperceptible, a veces, incluso por uno mismo. Y se trueca en marioneta de marionetas. Y no vive.

Corolarios aplicables: "que buenas son las hermanas dominicas; que buenas son, que nos llevan de excursión" (dulce cantinela sarcástica).“Antes o después, llega siempre un momento en el cual estás obligado a elegir y a partir de ese instante sabrás para el resto de la vida quien eres verdaderamente”. Joan Queralt. Pasen buena semana, gracias por leerme.


11 mayo 2008

Mucho criticar, pero...



Dios los cría, y ellos...







Los viejos chistes nunca mueren:

-¿Cuál es el colmo de un sordo?
Que al morir le dediquen un minuto de silencio

-¿Cuál es el colmo de un enano?
Que lo pare un policía y le diga, ¡Alto!


-¿Cuál es el colmo de un electricista?
Que su esposa se llame Luz y sus hijos le sigan la corriente.


Este es mío: ¿cuál es el colmo de un miembro del PSOE: defensor de las libertades, infatigable perseguidor de injusticias y desigualdades y benefactor de todas las personas, allá donde quiera que se encuentre?

Tal vez, ¿hacerse una foto encantada consigo misma, e incluso farfullando patata. Y sólo después, descubrir que se la han dado con queso?

La noticia me ha alegrado el domingo, oigan. Qué cosas tiene esta vida.

10 mayo 2008




Este hombre se llama Benito Peral, es psiquiatra, y dirigía uno de los blogs del diario El Mundo. Su temática: filosofía de vida. Creo recordar que en alguna ocasión ya les puse un enlace a este entrañable paraje; una vez más, lo reitero. Leyendo el mismo, se aprende muchísimo. Está escrito en un lenguaje claro, sencillo, deliberadamente dirigido a todos los públicos. No se trata de uno de esos absurdos escritos de autoayuda que tanto proliferan en la red y en las librerías desde hace unos años. El blog habla de cosas prácticas y cotidianas afrontadas, en su mayor parte, desde una perspectiva médica. Afirmaría, ancho y rotundo, que la total lectura de todos y cada uno de sus post hacen ver a uno la vida con un matiz distinto, y a veces necesario. Es una verdadera lástima que ya no actualice, porque hay pocas lecturas que hagan a uno cuestionarse a sí mismo; y ya saben ustedes que todo lo que no se depura, termina convirtiéndose en hábito.


Estaré el fin de semana en el pueblo. Lejos de este aparato que me encadena a diario. Supongo que llegaré el Domingo para colgar algo, aunque sea minúsculo y absurdo; si no es así…válganme estas líneas como disculpa. Por cierto, el martes de la próxima semana comienzo un curso que mantendrá las mañanas de mis dos próximos meses totalmente ocupadas. Sumando a tal circunstancia que tengo que sacar, siempre en teoría, ocho horas diarias de estudio por ese eterno castigo llamado oposición. Que, como músico, ya estoy viendo el cogote a la campaña; y por tanto tengo que ensayar más, solo y con el grupo. Y que padezco una grave, crónica y, probablemente, incurable enfermedad lectora: dudo de forma notable sobre si sacaré, en estos meses, tiempo para actualizar el blog. En cualquier caso gracias por leerme, gracias por aguantarme y, por supuesto, pasen un buen fin de semana.

09 mayo 2008

La eterna guerra.

Ciertamente, hay cosas que sólo pasan en España. Dónde si no. Tantos años han estado las mujeres bajo el yugo masculino, para unos por influjo directo de los pasajes bíblicos, y para otros por arraigo genético y costumbrista cañí, que nuestras queridas mujeres se han armado un pequeño lío conceptual. Y quizá algún que otro hombre. Qué se le va a hacer, aquí estamos para echar una mano a lo/la que haga falta. Sólo faltaría.

La confusión tiene lugar en el significado dado al término machismo, tan denostado en los tiempos que corren. La Real Academia lo define como “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Y la prepotencia es “el abuso de poder o hacer alarde del mismo”. Es decir, el machismo es el sometimiento de la mujer por el hombre. Todo aquello que se salga de este significado claro y conciso es un error. Una equivocación. Una melonada.

Por supuesto la persona de a pie, desgraciadamente, no lleva consigo un diccionario allá donde va. Preferiblemente el de la Real Academia de la Lengua o el Maria Moliner, como petulantemente nos aconsejaba “la Toñi”: una antigua profesora de literatura que, supongo que por cariño a sus alumnos, nos deleitaba llegada esta época del año con un generoso surtido de transparencias. Toñi era una mujer culta, de trato adusto y un pésimo gusto por la lencería; la cual, como les cuento, exhibía sin rebozo. Además, Toñi era progresista. Nos recomendaba El País, ver el telediario de la segunda cadena, además de sus documentales, y leer a Suso de Toro. Desafortunadamente, a medida que he ido creciendo me ha dado por el ABC, El Mundo y por criticar al señor que juega con las palabras, sus cejas y el bolsillo de todos los españoles. Me habré ido degenerando.

Pero les estaba hablando del machismo: ese lastre sufrido por los de mi sexo. Desde que el PSOE aprobó la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ley que conculca el artículo 14 de nuestra Carta Magna y que condena al hombre al mírame y no me toques per saecula saeculorum, el hombre, en general, ya no dice ni esta boca es mía. Y hace bien, porque ambos sexos, frente a la ley, ya no están en igualdad de armas. O, mejor dicho, de condiciones.

Esta mañana he mantenido una larga y apasionante charla con un compañero de carrera. Un gran amigo. Una de esas personas que sólo por haberlas conocido ya merece la pena haber pasado por la universidad. Pero tiene una pequeña pega: es un acérrimo defensor de la causa femenina. No digo que no se defienda a la mujer, pero sí, que se haga cuando hace falta; más aún, cuando lo merece. Dar a la mujer más impulso del que ya le dan la sociedad, las leyes y la inercia de las circunstancias me parece a mí echar piedras sobre el propio tejado. Una cosa es que seamos una sociedad machista de tradición, se evolucionará, paciencia, y otra, que ahora nos volvamos unos feministas, que es igual de estúpido, porque está de moda. Y es muy chic y muy progre y muy fetén, o sea.

Como expliqué a mi compañero he pasado por eso -él también, claro- que los planes de estudio denominan ESO. Proporción, en mi caso particular, de sexos: tres hombres y el resto, unas treinta, mujeres. Por el Bachillerato: siete hombres y el resto, cerca de treinta, también mujeres. Universidad: aproximadamente una quincena de hombres, por unas sesenta mujeres (en cualquier caso una promoción chica; lo que da una idea de lo “saturados” que están los llamados estudios superiores en este momento). Además de este panorama numérico, las mujeres acaban antes y con mejores resultados sus estudios, y están mejor valoradas, pese a lo que se diga, que los hombres. Se las considera más listas y trabajadoras, y, sinceramente, lo son.

Entonces, viendo esta situación, ¿ustedes creen de verdad que las mujeres además necesitan medidas de discriminación positiva (apoyo legislativo favorable) para lograr igualdad de oportunidades? Sinceramente, no. Se ha producido un vuelco. El futuro se ha decantado claramente en su favor. Y llegará el día, en que el sexo verdaderamente discriminado seamos los hombres.

La mujer ya no necesita casarse por necesidad para encontrar un sustento, como en los viejos tiempos se hacía. Ni se casan exclusivamente para procrear tanto como conejos, sea dicho con todo el respeto. Antaño, la mujer soltera era señalada con ese cliché peyorativo:”quedarse a vestir santos”; hogaño, es incluso más valorada que la mujer casada ya que, en teoría por supuesto, tiene menos posibilidades de quedarse embarazada y, por ende, posibilita su perpetuación ininterrumpida en la población activa.

Todo este cúmulo de circunstancias me ha llevado a defender la condición de hombre, casi con uñas y dientes; dialécticamente hablando, por supuesto. Pues se ha llegado a una situación un tanto estrambótica, disparatada, absurda. Anda suelta por el sur de España una asociación, altamente dañina para el habla común, llamada jóvenas; la misma defiende la existencia futura de palabras tales como miembra o marida, dado que consideran claramente machista el uso ordinario de estos términos. Tranquilícense, no voy a profundizar en el asunto; pero, sin duda, asistimos a la decadencia del instinto femenino.

Claro, con este panorama, cualquiera se atreve a llamar guapa por la calle a una señorita. Si no hay agresión física directa cuenten con un mínimo de machista, insensible o cretino en adelante. Tanto han querido depurar conductas verdaderamente dañinas que se les ha ido la mano y ahora el hombre común, especie cohibida donde las haya, no se atreve a decir ni un buenos días por miedo a ser imprecado. Deberían haber exigido respeto; pero, ciertamente, han conseguido que se les tenga miedo. Y por supuesto, conste que no me estoy refiriendo a las víctimas de delitos de Violencia de Género, que sufren en su persona todo tipo de vejaciones y maltratos a cargo de enfermos mentales (que es lo que realmente son sus parejas). En cualquier caso, alguna se quejará de ciertas conductas caídas en desuso. Estamos como para hablar. Ahora, que empezaba a comprenderlas…

Ayer mismo me preguntaba cuando el maestro Camacho nos regalaría una Tercera; pues aquí la tienen, producto del agradecimiento por haber ganado el premio González Ruano. Qué gran placer disfrutar de su escritura a diario:



La estirpe de Larra. Por Ignacio Camacho:

"Jamás podré olvidar la maldita, afilada, traicionera, asesina madrugada de junio en que mi teléfono de director de ABC sonó para dejarme estacado en la alta noche con el desgarrado y brutal garrotazo de la muerte de Campmany. De golpe el tiempo huyó de él, como decía Proust, y luego abandonó a Umbral en un verano reciente de fuego y silencio, y nos dejó doblemente huérfanos, congelados, ayunos del latido matinal de su magisterio y de su rebeldía, desabrigados de su verbo tempestuoso e indómito, solos como fantasmas exangües vagando por un claustro ruinoso de columnas truncadas. Ha dicho Raúl del Pozo que es costumbre arraigada del periodismo glosar, como Homero, la gloria póstuma de nuestros héroes desaparecidos, del mismo modo que es obligación de los hijos enterrar a sus padres y honrar su memoria; pero en ninguna parte quedan escritos cantos ni glosas para el desamparo cóncavo y desconsolado de los que permanecen a este lado de la despedida. Bien seguro estoy de que Raúl, que ganó el premio González Ruano con su obituario a nuestro inolvidable compañero Jaime, como yo mismo en esta hora de recibirlo por despedir a Umbral con mucho menos brillo del que se merecía su inalcanzable grandeza, sabemos que no habría mejor consuelo que el de seguir leyendo a ambos maestros y aprendiendo de su ejemplar ejercicio iluminado en vez de contemplar y a duras perseguir, desde la lejanía sin reparo de la ausencia, la rutilante estela de fuego que ambos dejaron como cometas irrepetibles en el firmamento del periodismo y la literatura.
Sobre esas estelas de genio y raza ha transitado el columnismo español de los últimos 25 ó 30 años. Si Campmany era el modelo del periodista total, articulista, director, poeta, editorialista e informador, que había cocinado en todos los fogones del oficio, Umbral fue para mi generación el hallazgo baudeleriano y refulgente de una manera de hacer literatura en los periódicos a partir de los materiales inmediatos de la actualidad y de la vida urbana. De alguna forma, el atractivo magnético, la seducción poderosa de esa vocación casi suicida, inmoladora, de samurai literario, ha ejercido sobre los periodistas españoles que hoy tienen menos de cincuenta años una influencia terminante y decisiva, creando una deuda moral a la que el artículo ahora premiado trataba de rendir modesto homenaje de deferencia y de respeto. También de reconocimiento genérico a esa estirpe esclarecida y rebelde que, desde Larra hasta hoy, ha insuflado en las páginas de nuestra prensa, no pocas ocasiones a contraviento del sectarismo y de la intolerancia, del fanatismo y de la superchería, un espíritu de crítica y de independencia que recorre como un soplo de libertad la atmósfera tantas veces viciada de nuestro sistema de opinión pública.
Umbral y Campmany, como antes Ruano y Cavia, como ahora nuestro decano Alcántara, admirable hermano mayor de la Archicofradía de la Sagrada Columna, o Burgos, o Vicent, o Muñoz Molina, o Prada o Pérez Reverte -todos ellos integrantes de esa lista de excelencia de este galardón, en la que no dejo de sentirme un intruso- nos han enseñado que literatura y periodismo no sólo no son de ningún modo incompatibles, sino que conforman una misma tarea siamesa de contar el mundo con la palabra escrita, la vista larga y la distancia corta, mediante la herramienta precisa, cabal y estructurada del idioma.
Eso es lo que somos: simples testigos de los pliegues de las arrugas de los recodos de la Historia. Labriegos de la frase, letraheridos braceros de la prosa con la cabeza alzada al cielo en busca del relámpago que ilumine la sombra de una idea con la que arar nuestros baldíos de papel. Por cada idea un artículo, y por cada artículo una idea, enseñó el maestro César, cuyo nombre prestigia este premio que hoy tengo el honor de recibir, aunque no sé si de merecer. Porque no reclamo otro mérito que el de ser un modesto hermano menor de la Sagrada Cofradía de la Columna, un nazareno de último tramo que cada día se obliga a la jubilosa penitencia de procesionar en pos de una vocación llevando a cuestas el cirio de la pasión de escribir.
Un periodista que no sea o no aspire a ser un escritor, sentenció Ruano, se queda sólo en un cotilla. Y ello es así porque el artículo es un retazo de realidad envuelto en un papel e incendiado por las llamas del estilo, una mirada al mundo pautada en la extensión de un ideograma, un relato caliente y cotidiano de hechos que se sumergen bajo la materia líquida del pensamiento urgente. Es el retrato de un instante embellecido por una metáfora, el reflejo de un detalle rescatado por un fogonazo de claridad, el eco de una anécdota trascendida por la música de una categoría o de una idea.
Pero de ellos, de los maestros idos, de su sólida cohesión moral y de su luminosa independencia de criterio, aprendimos también que no es el nuestro un oficio de fuegos artificiales, ni de hueca pirotecnia dialéctica que se pierde en el aire desvanecida con el eco de un trueno, sino que el privilegio de escribir, y sobre todo la facultad de publicar, llevan implícita una voluntad de contribuir a la formación de estados de conciencia, un profundo compromiso ético e intelectual con la microhistoria de este tiempo. No basta con el fulgor del estilo, ni con el brillo de la retórica, ni con el parapeto del humor, ni con el requiebro del ingenio, ni con la humareda estampada de las metáforas, ni con la mirada distante, endogámica, displicente o agnóstica de un intruso indiferente o de un observador ajeno; el columnismo diario nos involucra y nos desgasta, nos desafía y nos concierne, nos reclama y nos arrastra a tomar posición y ensuciarnos las manos, a la manera de Sartre, en la defensa de una visión del mundo, del pensamiento, de la sociedad y de la política. Porque sabemos que no estamos solos hemos de ser independientes, pero no neutrales; escépticos pero no cínicos; sarcásticos pero no impíos; descreídos pero no indiferentes. Y por incrédulos que nos vuelva la experiencia, por coriácea que se nos haga la piel a fuerza de desencantos, por relativa que resulte la trascendencia efímera y volandera de nuestras palomitas de papel, sabemos, con Kapuszynky, que no hay cabida para el cinismo en este oficio envenenado de pasiones.
El columnismo es literatura, sí. Pero literatura construida con una materia que no está hecha de sueños, sino de esas bárbaras, terribles, amorosas crueldades en que Celaya cifró las verdades de la vida. Literatura de ruido y de furia, de amargura y fracaso, de turbulencia y de rabia. Literatura comprometida de realidades y de convicciones, encharcada de contradicciones, polémicas, fragores, tormentas y, allá al fondo, alguna lejana esperanza de encontrar la leve complicidad de un sentimiento. Si la novela es, como enseñó Sthendal, un espejo a lo largo del camino, el artículo es un mensaje en una botella lanzado a un mar de lectores sin rostro, un espejo sin azogue al que nos asomamos cada día para decir lo que vemos y pensamos sin saber quién está detrás. Agarrados a la barandilla de las palabras como única certeza ante un abismo cuyo vértigo de soledad nos abduce y nos devora. A veces, premios como el González Ruano devuelven el eco consolador de la confianza en que hay, en efecto, alguien al otro lado".

08 mayo 2008

4 - 1

Muy fácil

07 mayo 2008

Vaya, vaya, vaya. Cómo se está alborotando el panorama con el síndrome de Rodolfo Chikilicuatre; ese hombre en cuya piel quisieran estar muchos de nuestros cantantes, y, a su vez, él en la de ellos. Complementando deficiencias mutuas. Resulta extraordinario, en cualquier caso, que al final las culpas las vaya a pagar Franco. ¡Quién lo iba a decir! Este personaje, quedaba tan lejos…

José María Iñigo, que es la persona que hay detrás de su bigote, ha sido el artífice de prender la mecha en un documental emitido en La Sexta; esa cadena, hecha a medida de las necesidades e inquietudes de sus espectadores. Son bastante curiosas las circunstancias que rodean a esta cadena sobre el asunto en particular; como el tomarse tantas molestias, para que su invento no quede en mal lugar. Quizá su actitud se deba a su extemporánea inocentada. O, más aún, en lo que la misma ha derivado. Cuando una broma se desborda, uno nunca sabe hasta donde puede llegar, pero sí, que será a un puerto muy distinto del originariamente pretendido.

Dado el aluvión de críticas a nuestro representante y sus promotores, al fin y al cabo, los verdaderos y únicos culpables de todo este embrollo: la cadena de televisión ha optado por lavar su imagen a costa de ensuciar más la de los demás. Como ven: algo muy, muy castizo. Para ello, no han tenido reparo alguno en señalar a Massiel y a su La la la. Sin escrúpulos. Aun teniendo en cuenta que la imagen de Massiel, es casi la imagen de una madre. Pues cualquiera de ellas, al menos con la edad de la mía, podría haber sido Massiel en su día; enfundarse ese amplio y feo vestido, enseñar sin rebozo esas piernas rechonchas y ese peinado tan alborotado como desfavorecedor.

La señalada, por supuesto, se ha indignado con el hombre cuyo vigor piloso se ha reducido considerablemente. El mito hecho carne. Mientras, las befas se multiplican como panes y peces por doquier en el mundo de la música. Rodolfo, merendándoselo sin merecerlo; La Sexta, mereciéndoselo sin merendarlo. Y el affaire Franco-Massiel, viendo la misma luz que nosotros contemplamos en las estrellas. Maravilloso.

06 mayo 2008

Rosa Montero en su buen artículo de hoy: "Hace unos días, el profesor Gustavo Pellón, un conocido hispanista de la Universidad de Virginia (EE UU), me contó que el término campo de concentración es un invento español. Viene de los campos de reconcentración que el mallorquín Valeriano Weyler, capitán general de Cuba, mandó habilitar en la isla en 1895 durante la sublevación independentista de Martí. La idea era internar a la población civil para evitar que ayudaran a los alzados, pero la intendencia fue catastrófica. El hambre y las enfermedades mataron a decenas de miles de personas, la mayoría mujeres y niños.
Los británicos se apresuraron a copiar el invento en 1899 contra los bóers en Suráfrica y lo llamaron concentration camps; y luego este hilo semántico de la indignidad pasó a los nazis como konzentrationslager. Ahora, 100 años después y de nuevo en Cuba, Guantánamo vuelve a ofrecer un modelo de prisión indecente. Y nadie protesta".

El Sábado, tomando una copita o un zumo de piña -memoria falible, ya saben- con los amigos. Escorado, sin que sirva de precedente, a la izquierda. Faltaron Julián, previo empacho de tortilla (o quizá el pillo se fue con alguna *chochi, nunca lo sabremos) y Alex, por cuestiones personales mayores. Como pueden ver se trata, sin duda alguna, de una estampa feliz y bien dispuesta. Sólo hay una persona cuya postura rompe la disposición cuasivelazquina; se trata de Bahillo, ocupando el primer plano. Habrán observado que se encuentran ante el filósofo del grupo; mientras los demás mirábamos risueños e inverecundos a la fotógrafa de Marchaleón, su mirada y pensamiento se perdían en el infinito. Allá donde los demás no llegan. Sólo una mente simple, podría llegar a pensar que se trata de una postura para la foto. Y no para el arte o quizá la posteridad.

* En habla coloquial: mujer sin catalogación previa (y quizá sin catalogación posterior).

05 mayo 2008

Es una circunstancia curiosa, aunque no llega a extraordinaria, que por los caprichos del calendario, y quizá del destino, los post vengan hechos durante dos días seguidos. Bien sabe Dios, o su equivalente genérico, que habría preferido que el equipo merengue ganase la liga en el Bernabéu; y ante el Barça, nada menos. La escena, ya por imposible, se muestra grandiosa en mi cabeza. Hay quien prefería exactamente lo que hoy ha ocurrido por un mísero, y tan solo nominal, pasillo al campeón por el eterno rival; sin apenas valor añadido. Estas mentes ligeras, por pragmáticas, no han utilizado apenas un segundo en pararse a pensar qué significado, para eso que llaman la posteridad, habría adoptado este título de liga de haberse conseguido en el feudo blanco. Una vez más lo digo, ante el Barça. Un miércoles por la noche. Y en telecinco. Aunque mirándolo por el lado bueno: no saben ustedes lo que me he ahorrado en saldo. Felicidades al campeón. ¡Hala Madrid!:


Buenas noches.

04 mayo 2008

Me lleva zumbando el oído izquierdo todo el día. ¿Tendrán acaso las mujeres algo que ver?

Deseo a todas las madres:


03 mayo 2008

-Me habías prometido uno de sexo.
-¿Pero cómo es eso mujer? Has perdido el juicio.
-El juicio y el oficio. No la palabra.
-Bien que lo siento créeme, pero no sé si debo…
-Debes, debes. Aunque sea hazlo por mí.
-Si no es por ti; y ni tan siquiera por mí. Piensa en qué dirán...
-Siempre la misma cantinela: que qué dirán, que mira este qué cosas cuenta…
-Es que sería como fingir y no me sale.
-¿Fingir?
-Nooo. Quien más quién menos…pero no es eso, no es eso. La imaginación tiene sus limitaciones.
-¿Tendrías que usarla?
-Claro, va conmigo a todas partes. ¿A quién si no, iba a echar ciertas culpas?
-No había pensado en eso. Pero bueno, tampoco tienes que ser muy detallista.
-Si no lo soy, mujer; pero me sirve para rellenar ideas, siempre tan anémicas.
-Pues me había hecho ilusiones.
-Puedes leer Las edades de Lulú o Instinto básico; o incluso quedar conmigo más a menudo y te pongo al día.
-Paso. Me aburres. Te leo porque soy una cotilla, pero al natural pierdes encanto.
-Joder, pues yo no sé si ganas más por la noche cuando sales maqueada o en mis sueños. La luz del día no te pega.
-¿Qué quieres decir?
-Nada, nada.

02 mayo 2008

Sigue sorprendiendo que después de casi un siglo, sigan apareciendo noticias en los periódicos acerca de uno de los barcos más glamurosos, legendarios y efímeros de la historia. Y más de este calado. Los jóvenes de mi generación crecimos con las logradas y, probablemente, realistas imágenes del film de James Cameron y su ilustre reparto formado por actores como Leonardo di Caprio o Kate Winslet. Este film ganó 11 estatuillas. Y sus escenas se guardan en la retina de millones de espectadores que vibraron con el relato del trágico hundimiento. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, la hermosa joya que pendía indefensa e incluso minúscula ante la inefable belleza de los turgentes a la par que redondeados pechos de Kate? ¿Quién no se sintió imbuido de un espíritu de esperanza y dicha al comprobar que el amor entre dos jóvenes lozanos e irresponsables tenía cabida en un mundo clasista a pesar de la adversidad de las circunstancias? ¿Quién no sintió admiración, o acaso estupefacción, al comprobar que la inmensa tragedia que se cernía sobre esas vidas humanas no fue obstáculo para que los músicos siguiesen interpretando quizá la pieza final de sus propias vidas?

Pero como ven no era oro todo lo que relucía. Un barco que fue erigido para desafiar la potestad de los dioses, mostrar al mundo la grandeza del hombre y la ostentación de sus gustos, acabó hundiéndose en su diminuta grandeza; si acaso el oximorón fuere posible. Llamaban al Titanic el buque de los sueños, y lo era, realmente lo era. Ya ven.

01 mayo 2008

No voy a hacerles un resumen del libro porque además de estropearles la eventual lectura del mismo lo encuentro un tanto infantil, con lo que permítanme, simplemente, recomendárselo como una buena lectura. Una lectura de calado, de esas que dejan algo más que un buen sabor de boca, de esas que le hacen a uno cuestionarse a sí mismo y de esas que permiten agradecer a la divina providencia haber encontrado un libro tan bueno, y tan bien escrito. En él subyace el inconfundible aroma de los clásicos; es un verdadero placer devorar hoja tras hoja y admirar desde la distancia la cantidad de imágenes, metáforas y descripciones tan bellamente trazadas a lo largo de su trama. Además, no está exento de carga emotiva; al menos, la suficiente para hacer emocionarse a este tipo duro, insensible y algo machista que les escribe a diario. A veces me da la sensación de que me están volviendo un blando los libros, o los años, o la vida; o quizá, una suma de todas esas cosas. En cualquier caso causa una gran satisfacción acabar un libro y sentirse mejor persona, notar que algo nuevo ha nacido dentro de nosotros, saborear que ahí afuera hay personas que, muchas veces, contemplan el mundo de una forma muy parecida a como nosotros lo hacemos y, aunque sólo sea por eso, saber que en el fondo no caminamos solos. Les dejo con el maestro de Prada y una selección de las perlas, llamarlas sólo frases sería injurioso, escogidas a lo largo de su lectura; bon appétit:

“Quizá el exhibicionismo sea el aspaviento de quienes nada valioso tienen que mostrar”

“Quizá las virtudes con brillo sean meros oropeles”

“El amor que no se dice así mismo acaba pereciendo por asfixia o inanición, tal vez por eso los enamorados se ensimisman en la repetición de unas fórmulas rituales que actúan a modo de promesas renovadas”

“Suele afirmarse que los viejos buscan a las jóvenes por concupiscencia, por satisfacer un declinante impulso lúbrico. Nada más falso: las buscan para exorcizar el invierno, para que su calor y su júbilo conjuren el aliento de la muerte”

“Dicen que suegras y nueras están condenadas a enzarzarse en 1.000 querellas que no son sino escaramuzas de una disputa única y esencial, la disputa por el hombre que ambas quieren en exclusiva”

“Del mismo modo que un desengaño amoroso se cura volcando con renovada fe sobre otra persona el cúmulo de sentimientos defraudados, también el dolor admite este tipo de traspasos, que además suelen ser purificadores, pues al mudar de causa el dolor aquilata su naturaleza y se hace más generoso”

“La malicia popular hace herederos a los hijos de los pecados de los padres”

“Quizá la felicidad consista, a la postre, en reconciliarnos con lo que verdaderamente somos, con lo que verdaderamente fuimos, renunciando a vanas aspiraciones y vanos consuelos”

“Será que necesitamos que alguien nos diga que él también padece nuestros mismos dolores. El dolor compartido consuela”

“La gente se pone muy sincera cuando piensa que va a morir”

“A veces una reparación a deshora lo embrolla todo”

“Cuando uno siente que su vida corre peligro necesita más que nunca sentirse vivo”

“Quizá el amor sea la única pasión que también desarma a los valientes, o sobre todo a los valientes”

“A veces el egoísmo es una manifestación natural del instinto de supervivencia”

“Quizá el amor no sea sino el espejismo de audacia y fortaleza que brinda la agregación de dos debilidades”

“La embriaguez de la victoria suele olvidar los continentes de muerte que deja a sus espaldas”

“Cuando la vida nos presenta una serie de sostenes amables –un porvenir más o menos cierto, un rumbo establecido- la sacudida del amor actúa como un acicate. Cuando esos sostenes faltan, el amor se torna más desesperado, es como un grito de supervivencia”

“Siempre sentimos nostalgia de aquello que nunca hemos poseído”

“La felicidad no sería esa felicidad que trastorna e incendia la vida como un cataclismo, sino más bien ese sucedáneo que nace de la tranquila aceptación del destino”

“Quizá la felicidad genuina no exista salvo como aspiración utópica; o, si existe, nadie se arriesga a quemarse en su llama”

“En fin, esas cosas que pasan: los caminos de la vida se bifurcan y cada uno sigue el suyo. Aunque nunca llegas a olvidarte del todo de un amigo”

“El tamiz de la memoria todo lo tergiversa y altera”

“La valentía es en la mayoría de los hombres, una pasión que requiere el estímulo del gregarismo”

“Todo el mundo quiere vender, basta con saber comprar”

“Quizá todos seamos capaces de vilezas o hazañas que ni siquiera habríamos imaginado”

“Hay calumnias por exceso y calumnias por defecto”

“Los acontecimientos extraordinarios no transforman el alma de un hombre, sino que más bien la liberan de adherencias y la hacen más nítida y despejada, sacan a la luz y decantan aquello que permanecía oscuro o apenas formulado, reprimido o subterráneo, hasta enfrentarnos a lo que verdaderamente somos, más allá de lo que deseábamos ser”

“La mera distancia geográfica basta con frecuencia para erosionar una amistad, hasta condenarla a la difuminación”

“Una petición de perdón puede encubrir un acto egoísta”

“Lo amaba de ese modo esquinado, aguzado de aristas, ensordecido con una espesa capa de despecho, con que solemos amar a quienes mas daño nos han hecho, a quienes en estricta lógica más deberíamos aborrecer”

“Quizá quien ama sin esperanza de ser correspondido sea también capaz de odiar sin esperanza de resarcimiento”

“No debe resultar muy llevadero aborrecer a una persona que sabes digna de admiración”

“A ciertas edades, cada minuto se vive angustiosamente como un milagro que acaso sea el último, sobre todo cuando ese minuto puede colmar la espera de toda una vida”

“Cuando se llama a una puerta que se desconoce, nunca se sabe quién nos abrirá, mucho menos el recibimiento que nos dispensará; puede que una vez franqueada nos depare hallazgos que hubiésemos preferido ignorar, pero cuando los engranajes de la curiosidad se ponen en marcha no hay aldaba que no sacudan, ni timbre que se resistan a pulsar”

“También el odio es una manifestación de vitalidad”

“En determinadas condiciones, las razones irrazonables llegan a ser irresistibles de tan poderosas: hay en todo hombre un deseo de aniquilación, un deseo de probar aquello que le perjudica”

“El cerebro humano, que se muestra incapaz de pensar al mismo tiempo en dos cosas distintas cuando lo hace de forma consciente, piensa simultáneamente en millones de cosas cuando se abandona a la inconsciencia: algunas de ellas se muestran en su nitidez más iluminadora y rotunda, en tanto que hay otros pensamientos desdibujados que nadan en las profundidades de la conciencia. Estos últimos, aunque no son los que determinan al instante nuestras acciones, son los que a la postre acaban explicándolas”

“Las estrellas parpadean en lo alto inmutables ante las pequeñas tragedias de los hombres”