Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

Correspondencia: fjsgad@gmail.com
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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

16 junio 2009

Dice el dicho, producto, supongo, de años y años de observación minuciosa, que Dios aprieta pero no ahoga. Joder, con el refranero. Me despido con gran penita de todos ustedes hasta primeros de Julio. Se me han acumulado, así como a otros se les acumulan las mujeres, en la villa de Madrid, dos exámenes en el último fin de semana de este mes, y otro más, por si me quedase con ganas, en el primero de Julio. Y como soy un hombre santo y sensato donde los haya, han acudido a mí una serie de revelaciones, en tropel, presentándose en mi cabeza sin permiso, sin autorización judicial, conculcando alguno de esos manidos derechos ubicados en el Título I, Capítulo II, Sección primera de nuestra ínclita y queridísima Carta Magna: nada de prensa, ni de literatura, ni de mujeres (esto es lo que más pena me da de todo), ni de tele, ni de cartas, ni de fiesta, ni…en fin, los puntos suspensivos dan tantas y tan buenas posibilidades, que mejor los rellenan ustedes. Me he ciscado, como si de algo sirviera, en el BOE de esta mañana. Pero en fin, c´est la vie. Les escribo estas líneas rápidas mientras preparo la maleta para mi pueblo, que es mi particular cueva de Platón. Aislamiento voluntario, cercenamiento de mi graciosa libertad ambulatoria. En los próximos días voy a inocularme, vía intravenosa, abstrusos procedimientos, muchísimos plazos, feos recursos y múltiples excepciones competenciales como no lo he hecho en toda mi vida. Sofoco de abuelita me está entrando. Hasta pronto. Y reitero mi agradecimiento por sus visitas, sus comentarios (aunque sean escasos) y su santa paciencia con las ocurrencias de este bloguero.

15 junio 2009

Pasear es un placer. Pero hacerlo cuando el sol está en pie de guerra: sofoca, agota, desgasta. Incluso las verdes hojas de la arboleda bajo la cual me doy estos homenajes diarios, dan la impresión de estar suplicando un poco de clemencia provisional, una brizna de piedad, un indulto intempestivo a la madre naturaleza. Mientras me desperezo paulatinamente del sopor que me causan bocados todavía recientes, advierto en los jóvenes que me encuentro en ese lapso temporal vespertino que van escuchando, absortos, ensimismados, sus modernos y minúsculos emepetrés, como dándose una importancia casi televisiva; y en las jóvenas, qué decir de las jóvenas, reparo admirado en cómo observan con angustia inefable que les ha crecido el trasero de un modo asombroso de un año a otro. Y mirándolas sonrío, regocijándome en la distancia: desconocen, las pobres, que un pandero generoso conforma los castizos airbags de los que la graciosa genética dota a aquellas hembras pulquérrimas que tendrán una vida nocturna envidiada, una profusa actividad marital, una fogosidad ignífuga e inagotable. Y también hay cabida para la buena literatura, aunque en potencia, sin desarrollar, en grado de tentativa, y en tiza sobre la calzada: “León, cuida de mi morena que la quiero”, anónimo.

12 junio 2009

Viernes, 5 de Junio. La tarde pasa sin nada especial que reseñar. Cierta angustia. El horóscopo me había asegurado (¡a mí sólo!) que éste sería el mejor día de la semana. No se puede uno fiar de los horóscopos. Arcadi Espada considera que deberían incluirse en la sección de humor de los periódicos. Pero qué sabrá Arcadi de horóscopos.

Cena ligera, suave, inapreciable. Hay que guardar la línea, tipo de anuncio. Llega el verano, y ya saben ustedes lo exigentes que son hoy día las mujeres.

A punto de finiquitar el día. Esto se acaba. No. Aún no. Suena el teléfono; lo cojo. Es día de guardar, me dicen los amigos. Sonrío. Y lo guardo con ellos. Minutos después otra llamada: me confirman que al día siguiente toco. No está mal.


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Sábado, 6 de Junio. La noche anterior ha ido bien. Salí a mirar mundo medio dormido, pero me desperecé al escuchar a Rafaela, Rafaela Carrá. Habrá a quien esta mujer no le diga nada. Pero yo es escuchar los primeros acordes de sus canciones, y me pongo como una moto: más calentito, cuanto más acelero. Y me tienen que sujetar, vamos.

Además, en el último pub que honramos con nuestra presencia con la idea fija de que necesariamente han de venir semanas y mujeres mejores, ocurrió un hecho muy curioso, casi insólito por estas tierras. Entramos y avizoramos ansiosos el ganado en edad de merecer (de merecer artículo, como dice doña Carmen Rigalt, refiriéndose a lo melosos que se ponen sus amigos columnistas cuando la mujer, esa bella florecilla de jardines prohibidos, nos torra cual castaña pilonga). Estuvimos con una señorita de Orense, a punto de licenciarse en veterinaria, que estaba realmente buena. Juro por los slips de Cristiano Ronaldo que dicha muchacha fue el primer lugar donde puse los ojos. Y recuerdo que comenté con aire científico a mis amigos que hay que ver cómo se ponen los veranos. Se llamaba Daniela. No recuerdo con nitidez su cara, pero apostaría algo muy barato a que podría encontrar esos vaqueros azul claro, bellamente ceñidos, valiéndome tan solo de mis manos.

El día se pasa entre cama y ensayo, que no es poco. Por la noche tocaremos en un hotel para un equipo de fútbol local y apuramos hasta el último minuto de la tarde tratando de montar, con ese inusitado empeño que ponen los músicos, los más calurosos temas de la temporada. Pero al final, como dicen de un modo tan romántico en el fútbol: no pudo ser.


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Domingo, 7 de Junio. El baile muy bien. A pesar de que a comienzo de temporada siempre se nota cierto óxido en el espíritu, asiduo impulso de la vida. En él estaban dos amigas mías que no sabían que era músico. Una de ellas novia de alguno de esos futbolistas que al finalizar la noche pienso que no estarían precisamente para dar pie con bola. Nos despedimos con un tema de Escape. Hay que ver. Pasan los años y a la gente le sigue yendo la marcha y la letra de estos muchachos rebeldes.

Día de votaciones. Y al igual que Félix Madero, yo también decido hacer caso a Ignacio Camacho. Acudo al respectivo colegio con mi hermano, para quien son sus primeras votaciones. Depositado el voto le pregunto que qué se siente. No me vaciles, me dice el crío.

En El País viene un artículo que considero exquisito: “Leo con el apetito de una muchacha que piensa que va a encontrar al Príncipe Encantador en los libros", principia el mismo. Que alguien me diga como dejar de leer a partir de ahí, por favor.


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Lunes, 8 de Junio. Me encanta la lluvia, el sonido de la tormenta. Estar en casa con ropa cómoda, despreocupado y acompañado de una buena lectura. Levantar los ojos y ver cómo el cristal de la ventana recibe gozoso los suaves latigazos del cielo.


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Martes, 9 de Junio. Leo con alegría y retraso el post del día anterior de Javier Caraballo, un clásico en mis lecturas matinales. Y me encuentro con que cita al eximio, egregio, excelso e incluso insigne don Fernando Lázaro Carreter, definiendo magistralmente el vilipendio: “la palabrota expelida por el malhablado cuando se le disparan los humores, como el pequeño burujo impulsado por el proyectil, el regüeldo, pues no poco de eructo tiene el ajo oral”. Afirmación apodíctica, inconcusa, impepinable. Lástima que a mí no se me ocurran estas cosas en directo.


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Miércoles, 10 de Junio. Todo el día, o casi, esperando por Paco & Cía. Mariano ha mejorado su italiano. A Paco le ha crecido la barba, y todo el mundo sabe que esas cosas dan mucha personalidad a los hombres. A Zapatero aún no le ha crecido. La barba, digo. La maciza sigue estando buena, explotando ese aire inocentón e ingenuo que en la realidad nunca tendría. Según parece Aitor, el sustituto de Hugo Silva, va a enseñar un cacho de culo en los próximos capítulos. En un sinvivir tienen a algunas. Don Lorenzo ya no hace uso léxico de sus cojones, de sus santísimos cojones. Y el enamoramiento de Curtis, para muchos ha supuesto la caída de un mito.

Vi un rato, pero muy, muy chiquitito 59”. Me gusta la presentadora. Me parece un mujerón: guapa, inteligente, culta, con una mirada que dice todo lo que calla y viste con tanto gusto…

Soraya Sáenz de Santa María ya no es Sorayita: ese hipocorístico aparentemente inocuo pero verdaderamente inicuo de ZP. Con su hablar melifluo y pausado iba contestando pormenorizadamente a las preguntas con un frío calculador en el que casi con toda seguridad algún votante de derechas de toda la vida tendrá puesta toda su Esperanza.


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Jueves, 11 de Junio. Se acerca el fin de semana y noto cierta inquietud en la actitud normalmente reposada de mis amigos. Me llaman para que baje al lugar acostumbrado y les dé unas clases magistrales de mus, aunque ellos nunca lo reconocerían. Pero al final tienen ganas de charleta y yo alego, desconsolado, que me esperan mis queridas leyes sobre la mesa. Abandono, cariacontecido, mi dilecto y particular barco de Chanquete.


Pasen un buen fin de semana. Gracias por leerme.

11 junio 2009

En la noche de Genarín, poco antes de probar plaza, ciudad y muchachas autóctonas, Julián nos llevó a La Lola como quien lleva a sus chicos a tomar algo de vida. La Lola, que en su día dio nombre a un tema de Café Quijano, es el pub del padre de dichos artistas. El refranero, sabio por vetusto como el diablo, hace referencia a los palos y a las astillas; y como es natural: a padre artista, pollos artistas. El sitio es chulo, coqueto, tiene gusto. Dos pisos; y sillas, mesas y barra de madera. Cosa que agrada a vista, a moza e incluso a pituitaria. Goza de terraza para banqueros y gente que se ha quedado sin banco, que haberlos haylos. Y en él se escucha música por la que fama grande ha cobrado. Entrar en La Lola, y siempre teniendo en cuenta el selecto ambiente leonés, es como entrar en otro mundo: no mejor o más grande, ni peor o más chiquito, sino simplemente diferente. Y ya saben ustedes, y si no se lo digo, que la diferencia en las personas, los sitios y las sensaciones es la verdadera chispa de la vida, siempre trufada de imágenes repetidas, gastadas, tan desabridas. Fue poner pie y resto de persona en su interior suficiente para darse cuenta de que en la noche viven deneís más jóvenes, más vistosos, artículos que sólo ofrece la propia naturaleza. Una mujer, cuyas nietas con toda seguridad podrían ser mis hermanas mayores, quedose mirando la cuadrilla de pavos recién paridos que le brindaba sino la fortuna, escueta en los tiempos que vienen, tal vez tan solo la noche. Mirada helada, que a veces helaba; a su cigarro daba una calada, mientras de su pequeño bolso un pintalabios sacaba. Mujer que en su tiempo podría haber ocupado la portada de algún vinilo, su vida la había abandonado allá donde yacían silentes todos sus recuerdos. Pero los tiempos cambian: pitillo de Sarita Montiel que a tantos tantas veces encendió, se ha trocado, ardid de pobre truhán, en pólvora mojada, sable mellado o pistola de fogueo. Es la vida un cúmulo de lo que sea, un gran baúl que allá cada cual así lo llena. De repente, en un fondo de suspiros profundos y apagadas risillas pizpiretas, el viejo Quijano coge, agarra, ase e incluso aprehende su guitarra, compañera inseparable de largos y bien aprovechados caminos. Se hace silencio, espera que no desespera, y llega suave pero firme el rasgar de su guitarra, introito de noches largas, proemio de vidas todavía no contadas. Y la velada se hace oscura y abrigada al compás, ritmo y sentimiento del bolero, que es poesía cantada. Haciendo tal circunstancia recordar un tiempo, un sabor, para el que tal vez algún día la memoria no halle ni siquiera palabras.

10 junio 2009

Hay algo contradictorio en el artículo de Pedro G. Cuartango de hoy, muy bueno, como siempre, con la realidad que proclaman nuestros socialistas. La conclusión del columnista es que Zapatero, y su socialismo de autor, priorizan por encima del propio individuo a papa Estado, a una estructura política que define al sujeto. Y yo pienso como Cuartango. Pues sólo de esa manera se explica el intervencionismo desaforado, la obscena injerencia pública que el PSOE practica en cuestiones de índole hasta el momento exclusivamente privadas. Ahora bien, no es eso lo que dice nuestra querida socialdemocracia. La misma se ha hartado de decir que lo primero es la persona. Es el individuo, y no ningún tipo de ente colectivo, lo que está por encima de todas las cosas: familia, Estado, educación…¿Entonces? Pues entonces aquí pasa algo muy, muy curioso. Se está dando, en ciertos ámbitos, una especie de derechización de la izquierda. Es la derecha, lo nacional y nacionalista, la ideología que hasta ahora propugnaba una identificación del individuo con su patria, a la que debía su identidad, su ser, incluso su vida. Para la derecha no había individuo personalmente considerado; era su suma, la que otorgaba identidad al sujeto. Y ahora viene la izquierda. Diciéndonos subliminalmente que el gobierno hace, que el gobierno protege, que el gobierno cohabita con nosotros y por nosotros vela en todo momento. Y que, por ello, el ciudadano debe tener una respuesta justa y proporcionada a sus atenciones, comportándose como lo haría un ciudadano con un alto grado de civismo, dotado de una madurez democrática sin parangón.

La ingeniería política de Zapatero, al final, es simple. Es simple, porque es extremista. Este año, en uno de esos debates parlamentarios en que nuestros políticos hacen muestra de su elevado ingenio, producto, sin duda, de muchas y muy buenas lecturas acumuladas, el presidente del gobierno, interpelado por aquél que acuñó aquello del tsunami bipartidista, dijo: “señor Llamazares, con el respeto y simpatía que le tengo a usted y a su partido, y por este orden (risas de sus correligionarios por la gracieta finísima del de León): que ustedes lleven por nombre esas siglas, no quiere decir que estén a la izquierda de nosotros”. Pues claro que no, por si a alguien le quedaba alguna duda. Zapatero, por su-puesto, es más papista que el Papa. Y a mí, además, no me cabe la menor duda de que haya algo que no sean ellos que pueda estar a la derecha de la derecha.

Ya saben, por aquello del roce y el cariño, que los extremos tienden a quererse.


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Fina ironía, alto magisterio literario.

09 junio 2009


Echando un vistazo a las diez imágenes del día en el diario 20 minutos, he encontrado esta maravilla que les cuelgo. Soy consciente, no les dé vergüenza reconocerlo, de que el primer lugar al que han dirigido sus miradas es a la señorita de blanco: una camarera que pasaba por allí, según nos informa el diario a pie de foto. Pero si se fijan un poco más, en la imagen, además, podrán observar que aparece algo aún más llamativo que la propia señorita, tan joven y fresca, tan risueña, como recién depilada. Me estoy refiriendo, cómo no, a las curiosas cabinas de teléfono que se gasta el restaurante de Taipei. A mí me daría cierto repelús, algo de miedo, meter en su interior la mano, no me digan. Y sería inevitable, uno ve tanta tele…, imaginarse qué ocurriría si dichas bocas cobrarán vida y, de repente, se cerrasen.

Pues algo similar puede pasar por sus cabezas si ven determinadas películas, tengan cuidado. El otro día, por ejemplo, comencé a ver, y no tuve valor para acabar, un film titulado Vagina dentada. Era una película calurosa: chicas guapas y algo pendonas; muchachos jóvenes, golfos, salidos como cabritos. No sé en que acabaría el asunto. Pero la trama discurría de un modo ciertamente previsible. Los jóvenes querían coyunda, afortunada expresión de la abuelita Blasa de José Mota, con las nenas. Y las nenas primero decían que no, que esas cosas sólo las hacen los papas y las mamas. Pero, en fin, ya he dicho que eran jóvenes, y ya saben ustedes lo débil que es la carne a ciertas edades. Total, que en pocos minutos se preparó en la peli una bacanal que ya la quisiera para sus subidos guateques don Silvio Berlusconi. Aunque había un problema pequeño, chiquitito, raquítico, casi minúsculo. Una de las señoritas, la más mona, tenía en el sitio donde muchos hombres guardan su estima, una abertura, llamémosla así, con dientes. Y dicha abertura se cerraba, fíjense ustedes qué casualidades, precisamente, cuando uno de los jovenzuelos acudía a la llamada de la naturaleza.

Resultado: el muchacho ya no podría volver a acudir a dicha llamada desde entonces.

Moraleja: “ningún hombre debe pretender coger una rosa sin clavarse una espina”, Chufo Llorens.

08 junio 2009

En la noche de ayer, cualquier espectador de apellido veo, escucho y entiendo sólo lo que quiero, muy dado en el castizo pueblo español, podía haberse dado cuenta, por las largas caras de Alfredo Pérez Rubalcaba y María Teresa Fernández de la Vega, de cuáles iban a ser los resultados que iban a rev(b)elarse a continuación. Prácticamente cantados por la prensa decente en días anteriores. O eso pensaba yo, claro. Porque la joven Leire Pajín, que compareció poco después, habló de unos pronósticos que, con toda seguridad, sólo había leído ella, y que auguraban un empate o, como mucho, una derrota menos holgada que la que finalmente se produjo. A la vicepresidenta se le resquebrajaba la voz, mientras el ministro de Interior agachaba la cabeza y no permitía que viéramos en su rostro el reflejo de la decepción que en ese momento le embargaba. Aunque hubo más escenas delatoras de un estado de ánimo perspicuo donde los haya, desde luego. Por ejemplo, las imágenes de las sedes de los dos partidos grandes, que no grandes partidos como leí felizmente esta mañana en el blog de Juan Cruz. Llama la atención la naturalidad con la que el PSOE pone sus éxitos en boca de pregonero, en acertada y espléndida expresión de José María Carrascal, y, en cambio, sus fracasos se esfuman tras un velo tupido e impenetrable para el ciudadano. También es de destacar la reacción de los protagonistas y el uso que dan a su a veces tan molesto protagonismo. Ya no recuerdo quién dijo que la verdadera categoría de una persona se demostraba en los momentos difíciles, pues en aquellos en los que todo va bien, hasta el ser más ruin y zafio es una panoplia de virtudes, un ser de comportamiento intachable, un carismático ejemplo a seguir. Y así tenemos, una muestra, a Mariano Rajoy que, tras las últimas elecciones generales, fue el primero en llamar a Rodríguez Zapatero para felicitarlo. Prisa en felicitar que, según he escuchado en el telediario del mediodía, no se ha dado precisamente en el presidente. Aunque observarían también que a pesar de esos momentos tan dificultosos en que los nudos de las gargantas de los dirigentes socialistas se hacían insufribles, hubo quien fue fiel a sus principios, a su esencia, a su modo de ser que con tanto cariño recordaremos algunos así pasen los años. Su nombre: Leire Pajín, aquella que nunca defrauda. Muy fuerte tiene que ser la pedrada recibida para que esta mujer desista de su vocabulario: adquirido en el resto de las personas; sin duda innato, en su caso. Agradeció, sé que lo oyeron, a todos los ciudadanos y ciudadanas su participación en las elecciones. Paridad, aun fútil, hasta el final. Para algunos (y algunas) más vale morir de pie que omitir sus ideales, por disparatados, ridículos y absurdos que en ocasiones resulten. Una casta así tardaremos muchos años en volver a verla. Aunque bueno, no voy a pecar de optimista. La emoción me ha hecho casi olvidar que a éstos, aún no los hemos perdido de vista.

05 junio 2009

En un estanco de mi barrio, de cuyos dueños no debería acordarme, han decidido llenar de incertidumbre la quietud sin par que reina en la vida de sus vecinos, ahítos de aburrimiento y sobrecargados de monotonía. No me gusta faltar, lo habrán notado. Pero la verdad es que el matrimonio que lo regenta nunca ha sido un dechado de amabilidad, gentileza, dulzura en el trato ni, por supuesto, buena educación. La mujer en su día tuvo que ser mona, pero sin tanto vello. Y su marido, allá donde lo encontrase, sin duda tuvo que ser el más mono de todos. No tienen hijos, conspicua progenie que se pierde para el estudio de la siempre compleja psique humana. Pero si tienen, en cambio, una sobrina. Majísima, por cierto. Una chica rubia, de talle sugerente, rostro anguloso y más pecas que centímetros de cintura con la que en su día tuve intenciones ciertamente vituperables, casi obscenas. Curiosidades que tiene esta vida, y tiene muchas, en aquel entonces medio barrio debía albergar en su interior las mismas intenciones; y yo, no era precisamente primero de lista. Sé lo que están pensando. Estas cosas, como el hambre, sólo las provoca la escasez de materia prima. Supongo que por esa razón el sabio destino nos mandó, años más tarde, a una prima de la sobrina de los estanqueros. Rubia, como su prima y la tía de ésta. De la prima se encaprichó un amigo mío al que siempre le gustaron los restos; perdón, los retos. Amigo que nunca se paró a pensar, pero ni por un momento, si alguna vez tendría la posibilidad de superar alguno de ellos. Pero en fin, les comento el asunto que traigo, y otro día, sólo si es necesario, les cuento con más calma lo de las primas.

El caso, pues sépase que siempre hay un caso, es que en este estanco han puesto un cartel con un anuncio muy curioso, muy ambiguo y destinado a gente como muy sabia. Reza dicho letrero, remedo de exitosas técnicas publicitarias, algo así como: “12 vinilos, 4000 euros”. Como lo leen, no se froten los ojos. Y ante semejante derroche de sintaxis, como les digo, tienen a todo el barrio mosca, zumbando de aquí para allá. A mi el primero, que siempre ando leyendo si no son libros, carteles. Yo creo, pero con fe de la buena la mejor, que no tendría sentido acudir al estanco con 4.000 euros (lo que sobra, a ojo, del pan y el periódico) y, hecho el depósito, le endosasen a uno los 12 vinilos de a saber qué. Pero es que tampoco veo claro que acudiendo al mismo sitio con 12 vinilos, pues no sé de otro lugar donde se haga idéntico ofrecimiento, te suelten religiosamente los 4.000 euros, como si fuesen 4.000 soles. Sufro amargamente. No se rían. Estoy en un verdadero sinvivir. Es que, si se razona en frío, así no se las ponían ni a Butragueño.


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León ya tiene reina de las fiestas. Una criaturilla de 17 años, según leo. Nada que decir de la niña, claro. Ahora bien, siempre me ha parecido muy curioso que entre el jurado de este tipo de galardones, en León y en otros sitios que no son León, incluyan a políticos, esa rara y preparada especie. Dado que ni siquiera son capaces de realizar correctamente el trabajo para el que han sido designados, no existe, o al menos yo no la veo, una explicación sana que justifique su asiento, su voz y su voto.

Respecto a las reinas, mises y demás nombramientos de esta categoría, en León, siempre ha habido rumores, que hieden tela, asegurando que el pescado está todo vendido. Y me parece un flaco favor a estas jóvenes beldades que su nombre quede empañado (y empeñado) por simples habladurías. Sabiendo además que luego, llegado el momento estelar, y sólo porque la gente es mala, se queja el personal de que hay que ver que representante más fea, o flacucha o, en fin, más poco agraciada han encontrado para representarnos ahí afuera, mundo ancho y cruel.



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Correspondencia/ César Castaño

Conste que no soy pepero, ¿eh? pero es que el chiste es cojonudo...


LA DIFERENCIA ENTRE UN SOCIALISTA Y UN GUARDIA CIVIL


Un hombre vuela en un globo, cuando de repente, se percata de que está perdido, entonces maniobra y desciende lentamente hasta divisar a un guardia civil en medio del campo y le grita:

¿Podría usted ayudarme? He quedado en verme a las 2:00 p.m. con un amigo, llevo media hora de retraso y no sé dónde me encuentro.

Claro que sí -le contesta el guardia-. Se encuentra usted en un globo de aire caliente flotando a unos treinta metros de altura, entre los 40 y 43 grados de latitud norte y entre los 58 y 60 grados de longitud oeste.

¿Es usted guardia civil, verdad? - pregunta el del globo.

Sí, señor, lo soy.. ¿cómo lo adivinó?

Es simple, porque todo lo que ha dicho es técnicamente correcto, pero prácticamente inútil. Continúo perdido y voy a llegar tarde a mi cita porque no sé que hacer con su información.

Y usted, ¿es socialista? -pregunta el guardia.

Sí señor. ¿Cómo lo supo?

Es muy simple. Porque usted no sabe ni donde está, ni para dónde va, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, se halla exactamente en la misma situación en la que estaba antes de encontrarme, salvo que ahora, por alguna extraña razón..... ¡la culpa es mía!




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Correspondencia/ David Fernández Aláez (culé, el tío)

04 junio 2009

Hay días en que tras la lectura de determinados artículos uno se olvida de los distintos problemas que le acucian y es, simplemente, feliz. Verbigracia, el de hoy del maestro Martín Ferrand. Ha tenido que venir mi madre, con gran premura y diligencia, desde el otro extremo de la casa, a ver qué es lo que le ocurría a su vástago. Las carcajadas fueron sonoras.



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“Para los antiguos griegos, los orígenes de Europa estaban ligados al rapto de la princesa oriental del mismo nombre por parte de Zeus, que adoptó para ello la forma de un hermoso toro. El Dios trasladó a la princesa a Creta, isla situada en el Mediterráneo oriental. Allí, Europa dio a luz a Minos, Sarpedón y Radamento, quienes se convirtieron en las cabezas de las respectivas dinastías de la isla. Minos, el mayor de ellos, era para los griegos un sabio rey que impartía justicia y gobernaba con la ayuda de su divino padre, ya que cada siete años subía al monte Ida donde recibía del propio Zeus instrucciones y leyes. En la época clásica quedo el recuerdo de su proximidad a los dioses y su actividad justiciera al estar en el infierno como colaborador del mismo Hades a la hora de juzgar a las almas de los muertos. Un buen día, al quejarse el rey Minos de no tener un presente digno para ofrecer en sacrificio a Poseidón, “el sacudidor de la tierra”, éste le envió un hermoso toro. Ante la belleza y pujanza del animal, Minos decidió reservarlo como semental de sus vacadas y darle cambiazo con otro ejemplar. Sin embargo, los dioses fueron conscientes de este trueque y castigaron a Minos, inspirando a la mujer de éste, Pasifae, un irrefrenable amor hacia el animal. La reina, irremediablemente atraída por él, acudió al artista Dédalo para poder unirse al toro, introduciéndose en una vaca de madera que aquél fabricó. De esta unión nació el Minotauro, un hombre con cuello y cabeza de toro, que tuvo que ser encerrado en un edificio de planta compleja, al que llamaron laberinto…”. Revista Muy especial (ya desaparecida), nº 70: Mitología de hoy y de siempre.

03 junio 2009

Como ustedes sabrán, y sé que lo saben, el marido de Pitina ha vuelto. El hombre que según la leyenda, invitado a opípara cena en yate bien por la rica y abundante familia Agnelli, durante la misma, en una escuálida servilleta, escribió a Zinedine Zidane aquella ya famosa pregunta: “¿quiéres ser jugador del Real Madrid?”. A lo que Zizou reaccionó, siendo como era un caballero, devolviendo la servilleta con respuesta afirmativa. Desde entonces es tal mi admiración por Florentino Pérez, que en una ocasión incluso intenté emularlo. Al igual que él, durante el transcurso de otra cena sin duda menos glamurosa, escribí en una servilleta mi proposición. Aunque yo lo hice, claro, a una señorita. Pero algo tuvo que salir mal. Porque nunca más volví a saber de aquella servilleta.

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En el suplemento EPS de esta semana, viene un estupendo artículo sobre síndromes. Se ruega a hipocondríacos que se abstengan de leerlo.

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Leo en los periódicos de esta mañana que Leire Pajín ha hablado. Como sólo ella sabe. Somos muchos, cada vez más, los que esperamos ansiosos a que esta mujer se pronuncie. Y hoy ha vuelto a sorprendernos: “la coincidencia de que José Luis Rodríguez Zapatero ostente la Presidencia de la UE y Barack Obama presida EEUU será un "acontecimiento histórico" para "el planeta" y supondrá "una esperanza para muchos seres humanos". Aseguraba, con su acostumbrada frescura, esta mañana. Es evidente que a esta mujer nunca le ha pasado nadie una servilleta durante la cena.

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En su columna de ayer, Tomás Cuesta, citando a lo que debiera ser una autoridad moral, nos muestra el ser y el somos del ciudadano moliente, y cómo su natural pigricia, en cierto modo, también evoluciona: “Cipolla compartimenta a las personas en cuatro categorías esenciales. Inteligentes: los que benefician al prójimo y salen beneficiados. Incautos: los que practican la bondad y reciben los palos. Malvados: los que siembran la peste y cosechan la pasta. Estúpidos: aquellos que, por perjudicar a los demás, se arruinan a sí mismos sin ningún empacho”.

02 junio 2009

Miércoles, 27 de Mayo. Día de la gran final. El día anterior mi padre había acudido con gesto contrito a misa, que es como hay que acudir. Y pidió, fervientemente, que al Barça le diesen lo suyo en la final de esa noche. Por pedir que no quede nunca. Aunque entiendo que o no pidió lo suficiente o lo hizo sin suficientes ganas.

En mi casa lo mejor de los partidos son sus prolegómenos. Poco antes de que el balón comenzase a rodar, sobre la mesa, en disposición ordenada, nos esperaban patatas fritas, galletitas saladas, cacahuetes con miel y unos montaditos de aceituna con anchoa y queso tierno, simples pero sencillamente deliciosos. En el transcurso del partido a mi padre le estaba poniendo de muy mal humor y acabando con sus delicados nervios, además del juego desprendido por el equipo blaugrana, un hombrecillo que salía del bar de abajo a tocar una trompetilla cada vez que metía gol el Barcelona. Nadie puede introducirse en los pensamientos ajenos, pero intuyo que los de mi padre no eran precisamente halagüeños.

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Jueves, 28 de Mayo. El Barcelona, finalmente, pasó a la historia. Para desazón de los madridistas, entre los que me incluyo. Entorno a las 9:00 me marché al pueblo. Durante cuatro días estupendos, maravillosos, agradablemente tranquilos. Lo primero que hice al llegar fue desempolvar la hamaca colgante del baúl de mis recuerdos. Y la colgué, pues es su naturaleza, de un par de árboles que me estaban esperando desde el verano pasado. No puedo asegurarles que se estudie bien en una hamaca cómoda a la sombra de un manzano y bebiendo, más que respirando, del aire más puro del que se puede disfrutar hoy día. Pero sí les aseguro que dormir, se duerme estupendamente.

Por la noche Los hombre de Paco. A Lucas, el macizo, lo están despachando por lo bajini: no sé si volveremos a verle el pelo. Además, está levantándole la churri el nuevo tipo duro de la serie. A Lola, la mujer de Paco, en cambio, la despacharon sin contemplaciones; en las series esto se basa, simplemente, en no dar al personal más explicaciones. Lo de Rita y Montoya fue bonito mientras duró, pero se ve que decidieron darle al asunto un final más acorde con la realidad, en la que sólo con soñar no suele valernos. Don Lorenzo, el comisario, mi ídolo, está perdiendo gas. No como actor, que sería improbable, sino su personaje: empiezan a torearle los becarios. Mal asunto. La maciza da la impresión de estar más buena cada semana. Y por lo visto en el último capítulo, el italiano de Mariano es manifiestamente mejorable. Povedilla está descubriendo que en cuestiones de amor el que tuvo no siempre retuvo. Y a Paco me lo van a matar a disgustos un día de éstos. Deben de quedar sólo siete capítulos para que la temporada toque a su fin. Y como dicen en la propia tele, esto se pone interesante.

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Viernes, 29 de Mayo. Mi padre pone coqueta la huerta. Dice que este año habrá buenos pimientos. Y mejores tomates. Pero él sabe que en el fondo todo depende del tiempo, siempre tan caprichoso, tan irreverente. Realmente ha sido año de nieves, y según el refranero vendrá cargado de bienes. Pero todos parecen haberse olvidado de lo que opina el zaragozano, que hasta hace unos años era casi el que tenía la última palabra.

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Sábado, 30 de Mayo. Han venido al pueblo mi hermana, mi cuñado y mi sobrino. Adiós, estimado silencio. Mi padre tiene una batería vieja, testimonio de tardes gloriosas como las de los toreros, instrumento que por supuesto se le antojo al niño y que por supuesto se lo dejaron. Hoy día los niños ya no se conforman con caramelos. Criaturillos. Así que no les cuento como me fue la tarde, porque sé que pueden imaginársela.

Por la noche fui al pueblo de al lado. Estaban en fiestas. Y tocaba mi primo, que también es músico. Aunque no pude saludarlo. Es muy curioso que el recinto destinado a la orquesta y al baile, la fiesta propiamente dicha, estuviese casi vacío y el recinto ferial, abarrotado de tiros al mono, coches de choque y expendedores de calimocho, en cambio, más bien, no cupiese un alma.

Me dormí escuchando, recuerdo de un ser, La rosa de los vientos. El programa ya no es lo que era. Juan Antonio Cebrián hablaba de historia, que es cultura. Pero ahora le han dado un toque como más chic, con Bruno Cardeñosa; e incluyen temática obni, que como ustedes comprenderán me importa una higa. Aunque muchas veces pienso que no estamos solos en este valle de lágrimas. Y que también nosotros somos manifiestamente mejorables (como el italiano de Mariano).

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Domingo, 31 de Mayo. Para poder leer el periódico anduve 12 kilometros, no me digan. Si bien los hice en coche, claro. Compré el ABC en un estanco atendido por el hermano del cura de mi otro pueblo. Dicho cura, en el sermón, muchas veces interpola temas periodísticos de actualidad. Está al tanto del debate no canónico, el tío. Y a mí me pirra cantidubi escucharle. Sin embargo, a mi padre no le gusta; dice que además de calvo es tela pesado. Por la misma razón dice que no le gusta mucho Mariano Rajoy; aunque yo sé que es porque le tira la columna de Raúl del Pozo, a quien como saben no cae igual el gallego a como caía a Francisco Umbral.


Pasen buena tarde. Y gracias por leerme. Me retiro al estudio.

01 junio 2009

Dicen que el saber no ocupa lugar. Pero en mi casa ya no caben más libros. Uno va con toda su buena voluntad a dar cuenta de una pieza de embutido a la despensa y allí se encuentra, radiante, Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac. Me encamino con saludable asiduidad a limpiar, fijar y dar esplendor a mi boca, sobre todo para evitar esa desagradable halitosis fecal con la que inexorablemente a veces se topa en el transporte público, y donde debiera encontrarse cepillo de dientes y complementos, se halla alguna obrilla de esa literatura romántica, trágica, elegante y algo arrogante de Gastón Leroux. Que me entra antojo, pues solo de pan no vive el hombre, de Thomas Mann, y en extraordinaria casualidad, en ese momento, recuerdo que ya hace tiempo que la mesita de la última habitación de mi casa ya no cojea; entonces, la inquietud invade mi habitual sosiego, y pronuncio, no sin compungimiento: madre, ¿no habrá visto usted, últimamente, el paradero de La montaña mágica?


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Dos chismes mejor que uno. En mi facultad, generalmente, la gente tendía humanamente a relacionarse. Aunque nunca demasiado, o nunca con demasiada frecuencia. Nos unía, especialmente, el hecho de intercambiar dimes y diretes sobre nuestros dilectos profesores en los descansos de las clases magistrales. Recuerdo un día en que un compañero llegó raudo a clase asegurando que Germán Bercovitz, catedrático de civil, además de joven, alto, delgado, rubio y con dos ojillos tirando a verdes salía en el anuncio de un coche. Peugeot, para más señas. Hubo caras de escepticismo, por supuesto. Y se especuló con la posibilidad de que se tratase de algún hermano gemelo, que es la disculpa de siempre. El caso es que al final, curiosamente, el hombre del anuncio resultó ser nuestro profe. Imagínense. Tendrían que haber visto la cara de buenas muchachas que ponían mis queridas compañeras durante sus clases. Y también producía alborozo, para qué negarlo, que don Francisco Sosa Wagner estrenase pajarita. Yo, durante sus clases, no podía apartar la mirada de su gaznate. Me llamaba especialmente la atención una de sus pajaritas preferidas que era roja como un tomate y que, lejos de darle una imagen alegre y desenfadada, le otorgaba un aspecto augusto y como melancólico. Últimamente he visto su imagen, junto a la de Rosa Díez, en grandes autobuses pintados en un tono rosáceo. También he visto alguna entrevista suya en la televisión, y me ha dado la impresión de que ha hecho desaparecer el novelesco complemento de su vestuario. Es una verdadera pena. A mí siempre me había parecido que el señor Sosa se había escapado de algún libro de Charles Dickens, Oscar Wilde o Arthur Conan Doyle. Pero entiendo que la señora de izquierdas venida a ocupar un espacio inexistente en la política española quiera descargar de seriedad la imagen de su Lord: veremos si lo consigue.


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En cuanto a la situación de Manuel Chaves, se puede resumir perfectamente con un proverbio tibetano que gusta de darle uso a Fernando Sánchez Dragó en alguno de sus artículos: “cuanto más alto sube el mono, más claro se le ve el culo”. Es lo que tiene que, en contra de su naturaleza, la mediocridad destaque.