Jam Session

Política, literatura, sociedad, música

Correspondencia: fjsgad@gmail.com
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Lugar: León, Spain

En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...

28 enero 2010

Trifulcas, ejemplaridad pública (con permiso de Gomá)

De cementerios, recónditos parajes y precio (políticamente) incómodo. El riesgo, si existe, no debiera tener problemas de sitio: no debería ofrecérsele asiento. Dado que esa posibilidad no se contempla: no se entienden, ni se explican, réplicas partidistas, parciales, personales. Energías limpias, seguras y baratas: piden por esas boquitas. Me pregunto, sinceramente, adónde se moverá el negocio explícito e implícito existente cuando desapareza, algún día, el manido objeto de tantas reivindicaciones. Mientras tanto, no problem: siempre hay vecinos interesados en que otro pague la ronda.


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Envidia, definición correcta: "es siempre una declaración de inferioridad" (Napoleón Bonaparte). Escuchando el editorial de Alsina, no recojo a tiempo unas palabras del presidente de Estados Unidos. Pero no pasa nada. Tenemos internet:

"Quienes ocupamos cargos públicos podemos responder a esta realidad yendo a lo seguro y evitando decir verdades que duelen, y culpando a otros. Podemos hacer lo necesario para mantener nuestra popularidad en las encuestas y llegar a las siguientes elecciones en vez de hacer lo que es mejor para la próxima generación.

Pero también sé lo siguiente: si la gente hubiese actuado de esa manera hace cincuenta años o cien años o doscientos años, no estaríamos aquí esta noche.."

¿Ustedes creen que, además del pueblo americano, alguien más debería aplicarse el cuento?

27 enero 2010

Entrevistas

Siempre es un placer exquisito volver a leer a Enric González, desaparecido hace tiempo, no se sabe muy bien por qué, de su tribuna televisiva diaria. Yo ya me estaba preguntando qué habrían hecho con una de las razones por las que conviene pinchar en la web del periódico socialdemócrata con asiduidad, cuando, el pasado fin de semana, en el suplemento cultural Babelia, nos regalaron esta estupenda entrevista a Dennis Lehane. No tiene desperdicio. En ella, por ejemplo, nos encontramos de bruces con alguna de sus opiniones sobre temas delicados, siempre actuales, y que se separan, sin pena ni gloria, de algunas de las posturas consideradas como políticamente correctas por la doctrina bienpensante y mejorhaciente. Les copio este fragmento, en el que nos ofrece su respetuoso y desinteresado punto de vista sobre por qué ha de haber cadena perpetua para quienes abusan de niños:

"He visto destrucción a gran escala", afirma, "vidas que son irrecuperables sin haber llegado a la adolescencia, y en este asunto de los niños maltratados acabo sintonizando con la derecha más extrema. Entiéndame, no pido la muerte para quienes violan a niños, pero sí la prisión para siempre. Que no les hagan daño, que tengan una vida cómoda, pero que no salgan nunca más a la calle. ¿Sabe lo que ocurre? Que el niño maltratado se convierte en un adulto maltratador y reproduce un círculo vicioso. Creo que si apartáramos de la sociedad a los maltratadores, en un par de generaciones se habría roto el círculo y el problema dejaría de ser tan espantoso como ahora. Hay mucho más de lo que vemos, se lo aseguro"

Y este otro párrafo, en el que lanza una pullita para los defensores del cine (y de la literatura, a lo largo de la entrevista) de subsuelo. Gente toda que, como saben, se caracteriza por gozar de una gran sensibilidad, y empatía, y ser extraordinariamente propensos a enojos e indignaciones varias, como cuando se cuestiona su poco depurado sentido del gusto (o como lo llamen ellos):

"hay dudas incluso con una película de Scorsese. Parece que ahora Hollywood sólo sirve para filmar historias de androides mutantes en el ciberespacio y cosas así, dirigidas a un público, digamos, intelectualmente elemental"

Yo, que soy muy malo, sólo me río.


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Llevo una temporada, aunque muy corta, leyendo sólo revistas. Hasta mediados de Febrero no tendré tiempo suficiente para ponerme con algún lujo que tengo pendiente, como Los Ensayos de Montaigne o La vida de Samuel Johnson, de Boswell, y estoy poniéndome al día con algún número de la revista Muy Historia atrasado. El último número, sobre el Camino de Santiago, es sencillamente apasionante. Pero ahora mismo, la verdad, sólo quería comentarles una pequeña reseña de otro monográfico, titulado Curiosidades de la Historia, igualmente entretenido e interesante. En él, en una entrevista al escritor Carlos Fisas, un historiador de pequeñas historias fascinantes, que firma Fernando Cohnen, llego a la conclusión, después de algunas respuestas, de que la gente, en el pasado, con independencia del lugar con el que pasaron a la historia, era muy, muy poco higiénica. Les pongo algunos ejemplos, y juzguen ustedes mismos:

"Felipe V no quería cambiarse de ropa y las criadas tenían que zurcirle los calzones que llevaba puestos porque se negaba a quitárselos".

"Cuando se estaba muriendo Fernando VI, metía las nalgas en los estrechos barrotes de la cama para no defecar, pues pensaba que eso le perjudicaría y le mataría".

"Antes de ser coronado como emperador, cuando estaba en ITalia, Napoleón escribió ardorosas cartas de amor a su mujer Josefina de Beauharnais, que en aquel entonces se encontraba en París viviendo a su aire y poniéndole a su marido unos cuernos de tamaño considerable. En una de aquellas cartas, anunció a su amada que en 15 días volvería a París: "Hasta entonces -le escribió Napoleón-, no te laves tu delicioso bosquecito". Que digo yo que hay que joderse con el corso: guarro, el tío.

La gente, la gente... ¡pero cómo es!

26 enero 2010

Runrún

Sentirse incomprendido, desatendido e ignorado por los demás y, uno mismo, impotente ante la irrisoria magnitud de presuntos problemas determinados resta, disminuye, rebaja nuestra propia capacidad, alborotando, de un modo sensible o abrupto, la ya de por sí inexacta y falible percepción que tenemos de nosotros mismos. Y esto no es baladí, claro. Dado que vemos con nuestros propios ojos, válgame el pleonasmo de perogrullo, que estemos afectados o dañados por algún tipo de anomalía psíquica de mayor o menor importancia, influye, apodícticamente, en el devenir de los acontecimientos, pues en su afrontamiento o enfrentamiento, nos veremos mermados en ídeas, en frescura, y, en la motivación de las resoluciones adoptadas, habiendo entendido el problema de un modo parcial y probablemente equivocado, viciado de origen, utilizaremos, en consecuencia, medios y modos erróneos o prácticamente fútiles para lograr, a veces dolorosamente, el cumplimiento de nuestras mejores expectativas.

Aunque hay que decir que, ver y entender, no nos engañemos, se ve y se entiende con los ojos y el entendimiento de los demás: no menos falibles, ni más exactos que nuestros propios atributos, seriamente trastocados ante inevitables e inagotables imprevistos.

La opinión de los demás no sólo nos influye, negativa o afirmativamente, sino que necesitamos de ella para vivir y sobrevivir con cierta y digna holgura. Llevándonos esta situación, a veces, a una indeseable situación de dependencia del pensamiento ajeno, aunque éste sea pobre, estéril, pueril, ingenuo, bobalicón o, simplemente, no tenga visos lógicos de sostenimiento o consistencia alguna.

El problema, tal vez indigno de esa denominación, aflora cuando se hace evidente, palmaria, perspicua y, por supuesto, incómoda la falta de coincidencia de nuestro ser, de nuestro pensamiento, con el ser y el pensamiento de los demás, que juzgamos, pobrecitos, más elevado y perfecto y noble. En ese momento, preciso y cruel, saltarán nuestras alarmas internas, tan profundas y que creíamos tan inútiles por albergar esa esperanza de sostener que estamos resguardados de toda influencia externa, llevándonos las mismas, casi inconscientemente, y ya emergidos de nuestras profundidades, a un complejo procedimiento de mudanza mental, ideológica y pragmática, y haciéndonos confraternizar e identificarnos con ese ser ajeno y distante y, a veces, indeseado, sin importarnos que, necesariamente, por no tratarse de nuestra particular persona, precisamente convenga aplicar al otro una reflexión y tratamiento ajenos, distantes y distintos a los utilizados con y para nosotros mismos.

25 enero 2010

Oferta de empleo, la competencia de Poirot

Justicia, política, checks and balances: riesgo elevado ante límites y administradores difusos. No se han leído a Montesquieu, se descubre. Pero es mentira: simplemente, se ha interpretado a beneficio de inventario. Escuchar, ver y entender a conveniencia: código de barras humano, devaluación recurrente de la especie. ¿El futuro? Improbable e impredecible.


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Sherlock Holmes, estreno: cojan al doctor House, al Mentalista y una pizca del personaje literario original. No hará falta que los agiten. El protagonista es guapo, brillante y descarado. Quizá, demasiado violento para mi gusto. La figura de Watson, pulquérrimo y comedido, es necesaria como amistosa pareja masculina de todo héroe que se precie: condenado a la soledad por su enormidad. También trasciende en materia de perspectiva: sombras y comparaciones, odiosas por igual. En la película no se respeta el fraude, es de agradecer: ni rastro del "elemental, querido...". Rachel Mc Adams, monumental: qué puede decir un hombre de un queso semejante, y que no sea demasiado obvio. Por lo demás: vayan a verla, aunque sólo sea por una Londres de época muy bien lograda.

21 enero 2010

El ejercicio es bueno, dicen

Hoy, después del café con más pastas de las dietéticamente aconsejables, me fui a echar unas carreras junto a la orilla del río, como dice la rumba, la guaracha, la salsa, el ritmo sabrosón. Hay que decirlo: madre mía, madre mía. Casi me tienen que traer a casa unas muchachas en brazos. Uno se hace viejo: ya no soy el que no era. La vida y el estudio gastan físico, así como esa pseudoagilidad mental diseñada para pasarelas de paletos de city. Yo, el paseo, no lo perdono ningún día. Pero correr ya es otro asunto. Este tipo de ejercicio llevaba, por lo menos, más de un año sin practicarlo. Y se nota algo más que ligeramente, desde luego. Aun reconociendo que el asombroso trote que llevaba hacía sonreír a las damiselas que me encontraba paseando con sus mascotas, y encelaba a la senectud motivándolos extraordinariamente para correr más y poder adelantar a un jovenzuelo totalmente sofocado y acabado como deportista de provecho. Ya antes de ponerme al asunto, si me hubiese observado alguien agudo, habría comprobado que mis ejercicios de calentamiento eran propios de mujeres fajadas y caballeros de cachaba de avellano: ligero balanceo de tobillos, rodillas, cintura, brazos y cuello. Dándome como ciertos aires de importancia e impertinencia, cualidades, como saben, primas hermanas. De hecho, calenté tanto y tan mal que comencé a correr porque me estaba quedando helado, y, también, cómo no, porque unas señoritas que acababan de llegar y estaban como dos quesitos de untar se me habían quedado mirando. Principié como el hombre que empieza su caminar por esta dura vida: trote suave, ligero, talle poco enhiesto, algo renqueante. Y, tengo que confesarles, que me las prometía muy felices, dado que mis piernas y mi mente respondían razonablemente, que es como hay que acostumbrarse a responder en este valle de hipotecas, pañales y escasos y muy mal elaborados, y peor finalizados, débitos conyugales. ¡De aquí a las olimpiadas!, me decía a mi mismo, como quien se reconforta diciéndose que no es verdad que sea más feo que Picio, sino sólo que los demás padecen de miopía y no lo saben o no terminan de enterarse. Lo que es la vida. Hay que fuckyourself. Unos minutos después, demasiado pocos para mi gusto, ya iba pidiendo la hora. Y eso que yo era el árbitro, el público y el futbolista. Sé que parecerá o debería parecer bastante raro, pero creo, sinceramente, que debería aprender a respirar. Aunque me imagino que se estarán preguntando qué llevo haciendo toda la vida. También sé que dicen que es cosa muy mala, muy fea y muy poco juiciosa parar de repente después de estos fustigamientos más inmorales e indecentes que musculares. Pero llega un momento en la vida de un hombre en que le importa un carajo lo que dicen, lo que piensan e incluso lo que escriben el resto de congéneres. Me paré, porque de haber seguido un solo paso más me habría tirado al río: derrotado por la vida, las mujeres y la prosa puntillosa del Gran Wyoming. Pero ni que decir tiene que, en ese preciso momento, las piernas se me quedaron pegadas al suelo como las raíces milenarias de esos bosques de hadas, enanos, duendes y brujas fornicadoras. O, siendo más exactos, como si un diligente albañil se hubiese tomado la molestia de acudir raudo adonde yo estaba y hubiese hecho de mis piernas un feo y desapercibido decorado de cemento. Total que mi experiencia vital con la naturaleza y el deporte, ese espíritu de superación personal que antaño garantizaba el consumo de Cola Cao, la Coca Cola o el Zumosol y su primo tonto, acabó con una inevitable sensación de derrotismo corporal y una ya de por sí mermada fuerza de voluntad para este tipo de riesgos sin cobertura. Aunque, en honor a la verdad, tengo que decir que el ejercicio me despertó el apetito y la imaginación, y así, mentalmente, me representé minutos después preparando un buen bocata de jamón. Lástima que, al final, la imagen tomara cuerpo.

20 enero 2010

Pío, pío que yo no he sido; sonría, por favor; póngame otra

Caso Faisán, cuestión de pájaros: Rubalcaba no trina. Los medios hozan inquietos en un pozo de agua turbia, sucia, no potable. Un aviso impropio, ilegal e inmoral: al final caerá alguien, pero sin vuelo. Servicios de débito diferido: crédito al portador, sin fondo. Llamadas a cobro revertido: paga el Estado. La justicia es ciega: no chilla cuando le cargan la balanza.



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Político oportunista, falto de ideas y en apuros busca foto que le saque de problemas. Se requiere currículum escuálido, retórica de camarero y gestualización mímica. No importa el vocabulario, la cultura: hay veces que los más brillantes no son los mejores, aunque no sea el caso. Tampoco es indispensable la fe, ser practicante, las formas: allá arriba sabrán distinguir a los suyos. Sonrisa a los flashes, estrechamiento de manos, bon appetit, bon voyage.


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En una mañana fría, húmeda y nubosa destaca el pálido fulgor de una sonrisa y un trato impostado y contratado. Correcto y distante en la aproximación a su progenie laboral, saluda servil, despacha académico y cobra religiosamente. Es afectuoso con la asiduidad que le certifican sus ojos, y algo displicente con la novedad no femenina. Agradecido y cordial cuando la propina es generosa, murmura sin reparo si la voluntad ajena no le ha llegado. Conversaciones socorridas, risas forzadas y la monotonía de su vida terminarán dejándolo exangüe, aunque satisfecho, al final de la jornada.

19 enero 2010

Un favor, ¿algo nuevo?

Llamazares, Bin Laden, ¿la T.I.A?: parecidos odiosos, pero razonables. No son felices coincidencias, es el trabajo de buenos profesionales, de los mejores, alegan. Enfados, enojos, berrinches: publicidad low cost. Gracias a un careto, se ha hablado más en estos días de una formación política que en los últimos diez años. ¿Indignación? Por favor, pongan a esa gente a trabajar. Ya.


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Cameron, el poblado Boomer y esas gafas tres presentan: manida ciencia ficción, una historia de amor y los verdes. Conglomerado especial y espacial. Tiene ritmo, encanto, pasión. ¿El fondo? sólo comercial, claro: y partidista. Ideológicamente pueril, poco concienciador. Los malos siempre son los otros, claro: pero desde hace demasiado. El dvd traerá sexo azul, como el cielo, el mar y los ojos de Nicole Kidman: se censuró en la gran pantalla por los niños, para que el día de mañana sigan creyendo en las cigüeñas francesas. Además, un joven discapacitado, con la inteligencia estándar de un marine y un corazón valiente encuentra el amor de su vida: Hollywood no cree en las grandes y elaboradas historias, pero las vende como tal, y a la gente le vale. Hay políticos que utilizan la misma fórmula recaudando una más que honrosa taquilla.

18 enero 2010

El forúnculo

En el mundo democrático, participativo e igualitario en el que no sé si felizmente convivimos podemos encontrarnos con personas del más variopinto y llamativo pelaje. Y no siendo esto nuevo, evidentemente, también cabe asegurar que a nadie le parece asunto preocupante: merecedor, pues, de sus pensamientos más depurados y deslumbrantes.

Que cada cual es un singularísimo hijo de su madre y hasta de su padre es algo que no se discute por obvio y porque no conviene faltar al respeto, o no más de lo necesario, a la inteligencia del personal: que existe, aunque al igual que toda criatura celeste no pueda contemplarse simplemente con los ojos; y, en algún caso particular, ni esté ni se la espere.

El individuo, habiendo tantos, al que hoy en particular y felizmente quiero referirme no tiene una denominación, apodo o distintivo por el que se le diferencie de tantos otros. Ahora bien, no les quepa la menor duda de que, una vez entren en contacto con él, sabrán clasificarlo sin ninguna dificultad a partir de ese mismo momento. Como le pasó a don Francisco de Quevedo, quien, estando plácidamente defecando en una orilla del camino, vio que se acercaban dos hermanas religiosas, y, al contemplar semejante espectáculo, exclamó una de ellas: ¡Qué vedo!; y el escritor, nada sofocado, apostrofó: ¡Carajo!, ¡Hasta por el culo me conocen!, como dejó rigurosamente escrito Guillermo Cabrera Infante, otro ilustre plumífero, ya desaparecido.

Aparentemente, como decía, este ser pleno parece una persona normal. Esto es: respira, come, camina, conversa y, en ocasiones, incluso piensa. Pero no se dejen engañar. Esto, es sólo apariencia. Quiero decir, claro, que él aparenta mucho más de lo que cualquier otra persona viene aparentando en su vida, que no es, precisamente, poco.

Como ustedes comprenderán no pretendo asustar, causar pánico, temor y ni tan siquiera una leve inquietud en su normalmente imperturbable estado de ánimo. Sólo quiero avisar. Porque me considero un buen ciudadano. Incluso una buena persona. Consciente, por tanto, de mis numerosos derechos y de mis escasísimas obligaciones. O sea, en pleno uso y abuso de todas mis facultades.

Este sujeto del que he venido hablando hasta ahora, y al que aún no hemos puesto nombre, no es, desde luego, un paria. Este hombre o mujer, esta personilla, este engendro de la naturaleza, este ser humano, en fin, lo que es, o que baje Dios y lo llame, es un verdadero sinvergüenza. Pues a decir de algunos a las personas les ocurre lo mismo que a las cosas: hasta que no tienen nombre, no existen.

Tiene por vieja costumbre el inverecundo elemento participar en todas las conversaciones habidas y por haber que se dan en su entorno, incluso en aquellas a las que no ha sido llamado, o sobre todo en éstas, que a veces son las que más le interesan. Escucha el devenir de las mismas como si le fuera la vida en ello, como si con cada palabra fuese desapareciendo el hambre que arrastra con más gloria que pena por esta vida tan poco literaria. Y una vez finalizada, digerida y reposada la amistosa conferencia llega a la sabia conclusión de que lo dicho en ella no le conviene en absoluto. Que así no va a sacarle provecho. Que discrepa del fondo, dicho con genuina delicadeza.

En la época pretérita de todo hombre y mujer español, cuando convivían felices en los patios de las escuelas, las mujeres querían encontrar a un buen muchacho, y los hombres a una buena muchacha, es decir, que lo fuese y a ser posible que lo estuviese, había un aserto casi científico y desde luego irrefutable que rezaba algo así como Ajo y Agua, apocope de lo que todos ustedes ya saben, y que omito por lo indecoroso del término y lo muy decoroso que, por el contrario, me considero.

O sea, que cuando se llegaba a una conclusión, aunque ésta no fuera precisamente la más lúcida, la mejor o la más deseable, se daba por buena. Pues se había llegado a la misma por consenso. Casi nunca de un modo unánime, vale; pero sí podemos afirmar que era genéricamente aceptada. Con todos sus defectos y sus bellas virtudes, como las mujeres; o incluso como la democracia y el capitalismo, que puede que no sean los mejores sistemas, pero sí los menos malos.

Por todo esto creo necesario advertir, que en estos tiempos de incertidumbres varias y no pocos desapegos, hay que echar mano, en el menos obsceno de los sentidos, de don José Saramago, y su inteligente libro, Ensayo sobre la lucidez, donde nos cuenta que “es conveniente examinar las ideas del adversario a fin de descubrir lo que de ellas pueda resultar provechoso para las nuestras”. Frase, sin duda, muy curiosa, que me haría llegar a la remotísima conclusión de que el tipo de sujeto al que me he venido refiriendo ha leído el libro. Cosa que, como digo, me parecería llamativa, rarísima, estrambótica. O, sólo, demasiado infrecuente.

Aunque hoy día se sepa que en el mundo en general se enfrentan los extravagantes con sus sus vitales extravagancias: un humorista creyente en Moncloa, un comunista talibán, un cordobés que se cree catalán…y, en mi mundo particular, inexorablemente habite ese personaje que tiene como vicio y virtud la innata facilidad de arrimar el ascua a su sardina: siempre dispuesta, siempre a su disposición. Dando igual los caminos seguidos, los planteamientos utilizados, las metas alcanzadas: siempre habrá una brecha por él aprovechada. Con habilidad felina. Con suma destreza. Con no menos desparpajo. Habrá, no digo que no, quien no se dé ni cuenta. Pero estoy completamente seguro de que llegará el tiempo en que hasta el más satisfecho y conformista de los homínidos va a terminar hasta la azotea de tantísimo jeta.

Condiciones de vida: “la realidad y la facticidad quieren, por tanto, sernos despachados como fatalidad y como destino contra los que sería temeridad y locura tratar de sustraerse o sublevarse. Las hoscas y cerradas amonestaciones sobre la testarudez de los hechos, la irreversibilidad de los procesos, lo inconmovible de la realidad, reiterativos hasta lo fastidioso, se me van antojando cada vez más sospechosos de constituir realmente, bajo el siempre tan prestigioso barnizado de la racionalidad y la objetividad, el caballo de Troya con que la fuerza y el poder intentan expugnar los últimos reductos de la ciudadela del espíritu” Rafael Sánchez Ferlosio.

15 enero 2010

Parecidos razonables, el inconformista apátrida, él no tiene quien le quiera, cuando el resto sobra

“No es cierta la apodíctica y fatalista sentencia de que una sociedad tiene los políticos que merece, pero me temo que sí es cierto que una sociedad se parece a los políticos que elige”. Ricardo García Cárcel, en la Tercera del miércoles.


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“Internet está viviendo últimamente situaciones convulsas. ¿Qué te parece la ley Sinde? ¿Compartes el rechazo masivo que han mostrado blogueros e internautas?

Paso de temas de leyes. No estoy de acuerdo con que haya que discutir con gente que no tiene amplitud de miras. Hay que dejarlos que hagan lo que se les antoje porque se van a morir. Me aburre soberanamente esta discusión. No tiene ningún sentido lo que está ocurriendo, no quiero dar argumentos sobre esto porque no me merece el más mínimo interés quien está al otro lado. Si alguna vez este país se convierte en China me iré a otro lugar”. Hernán Casciari, bloguero porque él lo vale.


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Ramoncín, no quiere que le llamen mamoncín; tampoco, chulo barato. No debe de tratarse de nada personal: simplemente, le molesta. Aunque el primer calificativo rime y tenga cierto ingenio, y, el segundo, desacredite al ingenioso. Lo considera un delito de injurias, no una descripción fidedigna, exacta, de su persona y su denostada actitud personal.

Se ve que hay quien no se ha enterado de que insultar, hoy día, no sale gratis: a veces, porque el destinatario no se siente cómodo con los adjetivos con los que, socialmente, le han bautizado; pero, sobre todo, porque casi nunca hay consulta previa a la hora del etiquetamiento.

Éste soberbio vilipendiado, no elije los motejos, no cobra por su utilización o aprovechamiento: muy al contrario de lo que, desde su punto de vista, ocurre y debe seguir ocurriendo con tantas otras cosas en esta vida.


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Lo decía hoy David Trueba: “Qué difícil es sentarse a escribir de algo cuando suceden catástrofes como las de Haití”. Ayer, por ejemplo, yo pensé en hacerlo, pero me pareció obsceno, indecente, poco serio. Miles y miles de muertos y de heridos, sumados a la ya decadente e indigna situación que atravesaba un país pobre, mísero, desestructurado.

Huelga decir que una tragedia de este tipo no se describe con palabras. No se explica con imágenes. Y, desde luego, no se comenta. Lo único que queda es el compadecimiento, la solidaridad, pedir, de alguna manera, que la ayuda en camino llegue a su destino y sirva de algo. Que no se pierda, vaya. Que quienes están allí hagan bien su trabajo. Que no (se) estorben. Que no perjudiquen. Que no molesten.

Hablar de Zapatero, de Rajoy, de Montilla y de la madre que los trajo a todos, es ridículo, inmoral, indecoroso. Cuando de verdad ocurre algo de tanta gravedad, tan catastrófico, trágico y doloroso, las inanidades y ridiculeces de nuestros políticos, de nuestra acomodada sociedad, y todas aquellas que, a diario, nos cuentan nuestros periódicos, ha de causarnos, o debería, un cierto sonrojo en nuestras deslizantes jetas, un escozor agudo en nuestras poco ejemplares almas y un profundo descrédito en nuestra depauperada jerarquía de valores.

¿Vivir para aprender? Para qué si no.

13 enero 2010

Marcial manejo

“Es cosa rara ver a muchos sujetos reputados de juiciosos, y de opinión entre los no vulgares dedicarse al Cortejo de una Dama con tan entero cuidado, y sujeción a las leyes de una autoridad desconocida, que faltándoles horas en el día para asistir a la Señora hurtan también las del descanso con los afanes de adivinar los pensamientos por completar una asistencia extraordinaria, que llaman primorosa, siendo en la realidad, esclavitud, no diversión; pensión, no alivio; afán y no sosiego. De aquí resulta, que embebido el discurso con este asunto, no se cuida del privativo de los negocios civiles que corren a su cargo, de que dependen los intereses, la política y la sociedad…”

“El hablar mal de las mujeres es flaqueza del entendimiento de los hombres, o ignominiosa venganza de sus desdenes: yo sé que no hablará mal, el que se vea correspondido…”

“Nunca está una dama en mejor estado de favorecer a los hombres, que cuando quiere dar celos a su majo: y como para darlos es menester hacer materia suficiente, dispensa con facilidad unas satisfacciones extraordinarias, sin el reparo de que más son fragilidades, que finezas; pero como son medios de su venganza, se agradan mucho las damas de estos lances, y después los celebran como triunfos…”


Óptica del cortejo, don José Cadalso: llámenme machista, misógino, retrógrado…pero yo me voy a vivir al siglo XVIII. ¡Aquí se quedan!

Pueden leer la obrilla íntegramente aquí. Son apenas dos horillas de su tiempo. Una visión simpática, irónica y magistral de aquella sociedad y sus mujeres y hombres lastrados por cierta clase de prejuicios sexistas en sus relaciones para los que, más de 200 años después, no hay cura, remedio ni consuelo genérico que valga.

12 enero 2010

¿El sucesor?

En este vídeo comparan el gol de esa perla recién descubierta con el tanto y la persona de Maradona:



Pero a mí, la verdad, por alguna razón que desconozco, me recuerda más a un producto de la tierra:

11 enero 2010

Querido diario

Martes, 5 de Enero. Por la tarde he ido a ver con mi hermana, mi cuñado y mi sobrino la cabalgata de Reyes. Este año, en ejemplar ejercicio de coherencia municipal, no han mezclado estas carrozas con las de Papa Noel. Y quiero recordar que la última de ellas, la destinada al carbón, era mucho más grande que la de otros años. Aunque no sé si por el factor frío o porque este año los querubines leoneses habían sido más malos que de costumbre.

Los pajes venían en caballos. Y había una variopinta partida de romanos, con sus carruajes tirados por caballos, sus lanzas de pega y sus túnicas abiertas que, por cierto, no eran precisamente envidiados, dado el penetrante y despiadado frío reinante.

También había animales. Los gansos venían un poco a su aire, rebeldes, desenfadados, como pasando del protocolo. Y en cuanto a las ovejas, pero qué delicia, oigan, había que verlas. Ahí todas en rebaño, ordenadas, con paso firme, disciplinadas. A una señal del pastor daban vueltas en círculo, para regocijo del público adulto. Y a otra distinta, seguían la marcha. Mi sobrino tenía miedo a todos los animalillos. Cada vez que se acercaba uno se guardaba detrás de sus padres. No sé qué va a ser de este chico cuando le toque lidiar con las mujeres.

Después del desfile me fui a dar un tranquilo paseo, para despejar y retomar fuerzas para la fiesta de la noche. Serán casualidades de la vida, no sé, pero me encontré con casi todos mis amigos, que no sé si habían salido a ver a los Reyes o a avizorar muchachas. El caso, nada curioso ni extravagante, es que estuvimos de cortos hasta la hora de cenar. Tarde completa, vaya.


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Miércoles, 6 de Enero. Día de Reyes. La noche anterior ha ido bien. He conocido a muchas mujeres e incluso he hablado con ellas (que no es exactamente lo mismo). Comenzó la misma en una cervecería llamada El Lago Ness. No lleva mucho tiempo abierta, ponen buena música, sirven una bebida decente, y es uno de esos sitios recogidos, bien decorados y coquetos, cuyo amueblado en oscura madera y con una iluminación nada excesiva, hacen del establecimiento un lugar ideal para principiar la aventura nocturna. Me metí en la cama a las 7:45 de la mañana. A las 10:30 ya estaba leyendo la prensa.

Por la tarde llegó mi sobrino con una caja enorme de trucos de magia. Y nos estuvo mostrando a todos, radiante, feliz, sus nuevas habilidades adquiridas. A mí también me gustaba y me gusta la magia. Tiene algo que fascina, que atrae, que le hace a uno creer en lo imposible e irracional. Y yo, la verdad, no me preocupo, como otros, en averiguar dónde está el truco. Simplemente disfruto. Y me deleito. Hay quien por buscar y no encontrar la solución, incluso sufre. ¡Hay que ser ganso! Existe un proverbio árabe precioso, que dice: “Mientras el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo”. Curiosamente, lo he visto citado en alguna columna de Santiago González y Arcadi Espada. Pero ambos, ignoro si por desconocimiento o deliberadamente, omitieron lo de "sabio". Y en algún caso, trocaron lo de "necio" por "tonto". No sé. Quizá tienen reparo en calificar de sabio a quien señala la luna, como si ver y mostrar lo evidente no fuera, precisamente, lo más difícil.


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Jueves, 7 de Enero. Ha sido un día tranquilo, sin sobresaltos. Por la tarde he quedado con los amigos para echar una partida. En la foto, de izquierda a derecha, pueden observar a Iván, Alejandro y a su tocayo. Posando con cierta profesionalidad, esperando a un tapete y a unas cartas que no tardarían en llegar a la mesa, y afuera comenzando a caer los primeros copos de una pequeña nevada…

Por la noche estuve viendo The Queen, con mis padres. Les encantó. Consideraron que tanto en el aspecto físico como en el psíquico estaban verdaderamente logrados los personajes. La interpretación de la Reina, memorable. Y el respeto profesado por Tony Blair a la Casa Real, y entiendo que así fue en la realidad, se debería tomar como buen ejemplo a seguir por otros países europeos cuyas presidenciales familias dejan bastante que desear al respecto.


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Viernes, 8 de Enero. Hoy he estado en el pueblo. La nieve caída y la bajísima temperatura anunciada para las próximas horas, cerca de 20º bajo cero, hicieron que mi padre viajase hasta allí para tomar ciertas precauciones. Le acompañé, básicamente, para ver el paisaje nevado. Hacía años que no lo veía tan hermoso, tan calmo, tan blanco, como una dama que contraerá matrimonio tras el breve paseo hacia el altar catedralicio.

Dentro había que hacer un poco de limpieza y dar al entorno cierto aspecto de orden, cosa buena o muy buena incluso, o sobre todo, en las mejores familias. Aprovechando la coyuntura, palabra manida donde las haya en los tiempos que corren, para sacar una foto a mi padre, en el comedor, poco antes de dar buena cuenta del almuerzo. Y también saqué otra, muy rápidamente, a una parte del jardín delantero, sólo para que vieran un poquito de nieve (aunque imagino que estarán hasta el gorrum de tanto copito).

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Sábado, 9 de Enero. Hay veces que al leer la crítica de un libro en el periódico me entran ganas de salir corriendo a buscarlo. Algo parecido me pasó con ésta, de Eugenio Trías. Acudí con premura y frescura a la que ostenta, y no sé por qué, el rango de mejor librería de León. Les cuento. A pesar de su tamaño, y el evidente número de volúmenes que alberga, no siempre tienen lo que uno busca. Y en cuanto a sus dependientes, en fin, dejan bastante que desear: no dan los buenos días ni, por supuesto, las buenas tardes; desde luego, no dan las gracias por haber comprado en el establecimiento; si pueden, no dan ticket con la compra (aunque yo siempre lo pido, y con una amplia sonrisa, sobre todo para fastidiar); ponen trabas para pedir el libro que necesitas; no son cultos, educados, ni amables: características, a mi entender, imprescindibles para estar al frente de una librería (si fuese un zoo ya sería otra cosa, claro, pero no lo es); y encima, corrigen a uno sin motivo y sin razón.

Después de estar cerca de media hora en el apartado de Historia Universal, en el piso de arriba, donde aguardan recogidos los ensayos, me acerco cauto al mostrador y le digo al buen hombre que si tienen La crisis del siglo XVII, de Hugh Trevor Roper. Y me dice que a ver si estoy seguro de si es ese siglo. Le digo que sí, claro. Pone cara de concentración, levanta imperceptiblemente la ceja y acerca su cara de pasmado a la pantalla del ordenador.

-Nada. Oye, que aquí pone crisis del siglo XVI

-Ehhh, no, no, es Crisis del siglo XVII

-Pues aquí pone Crisis del siglo XVI

-Bueno, pues si lo pone ahí, igual…

Después de estar otro buen rato mirándolo, y poniéndome de los nervios (¡pero cómo puede haber tanto inútil suelto!), me dice que bueno, que si lo encuentra me llama.

Por supuestísimo, no llamó. Pero, ya les digo, que era La Crisis del siglo XVII. Para mi que este hombre, a una silla y un ordenador pegado, o no sabía los números Romanos o se comió un palito. Pero así va España, como saben.


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Domingo, 10 de Enero. Hace unos meses, en El País Semanal, leí un artículo de Rosa Montero al que en su día no había dado ninguna importancia, aunque como todo lo que sale de la mano de esta señora, daba gusto leerlo; como seguramente no desconocen, lo que a hoy no miras, mañana no le quitas el ojo, y, por consiguiente, me ha venido ahora a la mente, como si lo acabase de leer recientemente y me hubiese parecido totalmente insoslayable.

Ya hace unas semanas se traspasó un despacho de pan en mi barrio; sus nuevos dueños, creo que son marroquíes. Y, cosa curiosa, frente a algún recelo que despertaba en los clientes de toda la vida el cambio de dueño, debido a la costumbre y a la falta de confianza que, necesariamente, se daría en los primeros días, todo ha ido verdaderamente bien. Es más, creo vehementemente, que todo el barrio ha salido ganando con el cambio. Por las mañanas lo atiende un tipo agradable, cordial y desenvuelto. Y, por las tardes, su mujer. Siempre saludan, siempre tienen dibujada una sonrisa, siempre son agradecidos con la compra efectuada con independencia de su volumen. Sólo por esto, en mi opinión, ya deberían de darles un título honorífico de ciudadanos ejemplares. Sobre todo andando suelto, como andan, por las calles, comercios y plazas de nuestras ciudades, tanto ganso reconocido y acreditado.

Por la noche he estado viendo La búsqueda, ¡sin publicidad! Ya la había visto varias veces. No es difícil de seguir, sino todo lo contrario; no tiene una trama compleja y estudiada, sino que es lineal y previsible; su temática está más vista que la orilla del río, pero no deja de resultar sugerente todo lo relacionado con los templarios, los masones y los preciosos tesoros con los que todo ser humano, en algún momento de su vida, ha soñado cubrir su existencia, aunque siempre varíe la forma de éstos. Y, además, a la prota le quedan tan bien los vaqueros…

07 enero 2010

Amenazas veladas, tiempo con el que ya no se cuenta, ausencia

Nacionalistas, independentistas, don José Montilla (pendiente de calificación). El president, y su jauría famélica: no conviene atar a los canes con longanizas (escribía el otro día el genial e irreductible José María Carrascal). El azuce del cordobés, pronosticando el tiempo: una elucubración planetaria. Y se entiende que Durán i Lleida, cuerdo entre renglones torcidos, asidero incandescente de esperanza y brillante a su pesar, está de acuerdo: patriota el último.


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Televisión sin intermedios. Lo creíamos imposible, y por eso lo anhelábamos. A mí también me ocurría cuando era joven con algunas mujeres. Y ahora, aquella letanía del cuidado con lo que deseas porque lo puedes conseguir, se hace presente. A pesar de las advertencias de algunos ilustres cenizos: necesarias e impostergables evacuaciones fisiológicas; llamadas a la novia, al novio, a esa encantadora mujer con la forma y la voz de un Violonchelo que conociste el otro día, a ese charlatán que te engatuso anoche como una boba y aún no habías leído aquel adagio que afirmaba que el hombre que besa con los ojos abiertos aún no está verdaderamente enamorado; e incluso la actitud pecaminosa, por hedonista y española, ¡de avituallarse durante los anuncios! Vade retro, sin publicidad.


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Bella, inteligente y elegante se desenvuelve entre planos, ciudades y bares. Famosa por su trato escogido y cruel con los muchachos, no escatima en miradas, mohines, poses de hechicera avezada y aviesa. Sus ojos lanzan destellos de experiencia en campos poco propicios para amantes bisoños, sus palabras aquietan ímpetus tenidos por indómitos y su actitud descoloca, enfría y a veces exaspera. Caprichosa por arte y parte de su inmisericorde naturaleza, sólo admite agasajos de fino artesano en temporada de cariño necesitado. Vestal arrogante, misteriosa y taciturna, menosprecia amores y favores que cree ganados como exvoto a su compañía. Y sin embargo…

06 enero 2010

Noche, gracieta, y lo que te rondaré, miembro privilegiado, al despertar, qué putada

Finalizaba la noche, nos recogíamos al calor del hogar, se acababan las navidades. De un Pub estaban sacando a la gente como con muy malos modos. Hacía frío. ¡Estamos en Enero! De dicha multitud, pude identificar a tres personajes: dos de ellos con barba y el otro con la cara pintada de negro. Tenían capas. Y tres grandes coronas. Cantaban, se tambaleaban, proferían una serie de sonidos ininteligibles. Tal vez estaban bebidos. La muchedumbre se agolpaba a su alrededor. Les tiraban de la barba, les daban abrazos. Como es natural, yo también me acerqué a ellos:

-¿Sois los Reyes Magos?
-¡Sí, chaval!
-¿Y qué hacéis que no estáis currando?


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Contar chistes es un gran remedio contra el tedio, una pésima ayuda para el conocimiento en profundidad del otro sexo y, cuándo se hacen repetitivos, comienzan a ser verdaderamente molestos. Empero:

-¿Sabéis cómo ladra un dálmata de 400 kg?
-Pues la verdad…
-Muuuuuuuu


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Predicar con el ejemplo.

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Dos hembras distintas cada tres días. Hay que joderse (nunca mejor dicho)


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L
as mujeres de veintiún años son niñas. Las niñas tienen veintiún años. Los que tienen veintiún años son niñas.


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A
l gran Vicente Verdú le ha dado últimamente por filosofar sobre objetos que encontramos en nuestras casas. Aquéllos que, para el común de los mortales, no son otra cosa que una diana donde lanzamos nuestra más absoluta indiferencia. Y que, por esta misma razón, llevaban mucho tiempo pidiendo su minuto de gloria.

Llegado el turno al socorrido papel higiénico, y llevado por una curiosidad entre pueril y malvada a leer los comentarios de sus fieles, me encuentro con un enlace que lleva al siguiente anuncio:

05 enero 2010

Noche especial

Hoy es Noche de Reyes, de esperados regalos, de señoritas remilgadas aderezadas de lencería fina, suave y transparente. La gente saldrá a la calle ilusionada con la idea de que, a la vuelta, sus deseos escritos en la epístola real se habrán hecho realidad. Porque la gente de bien, aquella de misa, cepillo y vermut diarios, está totalmente convencida de que sus Majestades los Reyes Magos, como nuestro presidente, son muy verdes, muy ecológicos, gente fetén, y, por tanto, muy poco dados a contaminar el ambiente ya de por sí infectado, llegando a la sabia conclusión de que llegará el día en que, en vez de carbón, bajo el árbol, aun siendo malos, nos encontraremos una placa fotovoltaica.

Saldremos felices y contentos como si de un cuento de hadas madrinas nos hubiésemos escapado, sin recordar que, a las doce de la noche, también en la vida, se acaba el influjo del hechizo, el poder de la magia, y ya no podremos aspirar a otra cosa distinta que no sea participar en una farsa mal escrita y peor representada. Se trata de una obra pobre, con los mejores papeles ya repartidos, y cuyos espectadores no son otros que sus propios actores. No se esperan, por tanto, demasiados aplausos; aunque, inevitablemente, la asistencia esté garantizada.

En esta noche especial, en que culminarán las navidades, las muchachas ya no saldrán de casa con sus braguitas coloradas, su entreteto a la vista de presuntuosos aludidos, y el cotillón prestado a modo de prenda, de abrigo, como signo de distinción. Será una noche reposada, tranquila, recogida, incluso íntima, con ese sabor a nostalgia que sólo tienen algunas despedidas.

No será entonces nada raro avizorar entre la multitud, ya en la profundidad del festivo despiporre, a alguno de los Reyes que, horas antes, ante la implorante mirada de ingenuos nenes y nenas, se mostraban hieráticos, majestuosos, como importantes, sentados en su circunstancial poltrona. Siendo una verdadera lástima, sobre todo para ellos, que algunos cuentos duren tan poco.

Cuando yo era un joven polluelo, y en esta noche tan señalada no iba a buscar polluelas, me pasaba horas y horas dando vueltas a la cabeza, sobre la cama, abrazando fuertemente la almohada. Pensaba que no había sido lo suficientemente bueno, que no me había portado bien, en fin, que no era merecedor de los anhelados presentes. Pero luego, al despertar, y descubrir que los Reyes si habían sido buenos conmigo, pronto se me olvidaban los remordimientos y acudían a mí las risas y alborozos. Abría todos los regalos, los miraba fijamente, acudía presto a la habitación de mis padres. Auténticos artífices del sueño hecho realidad, propagadores de algo más que de una tradición, y, sobre todo, esclavos de sus propios deseos, febrilmente necesitados de perpetuar la costumbre para no defenestrar al abismo del olvido la adorable certeza de que algún día también ellos fueron niños.

Años más tarde, cuando los ojos de la criatura vayan tornándose maduros, perspicaces, algo desconfiados, y descubran el embeleco, llegarán a la prematura conclusión de que no han sido víctimas de un cruel, vil y miserable engaño, sino que, simplemente, en esta, para todos, difícil vida, han recibido su primera lección.

04 enero 2010

Crónica

Comienza la andadura del año 2010, Año Santo Compostelano, y en el primer lunes del año, en lo de Carlos Herrera, comentan por partida doble, Fernando Onega y Antonio García Barbeito, que hay que ver la fuerza con que se agarra Mariano Rajoy a la estatua de San Yagüe. ¿Será por la que se le viene encima? No lo creo. Al gallego le espera un año tranquilo, relajado, muy reposado. Propicio para que deguste el aroma que se desprende de sus queridos y caricaturizados habanos. E igualmente favorable para la espera, pero sólo eso. Y hablando de habanos, en Moncloa quieren que Moratinos, el ministro de los desatinos, enfríe las relaciones con Cuba. Al parecer, prefieren los mimos y las carantoñas de la fría Angela Merkel, firmemente reacia a acercamientos indeseados, impertinentes e inoportunos con la tierra de la salsa, el baile y la dictadura.
En torno a las nueve de la mañana, se entrevistó en el programa a Diego López Garrido, Secretario de Estado para la Unión Europea por la obra y la gracia de quien ustedes ya saben, e Ignacio Camacho, preguntó al buen hombre que ya que a Felipe González se le había recordado, en dicha coyuntura, por su interés en los fondos de cohesión, y a José María Aznar y sus envidiados abdominales por su énfasis en las Directivas para hacer frente de un modo más eficaz y eficiente al terrorismo, cuestiones todas de gran importancia para el futuro de España, a ver cuál o cuáles serían las razones por las que con gran dulzura y cariño nos vendría a la mente a los españoles el de León el día de mañana. Yo me sonreí, tristemente. Va pero que muy fino el personal si pretende sacar algo en claro, en limpio y que además sea útil después de hacer una pregunta a cualquier político: ¡España será responsable de que la maquinaria europea esté en marcha durante la presidencia!; ¡sacaremos a la economía europea de su maltrecha situación!; ¡reformaremos el sistema financiero e incrementaremos las supervisiones europeas a los organismos competentes!...en fin, y en lo que a Garrido atañe, la misma sarta de vacuidades, inconcreciones y brindis al sol con que han venido gobernando durante todos estos años su propio corral. Aviados vamos. Y ahí afuera, que se (p)reparen.
Javier Caraballo, un poco antes que su colega, también quiso saber qué pasaría con la cuota láctea española, seriamente perjudicada por la caída de precios, y con el problema de la inmigración, cuyos Centros en el sur deben de estar hasta la bandera: no pasa nada, dijo don Diego, todos tranquilos. Respecto a la leche: el problema se está abordando; respecto a la inmigración: gracias a que ya semos europeos, Europa tiene política de inmigración (y me perdonen la estúpida redundancia).
¿Moraleja de la jerigonza política?: manzanas traigo. Ahora bien, que cunda el ejemplo: todo el mundo barriendo para su casa, y el señor Zapatero, para la de los demás. Presumiendo de laicista. Mientras pone la otra mejilla.