Yo tenía entre trece y catorce años, aquel verano se presentaba como los demás, si bien, con una pequeña diferencia. Yo era adolescente, iniciaba la pubertad con todos los problemas inherentes a esa difícil edad, cualquier dificultad la tornaban mis instintos en un problema de difícil solución, estaba el mundo y luego yo, era como si formase parte de él pero éste no me comprendiese, me consideraba un alma solitaria e incomprendida, buscaba apoyo en la inconmensurable probidad de mis hermanas, como todo cachorro busca comprensión, apoyo, empatía y filantropía consanguínea, en sus semejantes, pero tan solo encontraba felonía cainita en sus enhiestos e hirsutos caracteres.
Llegó el verano, y con él, se despertaron todas las sensaciones que acompañan a la estación más calurosa, y que se hacen mas evidentes en un retoño que está empezando el largo y tedioso camino que le queda por recorrer. Yo era joven, no había descubierto los placeres de la carne, ni la atracción por las señoritas de mi entorno, las miraba como a un compañero mas, a las que sin remilgos se las pedía que participasen en los partidos de fútbol o en las guerras de globos de agua.
Las chicas formaban parte de nuestra pandilla, pero como digo, no eran consideradas como tales, alguna incluso mostraban cierta y envidiable habilidad en el manejo del esférico, pero en ningún caso se consideraban mujeres, eran chicos como nosotros, aunque sospechábamos los mas intrépidos y contumaces, que realizaban sus necesidades fisiológicas de un modo distinto al nuestro, pues cuando nos poníamos todos, unos al lado de otros en una pared, a descargar el fluido dorado que reposaba en nuestra vejiga, ellas muy bohemias, se iban a otro rincón del parque donde algunos rumores osados, aseguraban que se agachaban y se bajaban sus braguitas…
El caso es que un día sucedió algo extraño, no se exactamente lo que pasó, pero tanto yo como los queridos amiguitos de mi entorno, empezamos a verlas de otra manera, distintas a nosotros. Empezaron a parecernos guapas, vestían mejor que nosotros, se lavaban mas y mejor que nosotros, y olían tan bien…como decía el anuncio de las galletas “Chiquilin”, pero eso si, no podíamos renunciar a nuestra condición de chicos, el que se acercaba a ellas era repudiado e imprecado con los oprobios mas crueles, sin tener en cuenta que la mayor parte de las veces, este acercamiento no era por tener tendencias preferenciales por sus juegos, sino por estar cerca de la chica que te gustaba, uno por entonces no tenía personalidad, y volvía al lado de sus amigos a jugar a la pelota, y excusándose cuando le preguntaban a ver si es que le gustaba alguna de las chicas, probablemente al que preguntaba también le gustaba, y en la mayor parte de los casos, la misma, que siempre era la mas guapa, pero uno respondía con un rotundo ¡¡no!! ¡¡pero que dices!!.
Pero cuando llegó este verano, ya no solo nos interesábamos por el fútbol y la nocilla, y aparecieron dentro de nuestro intereses mas inmediatos y urgentes, las chicas, ese primer beso, esa primera cita, ese primer rozamiento de dedos ajenos, y esa taquicardia maravillosa que se experimentaba cuando tenias delante de ti, a la que tu creías que iba a ser la mujer de tu vida, el colmo de tus aspiraciones, todos tus anhelos hechos realidad, en una señorita, en mi caso, con coletita (lo que a mi me gusta todavía a estas alturas de mi vida esa forma de peinarse en las señoritas, ejem) y la cara pecosa.
Se llamaba Iria (espero por el bien de mi integridad huevil y mi inmaculada reputación, que ella no lea esto) y estudiaba en Pastorinas, la verdad, es que yo nunca la había visto por el barrio, y eso que uno modestamente por aquel entonces, vivía en la calle, pero un día de esos, en los que estábamos los amigos sentados en un portal, aparecieron ella y una amiga, tengo que reconocer que la que mas comentarios suscitaba era su amiga, dado que por entonces estaba mas desarrollada, mas crecidita y a mi gente les caía como mas en gracia, pero a mi enseguida me encandiló la otra. Ya sabéis, a uno si le preguntan que tipo de chica le gusta, probablemente diga el topicazo de todas, rubias, morenas… pero la verdad es que nadie podría responder a esa pregunta clara y concretamente, simplemente cuando la vemos (o cuando le veis, para las lectoras), sabemos que nos gusta, sin entrar en si luego su personalidad se corresponde con lo que buscábamos o nos parecía a simple vista, que nos encantaría estar mas cerca de esa persona, y que podría ser alguien especial.
Estas dos señoritas acabaron por ser amigas de todos nosotros, y yo encantado, para que lo vamos a negar, empezamos a intimar todos y a ser verdaderos amigos, un amigo y yo, incluso nos habíamos repartido estos encantos, para mi la que me gustaba, para él la otra que tantos comentarios suscitaba como os dije, y para otro colega nuestro la que sobraba. Por supuesto este reparto se hizo sin conocimiento de las interesadas, y sobre el papel todo era perfecto ¿no?, una para cada uno y aquí paz y después gloria, pero claro cuando pasamos a la práctica esto resulto ser un poco mas complicado, y eso que no éramos unos jóvenes especialmente presuntuosos o vanidosos, pero aun así fallo nuestro plan.
El único que vio colmadas sus aspiraciones, fue el coleguilla que se había quedado con la que sobraba del alícuoto reparto. Desde mi perspectiva personal, voy a tratar de recordar, con la mayor exactitud que me permita mi frágil memoria, como aconteció todo aquello, ahí va.
Después de un buen tiempo, yo ya había delatado mis verdaderos sentimientos, pero no a la interesada, sino a mis queridísimos colegas, los cuales ya se habían encargado de propalar con gran diligencia tamaño secreto. El caso es que llegó el día en que yo se lo debía decir personalmente, ella fue la última en bajar de su casa aquel día, ya estábamos toda la pandilla esperándola, cuando bajo nos repartimos en dos grupos, el de chicas adelantándole los acontecimientos que iban a tener lugar en breve y en mi opinión, creo, que animándola a que aceptase y tal, que era un buen chico, graciosillo, no tenía un peinado fashion, y entraba a duras penas en unos vaqueros ajustados que no me hacían un culo precisamente redondillo…pero por lo demás, no estaba mal (no vamos tampoco a ser muy descriptivos ¿no?); el de los chicos, arengándome como Julio César a sus tropas antes de entrar en batalla, dándome ánimos, que la cosa estaba hecha, que la cogiese, la arrinconase y se lo soltase ahí todo a bote pronto, y ella aceptaría ineluctablemente y encantada.
Pero la realidad fue muy distinta, nos dejaron solos en un paraje que es conocido como la chopera, antes de llegar al lugar en el que yo iba a realizar el primer acto de fe de mi vida, andábamos solos ella y yo, yo nerviosísimo, me rebullían las ideas y las palabras con las que tenía que afrontar tan difícil empresa, la miraba, ella agachaba la cabeza y no decía nada, yo pensaba, ¿dirá que si?, ¿dirá que no?, si me dice si, ¿me dejará besarla?, ¿me dejará tocarle las tetitas? ¿de que color llevará las braguitas, me dejará su madre vérselas?... como veis, todo preguntas trascendentales a la causa. Llegamos a un banco en el que ella se sentó en su respaldo y me miró, con una mirada candida, sencilla, honesta… yo me estaba haciendo pis encima, no sabía como mirarla, empecé a tartamudear y a adoptar posturas extrañas, la miré, respiré hondo y me dije…allá va, “veras yo he pensado que tu y yo podíamos…” y justo cuando lo iba a soltar, no me dejó, me dijo un tranquilo, reposado y lacónico, “no te molestes, ya se lo que me vas a preguntar”, y yo, ¿si? (es evidente que no la iba a preguntar por el paradero del tesoro del Rey Salomón, ni del Santo Grial, pero aún así adopté tono despistado), y ella dijo, “si, pero he pensado que no me gustas como novio, que te prefiero como amigo”, a que os suena esta frase, pero a que esta otra ¿no?, va y me dice, “no es porque seas tu”, aquí ya en mi cerebro bullían todo tipo de conjeturas sobre lo que ella podía pensar sobre mi, pero algo tenía ya seguro, la aventura había terminado, definitivamente, no, no sería mi churrina.
Lo gracioso de la cuestión, gracioso ahora, como comprenderéis en su momento a mi me pareció de una crueldad inusitada, es que me dijo que no pensara que se iba a liar con otro al día siguiente ni nada por el estilo, y que quedábamos como mas amigos que antes si cabe….resumiendo, que no volví a hablar con ella en años, que precisamente al día siguiente se lió con otro, que por cierto, sin resquemor, tenía cara de tonto, y creo que ha mejorado esta cualidad con el tiempo, y que tuve que ir al cine a ver Airbag, si la de Arguiñano, con tan buena compañía, eso si, sin perder nunca la sonrisa.
Un saludo a tod@s, espero no haberos hastiado con mi voluptuoso relato, pero con éste día que tenemos pasado por agua, no tenía otra cosa mejor que ofreceros, todo lo aquí narrado es rigurosamente cierto, puede dar fe de ello algún coleguilla que tengo, que se que me lee con avidez y alegría, hasta pronto.