Jam Session
Política, literatura, sociedad, música
Datos personales
- Nombre: Javi
- Lugar: León, Spain
En plena incertidumbre general, y de la particular mejor no hablamos, tratando de no perder la sonrisa...
31 enero 2008
30 enero 2008
Más preocupante aún es la incongruencia: aquéllo que se anhela para el exterior (alianza) ni se menciona de puertas adentro (consenso). La intangibilidad del pensamiento socialista se ha quebrado, y, lo que es peor, parcialmente.
29 enero 2008
Breve apunte sobre moda.
28 enero 2008
Va camino de tradición. Si nos sobrase no lo valoraríamos tanto. Yo, hasta lo mendigo; no me da para tirar el mes. Y será de lo poco que nuestros falaces políticos no incluyan en sus programas.
27 enero 2008
25 enero 2008
Consejillos para el bolsillo -o para lo que quieran-.
Supongo que mis lectores más sagaces habrán caído en la cuenta de que no sólo de camisetas vive el hombre. También necesitamos comer; y dormir, desahogarnos en el partido del Domingo con gente que tiene por costumbre mear de pie, y alguna otra cosa que omito por decoro, pudor y seguridad (por si me lee alguna amiga, vamos). Hoy día, cada vez es más frecuente encontrarse con hombres a los que se les da cocinar de fábula. Un servidor, a pesar de la edad, pertenece a esa antigua estirpe de hombres hechos y derechos que lo mismo planchan un huevo que fríen una camisa. En una ocasión comenté lo habilidoso que era en la cocina a una amiga, ella me miraba entre escéptica y divertida, e incluso me aconsejó que empezara por la pasta: "viertes agua en una olla, dejas que hierva, echas los macarrones y ya está..."; ante mi silencio, añadió preocupada: "no eches todos, crecen". Pero también aquí, he encontrado otro vídeo que puede solucionar mis problemas y los de algún otro. Ahí va:
Mañana es Sábado (escribo en la madrugada del Viernes), estaré todo el día en el pueblo y no sé si llegaré a tiempo para colgar algo; con lo que buen fin de semana, pásenlo bien y gracias, como siempre aunque no lo diga, por leerme.
“…se oyó el tañido de la campana de la catedral, y los cuatro se pusieron en pie y salieron de la sala.
El reo se encontraba en el exterior, en el ala oeste de la iglesia. Estaba desnudo, y fuertemente atado de pies y manos a una tabla rectangular de madera semejante a un quicial. Un centenar o más de habitantes de la ciudad esperaban para ver la ejecución. Los hermanos y las monjas de jerarquía inferior no habían sido invitados; no se consideraba apropiado que presenciaran una carnicería.
El verdugo era Will Tanner…llevaba un pulcro mandil de lona. Se encontraba de pie junto a una pequeña mesa sobre la que había dispuesto sus cuchillos. Estaba afilando uno de ellos con una mola, y el chirrido de la cuchilla al chocar con el granito hizo estremecer a Godwyn.
El prior pronunció varias oraciones, que finalizó con un ruego improvisado en inglés para que la muerte del ladrón sirviera a Dios como ejemplo disuasorio contra la comisión del mismo pecado por parte de otros hombres. Acto seguido hizo una señal de asentimiento a Will Tanner.
El verdugo se situó detrás del ladrón amarrado. Agarró una cuchilla de punta afilada y la ensartó en el centro de la nuca de Gilbert, a continuación descendió con ella en línea recta por la espalda hasta la base de la columna vertebral. Gilbert rugió de dolor, y la sangre manó a borbotones por el corte. Will hizo un nuevo tajo en los hombros del reo y dibujó una letra te.
Entonces cambió de cuchillo y escogió uno de hoja alargada y delgada. La clavó con cuidado justo en el punto de intersección entre ambos cortes, y tiró de la piel por una esquina. Gilbert emitió un nuevo alarido. Después, asiendo la esquina de pellejo entre los dedos de la mano izquierda, Will empezó a desollarle la espalda a Gilbert con mucha parsimonia.
El condenado soltó un berrido animal…
Will trabajaba con premura; su afilado cuchillo se hundía en la grasa subcutánea hasta dejar a la vista los músculos estriados de debajo. La sangre manaba en abundancia, y el verdugo se detenía cada pocos segundos para enjugarse las manos en el mandil. Gilbert gritaba con creciente agonía a cada tajo que le daban. La piel de la espalda no tardó en quedarle colgando en dos anchas tiras.
El verdugo se arrodillo en el suelo, las rodillas se le empaparon con un dedo de sangre, y empezó a trabajar en las piernas del reo…
Will prosiguió su labor con actitud flemática, indiferente al hecho de que su víctima siguiera consciente o no, hasta que toda la piel de la espalda, los brazos y las piernas quedó desprendida. A continuación dio la vuelta para colocarse frente al reo. Hizo un corte alrededor de tobillos y muñecas, y los desolló para que la piel quedara colgando de los hombros y caderas de la víctima. Ascendió hasta la pelvis, y Godwyn se dio cuenta de que iba a intentar arrancar el pellejo de una sola pieza. Pronto no quedo más piel pegada al músculo que la de la cabeza.
Gilbert todavía respiraba.
Will realizó una serie de precisas incisiones en torno al cráneo. Después dejó los cuchillos y se limpió las manos una vez más. Por último agarró la piel de Gilbert por los hombros y tiró con fuerza de ella hacia arriba. Rostro y cuero cabelludo se desgarraron de la cabeza, aunque siguieron adheridos al resto del cuerpo.
El verdugo levantó el ensangrentado pellejo de Gilbert en el aire, como un trofeo de caza, y la multitud lo jaleó" (pag:605-606).
24 enero 2008
23 enero 2008
22 enero 2008
Existe una extraña teoría acerca del parecido de los dueños y sus mascotas entre sí. El hecho, sin duda, es inquietante. No tanto por el aspecto físico, como por el comportamiento de ambos colectivos. Tiene cierta lógica que al escoger un animalillo de compañía, la persona, se decante por el que le recuerda a alguien en concreto: un familiar, un amigo, la vecina del quinto, él mismo…en muchas ocasiones, la adquisición hace olvidar el recuerdo, o incluso lo mejora.
El problema, radica en quienes prefieren estas criaturillas a los hijos. Olvidándose, hasta de la satisfacción de engendrarlos; quizás, la única satisfacción que den, ¡y por adelantado!
"Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre sin ninguno de sus defectos". Epitafio de Lord Byron para su perro. Hombre, hombre.
21 enero 2008
Correspondencias/ anónimo (el desenlace).
20 enero 2008
Educación poca pero que no falte.
Francamente, nos ningunean. Hay determinadas ocasiones en la vida en que uno se cuestiona la importancia de su educación. Y se siente tentado a apartarla por un momento: olvidar las horas de estudio, los libros leídos, el trayecto recorrido. Es tal la abulia del personal que, sin educación, habría que correr a gorrazos a la mitad del personal –que es el método tradicional de mi padre, y cualquiera le tose-.
Está claro, las cosas han cambiado de forma sustanciosa. En mi fuero interno creo que la gente ya no acude al sermón del domingo. O, si acude, allí no les hablan de esto. Un servidor en esta vida ha conocido cierto número de empresarios hosteleros. Hay una máxima común a todos ellos –y supongo que conocida por todos ustedes-: un cliente es muy difícil ganarlo, pero es muy fácil perderlo. ¿Dónde demonios ha quedado la vieja escuela? O sea, que nos quejamos de la educación de los jóvenes que se aparean como canes en los parques, llevan bajados los pantalones a la altura de la rodilla enseñando los calzoncillos al personal, se agujerean el cuerpo como si fuesen pinchos morunos, pasan de todo y de todos…y a la persona que está detrás de un negocio, al cual se le supone un trato deferente con el cliente, se le consiente prácticamente de todo. Quizá se han invertido los papeles y yo no me he enterado. El despiste me pierde, si me permiten el pleonasmo.
Es cierto que, muchas veces, la culpa la tiene el cliente; pues hay mucha gente que tiene un trato con el dependiente totalmente nefando. Les exhortan, ordenan y exigen con premura, como si el hombre/mujer dependiese de ese solo cliente para subsistir. Una cafetería de mi barrio que frecuento para jugar al mus los fines de semana es buen ejemplo de ello. Los clientes se creen los dueños y señores del local. Hablan a voces al camarero con displicencia. Le vituperan. Se ríen de él. Se creen con prerrogativas especiales solo por tomarse un cubata. Y el hombre aguanta, calla y resiste sumiso. Bien es verdad que es un rácano, pero eso no da derecho al personal a socavarle la moral, encima con donaire. Aunque del trato del cliente me ocuparé otro día por la parte que me toca como músico.
Pero volvamos al egocentrismo, no precisamente servicial, del dependiente. Y voy a poner “nombre y apellidos”. Una cafetería bastante concurrida de la Calle Cervantes de León, cerca de nuestro famoso Barrio Húmedo, llamada El fuelle, es todo lo contrario a lo expuesto en el anterior párrafo. El camarero es un señorito de estos que siempre quiso ser pijo y se quedó en el camino. Un pijo es cosa mala, pero una tentativa de pijo es asunto peligroso. Voy a hablar de mi experiencia, quizá otros tengan otra. No me preocupa: que se hagan un blog y lo casquen.
La mella que en todos nosotros dejan los años, lleva a la inexorable conclusión de que hay pocas casualidades en la vida, prácticamente ninguna. Sobre todo cuando la misma conducta se repite siempre. Si uno va con una mujer guapa, y yo siempre voy con una mujer guapa –para las feas tengo como principio arraigado no moverme de casa; y, además, para eso ya tienen a los feos interesantes, que hay muchos, y son como una plaga- el camarero acude presto, raudo, veloz. Y, lo más importante de todo: con tapa. Al lector que no sea de León le extrañará; en León, se puede pasar por alto el olvido de la consumición –aunque tendría bemoles el asunto-; pero la tapa, ah, la tapa: ¡eso son palabras mayores! El camarero que por descuido doloso o negligente se le olvide ponerla: será destinatario de rostros compungidos, pucheros caprichosos y miradas aviesas; como poco, claro. Ahora bien, como uno acuda con un hombre a este sitio, que se olvide de la tapa. Ya se puede martillear la mesa con una moneda, tirarle indirectas al camarero acerca de la tapa que no ha puesto cuando se acerque a una mesa de alrededor, pisarle…todo será inútil. Con lo que al final, terminan sacándole a uno la jeta que guarda para ocasiones especiales. Pero la tapa, es la tapa, compréndanlo.
Igual me ocurre con un quiosquero del barrio. Oigan, parece que soy yo el que le vende los periódicos y no al contrario. El hombre tiene bigote, aunque creo que esto no es lo relevante –salvo que le pique, claro-. Más incidencia tiene su mujer, desde luego. Los primeros años, cuando llegaron, creía que estaba embarazada; pero con el paso del tiempo, caí en la cuenta de que se trataba de su constitución. De su "frágil y grácil" constitución de bailarina, concretaría. Y con un carácter…sospecho que delicioso, de ahí el careto del marido –los espejos del alma, ya saben-. Suelo ir a comprar el periódico o la revista bimensual Muy Historia: con una sonrisa cordial, mi fingida cara de monaguillo –la bordo, años de práctica- y profiriendo un donoso buenos días. Su bigote le cubre el espacio físico del rostro suficiente, para impedir averiguar si realmente abre la boca. Y, mis oídos, lo que es oír, no oyen nada (loqueismo intencionado). Quizá vino de un lugar tan lejano, donde pronunciar un buenos días, era equivalente a un ¡mecagüen tu padre, y su descendencia! Además, ni agradecido ni estimado. Es más, da la sensación de ser uno el afortunado de comprar en su quiosco. Para más inri, el nombre del quiosco es el Buen gusto. Por favor, por favor. Será el gusto de todos ustedes, no el mío.
Como dijo el poeta:
Dejarlo que se engañe amigo.
¡No hay peor castigo!"
19 enero 2008
18 enero 2008
17 enero 2008
16 enero 2008
15 enero 2008
La vida es un cúmulo de misterios. Algunos nos son desvelados con el tiempo; otros, en cambio, se vuelven más turbios en el mismo transcurso. Las mujeres, forman parte de ese complejo misterioso, abstruso, sofisticado. Ni el pasar de los años, ni el de la vida misma, otorgan claridad al respecto. Si acaso todo lo contrario. Esto es fuente de desasosiego, sin duda. Supongo, que llegar a entenderlas debe ser algo mágico, místico, casi divino. Sobre todo para el hombre, tan sufrido en el entendimiento del devaneo femenino. Ahora bien, lo más frustrante de todo es su unilateralidad; ustedes ¿han visto alguna vez a una mujer decir que no entiende a los hombres? La respuesta es no. Sólo se quejan de nosotros, que es muy distinto, y con frecuencia, por cierto.
Dicen que el roce hace el cariño, pero éste, no lleva consigo el entendimiento. Todo lo contrario, cuanto más se acerca uno a ellas, más grande es la montaña a escalar, más profunda es la noche, más densa es la niebla. Verdadera lucha contra los elementos. Como un paisaje maravilloso contemplado desde la lejanía que se torna peligroso cuando se camina sobre el. Es una desgracia sentirse atraído por lo desconocido, por lo dificultoso, por todo aquello que no viene dado…pues es sabido que todo esto tiene un coste; un coste que, muchas veces, uno no se puede permitir, y aun así paga.
El hombre, ese inerme aventurero de sendas abruptas, escabrosas e inexplorables que deambula perdido, sin rumbo, sin orientación; peor aún: sin puerto. Tóquela otra vez Sam, se lo ruego:
14 enero 2008
13 enero 2008
Menos mal que la esperanza no llegó a quebrarse. Si era bueno su antiguo blog, créanme, el nuevo acongoja, asusta, paraliza. En el mismo desmenuza sus columnas, hace autocrítica de las mismas, realiza una exégesis del periodismo y del periódico en que escribe que, si bien podría ser más prolija, no tiene precedente en el panorama periodístico –nacional, sin duda; extranjero, lo desconozco-. El nombre del blog: el mundo por dentro; háganse un favor, léanlo. La vida tiene pocos placeres tan grandes, y tan baratos.
12 enero 2008
El que duda no ama.
De todos modos, sería injusto cargar sobre las espaldas del clima el peso de nuestra actitud ante la vida. El pasado verano, tomando unos cortos con una amiga –muy guapa, por cierto-, salió un tema interesante, dentro de lo interesante que puede resultar un asunto entreverado de chatos, croqueta y crema de queso con setas: la seguridad de las personas.
Es una de las cosas que más me atraen en las personas, en que más me fijo y que más admiro; aunque, desgraciadamente, no sé distinguir cuando es innata y cuando fingida. Ciertamente, hay personas que si no están seguras de sí mismas lo aparentan muy bien. Y, créanme, a veces vale sólo con eso, con aparentar serlo; aunque en el fuero interno, personal, privado e inaccesible del sujeto no haya consistencia alguna y todo tiemble como un postre de gelatina.
La seguridad en uno mismo supone quererse a sí mismo. Eso tan simple, en ocasiones, es más complicado de lo que parece. La interacción con nuestro entorno social hace que esa capa protectora forjada en nuestros años de infancia se deteriore, a veces, de modo definitivo. Cuantas veces estamos seguros de algo, hasta que confrontamos nuestro punto de vista con más personas y nos damos cuenta de que estábamos equivocados o que la postura mayoritaria o más acertada era la de los demás. Es evidente, que sólo un obstinado se empeñaría en defender una postura contraria a la que defiende todo el mundo; aun así, se dan casos, la viña del señor es pródiga en uvas que dan zumo de ciruela. Seguro que conocen a más de uno que cree que está equivocado el resto del mundo, ese no es que esté seguro de sí mismo, sino que vive en un mundo oscuro e irreal y, probablemente, jamás salga de él.
Ir con paso firme en la vida es fundamental en sus distintas facetas. Al afrontar un examen, una oposición, una entrevista de trabajo…; empero, tener la autoestima encima del guindo, no significa que la persona pueda desempeñar ese trabajo de la forma más eficiente y eficaz posible, si bien, tendrá más posibilidades de conseguirlo. Ahora bien, el no tener plena confianza en las posibilidades que tenemos, si nos puede llevar a cometer errores que lleven a la interpretación errónea de que no se es capaz para desempeñar una ardua y compleja tarea, afrontar un reto concreto o lograr un determinado objetivo.
La seguridad está intrínsicamente unida al optimismo. Una persona con seguridad en sí misma, tiene una visión de la realidad mucho más positiva que una persona con la moral por los pies. Leyendo un blog de psicología de la web de Muy Interesante hace tiempo, me encontré con una idea interesante: "las personas pesimistas ven el mundo que les rodea de una forma mucho más objetiva y cercana a la realidad que las personas optimistas, sin embargo, la actitud positiva de éstas, les lleva a conseguir sus logros en más casos, a pesar de tener una visión de la realidad más erronea”.
No he hablado en el post sobre la influencia de este tema a la hora de conseguir una pareja determinada. Pero es evidente que tiene más posibilidades de conseguirla el optimista que alberga confianza en sí mismo, pues lo refleja en su aspecto y personalidad, que el pesimista que, además, tiene la autoestima por los suelos. Si a esto le sumamos el aspecto físico: guapo, feo, cachas, tirillas…o sea, el interior en que se fijan las mujeres, ya puede ser uno más salao que una lata de mejillones. No busquen la moraleja, como decía Goethe: “todo es más simple de lo que podamos imaginar”. Buen fin de semana, gracias por leerme y disfruten de este temazo de James Blunt:
11 enero 2008
10 enero 2008
“No me canso de leer Los ensayos de Montaigne. Paso horas y horas leyéndolos de noche, en la cama. Me producen un efecto plácido, sedante; me proporcionan un reposo delicioso” Joseph Pla.
“La autoridad del señor de la montaña en su libro, que en francés escribió y se intitula Essais o Discursos, libro tan grande que quien por verle dejara de leer a Séneca y a Plutarco, leerá a Plutarco y a Séneca” Francisco de Quevedo.
“Que un hombre así haya escrito, ha aumentado ciertamente el placer de vivir en este mundo” Friedrich Nietzsche.
“Montaigne nos ayuda a responder a estas singulares cuestiones: ¿cómo permanecer libres?, ¿cómo mantener la insobornable claridad del espíritu frente a las amenazas y peligros del fanatismo?, ¿cómo preservar la humanidad de nuestros corazones en medio de la bestialidad? Stefan Zweig.
“Para mí, Montaigne es el más grande escritor que ha habido nunca. Lo leo como otra gente lee la Biblia: abro mi Montaigne y leo una página o dos, al menos una vez por semana, por placer, sin más. Para mí, no hay mayor goce en el mundo” Orson Welles.
09 enero 2008
Con estas lisonjas de fondo no puedo más que ruborizarme. Como explicación, puedo decir y digo que si hablo en ocasiones de bragas, pitos, tetas, culos, piernas…no es tanto por carencia como por ánimo de provocar; hago lo mismo en conversaciones orales con amigos o antiguos compañeros de facultad cuando nos reunimos tomando un café; a algunos les parece pesado, cargante, monótono –cosa que como habrán adivinado, me la trae al pairo-. Pero yo no pienso así, en mi opinión siempre se arranca una sonrisa e incluso una pequeña disputa hombres-mujeres (dialéctica, por supuesto) deliciosa; además, salen pequeños detalles de las personas al emitir sus juicios sobre estos temas mundanos verdaderamente esclarecedores. En cuanto a lo de chulo, bueno…un poco la verdad es que sí. Pero un chulo de los buenos, oigan. Jamás en mi vida he mirado, ni miraré en un futuro, a nadie por encima del hombro. Hay mucha gente que sí lo hace, y además sin motivo alguno –gratuitamente, que diría un catalán-. Aún así, uno no se libra de que lo tilden de chulo. Lo que no hago es callarme, eso lo tengo claro ya desde pequeñito. La razón la doy cuando se tiene; digo el halago si se merece; reprocho y repruebo, cuando es necesario. Cuando me enfadan sí, sale el diablillo jurídico -del que cariñosamente nos hablaba el profesor de Filosofía del Derecho en la carrera, Juan Antonio García Amado, que tiene este blog fabuloso que leo diariamente y del que aprendo muchísimo- o sale el diablillo culto y no me entienden…en fin; pero la chulería es otra cosa: un modo de vida y de vivir, una manera de menospreciar, una clase de narcisismo. El chulo no escucha, no pide consejos, no es solidario con problemas de su entorno, cree que no tiene nada que aprender ni nadie de quien hacerlo…diferencien amigos, no vaya a ser que cuelguen el epíteto sobre la persona equivocada y el que en realidad lo merece se quede sin galardón.
08 enero 2008
Ciertamente, la vida está llena de cosas placenteras. De algunas damos cuenta a la hora de la comida: las olemos, vemos, cogemos, desplazamos, levantamos e introducimos en el interior de nuestra boca donde las mordemos, sentimos, masticamos y deglutimos. El acto de comer es arte en sí; arte interior, claro. Como en los tiempos que corren hay analistas de todo, podemos respirar tranquilos –yo lo hago con frecuencia-. Todo lo que percibimos con nuestros sentidos, ya ha sido previamente estudiado por un eximio equipo de profesionales bien remunerados y mejor vistos. Verdaderos especialistas en ver lo que todos tenemos delante. Avezados chamanes del consumismo televisivo. Arúspices que averiguan los abstrusos gustos de la conspicua audiencia y colman las aspiraciones de los productores.
Es por todo ello, por que uno se lleva sorpresa, sobresalto e inquietud en su sosegada existencia cuando contempla determinados programas. He aquí este hermoso verbo, creado, sólo y exclusivamente, para los paisajes, las almas y el sorteo de la Lotería. Hay sensaciones cuya interacción es poco deseable, poco saludable y poco vistosa; todas ellas, se dan en un programa cuyos índices de audiencia desconozco, y que prefiero no averiguar –por si acaso, que dicen los enamorados-.
Su nombre, aunque es poco decoroso decir el pecado y el pecador, es El hormiguero; el presentador, con un ingenio fino y seguro pero sin alas, tenía toda la pinta de haberse leído todos los libros de Boris Izaguirre, nuestro ilustre maricón –no injurio, constato-. El título evoca –ligeramente, eso sí- a los míticos documentales de La Dos. Pero en vez de presentarnos a una boa que se traga un elefante –esto no sé si sale en un documental o en un libro Exuperante- nos presenta a un hombre con unas habilidades peculiares.
Antaño, en el televisor salían virtuosos del piano, extraordinarios magos e hilarantes humoristas; hogaño, se presentan como admirables las tremebundas capacidades de un sujeto híbrido de un faquir y Arnold Schwarzenegger. Su numerito, consistía en tragarse peces vivos y regurgitarlos poco después en una pecera –vivos, eso sí-. La sensibilidad del programa, como habrán observado, conmovedora. Me pregunto si lo habrá visto Zapatero. No sé que podemos esperar de un hombre que lee El País y escucha La Ser ¡todos los días! –matizó para dejar clara su total entrega por la cultura-. Ahora bien, de lo que estoy seguro es de que Rajoy no lo vio; Mariano, sólo lee El Marca, como yo.
07 enero 2008
El psicoanalista. John Katzenbach.
“Hasta los psicópatas son vulnerables a sus deseos”.
“El miedo es algo extraño. Se manifiesta de muchos modos externos, pero ninguno de ellos tan poderoso como el acero que te atraviesa el corazón y el estómago o la corriente que te recorre la imaginación”.
“Es difícil reconocer una cara conocida entre un grupo de desconocidos cuando no se espera”.
“La vida no es más que un juego tras otro. Y la muerte es el mayor juego de todos”.
“El tiempo es elástico. Los momentos pueden durar una eternidad o evaporarse enseguida. El tiempo depende en realidad de nuestra visión del mundo”.
“La traición puede volverse mucho más fuerte que el amor”.
“Lo que era no es lo que soy. Y lo que soy no es aún lo que puedo ser”.
“El mejor juego es aquel en el que no te das cuenta que estas jugando”.
“Cuando alguien muere aprendemos más sobre la vida de lo que sabemos sobre el fallecido”.
“El anonimato es atractivo”.
“El psicoanálisis enseña una cosa, nada de lo que ocurre está aislado. Un solo acto malo, puede tener toda clase de repercusiones”.
“Es insólito pasarse todos los días de la vida teniendo conversaciones que nadie oye. Aunque quizá todos hagamos lo mismo”.
“Todas las personas siguen sus propias normas”.
“Un hombre sin pasado puede forjar cualquier futuro”.
“Uno de los elementos fundamentales del psicoanálisis es la curiosa relación entre paciente y terapeuta, en que el paciente revela cada detalle íntimo de su vida a una persona que no corresponde del mismo modo y que muy rara vez reacciona a una información incluso de lo más provocadora. En el juego infantil de la verdad, se establece la confianza a través del riesgo compartido. Tú me cuentas, yo te cuento. El psicoanálisis desnivela esta relación y la convierte en unilateral totalmente”.
“Un analista, aunque reconoce algunas características y síndromes definibles, deja en última instancia que el paciente invente el tratamiento en el simple contexto del proceso”.
“El mayor lujo de nuestra existencia, por miserable que sea, es que no sabemos los días que nos han tocado en suerte”.
“Nadie pide disculpas realmente. Lo dicen pero nunca es de verdad”.
“Nadie dice lo que quiere decir. Eso es algo importante que te enseña la vida. Todo iría mejor si más gente lo aprendiera”.
“Nadie puede volver a empezar. Todos decimos que queremos encontrar una manera de empezar la vida de nuevo, pero las cosas no son así”.
Este es el comienzo y algunas de las joyitas desperdigadas por el libro. Es una buena novela. Entretenida, interesante y te deja en vilo casi desde la primera hoja. Muy recomendable, sin duda. Si la leen, seguro que no les defraudará. Les dejo con este tema de Dinah Washington, disfrútenlo y gracias por leerme:
06 enero 2008
Las fechas marcan la despedida de un año inolvidable o para olvidar. En el nuevo año que comienza todas las personas se fijan unas metas, unos objetivos, unos propósitos que se irán diluyendo como azucarillos ora por causas ajenas a la propia voluntad ora por quedarnos demasiado grandes.
Las cenas de Navidad de empresa, de amigos, de familia y de novios, dejan sobrepeso en las carnes y anemia en los bolsillos. Pero eso parece dar igual. En Navidad todo da igual, todo es dicha, felicidad y entusiasmo, incluso los más pesimistas parecen verlo todo color de rosa.
Y, ah, la familia. Es una lástima que muchas de ellas sólo encuentren esta época del año para juntarse. Cuesta tanto formar una familia como, pasado el tiempo, volver a unirla. Curiosa paradoja ¿Por qué necesitaremos un motivo, una disculpa o una justificación para hacer algo que en el fondo deseamos?
En fin. Feliz día de reyes. Disfruten de sus regalos, su entorno y, en líneas generales, de su vida. Que el roscón de la vida les depare satisfacción en sus distintas manifestaciones. Miren el lado bueno, llegan las rebajas.
Así eran mis tiempos.
05 enero 2008
Charles Bukowski.
Sobre el alcohol: “hago todo mi trabajo cuando estoy ebrio. Incluso con mujeres, ya sabes. Siempre he sido tímido y el alcohol me permite ser más libre en el sexo”.
Sobre las mujeres: “son máquinas de quejarse. Creen que las odio, pero no es así. Simplemente oyen que soy un cerdo machista y no lo comprueban”.
Sobre la gente: “no suelo mirar a la gente. No me da nada, sino que me vacía. No respeto a nadie. Dicen que si miras a una persona empiezas a parecerte a ella”.
“La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las ordenes”.
De columnistas, experimentos con alcohol y esas braguitas.
El afortunado del conjunto de grafemas que dan como resultado el encomio del anterior párrafo, inusitado en esta plaza salvo para grandes maestros de la pluma, es David Torres. El osado, blasfemo, descarado y, sin embargo, elocuente plumilla del que me congratulo honestamente, nos habla de un estudio de alto standing de la Universidad de Penn Sate sobre las conductas sexuales de las moscas de la fruta. Al parecer este grupo de científicos, igualmente osado entre la cantidad de cosas que hay que investigar, tras emborrachar a los dípteros descubrieron que los machos elegían como compañeros sexuales a especímenes de su mismo género, o sea, a moscos. El estudio no especifica si las moscas/os la agarraron a anís del mono –lo cual sería una especie de cruce peligroso entre especies, y esto no es una redundancia- o a chupitos de tequila u orujo, pero es para preocuparse. Es demasiado tentador, como hace el propio columnista, equiparar la especie humana con la de las moscas, de la que, al parecer, sólo nos diferencia tener el doble de genes.
Puestos a conjeturar sin cinturón de seguridad, quizá Darwin se equivocó de especie, quizá el eslabón perdido sea una de estas moscas cojoneras, quizá, el humano, eterno imitador del entorno natural que lo rodea, per saecula saeculorum, ha tenido desde siempre como modelo a seguir a estos seres alados…
Aunque a mí algo no me cuadra, ¿no os parece un poco extraño que ese insecto inofensivo y extremadamente pelma en época de lamparones bajo el sobaco, sea dipsómano, ninfómano y gay? Si es que más no cabe. Y todo por unas copitas…
Como veis, el artículo es rupturista, transgresor y, para mí, oportuno; espero que sea el comienzo de una nueva temática a tratar por nuestros ínclitos especialistas. Ya la semana pasada, Arcadi Espada, quiso salirse del molde acostumbrado dándonos una versión espontánea y sugerente sobre las braguitas de la novia de Nicolas Sarkozy, sus palabras sobraban; bastaba cambiar su artículo por una instantánea de las mencionadas bragas, las palabras fluían solas –y otras cosas que omito por decoro-, pero al final le pudo el oficio. Hay personas de principios tan férreos y consolidados que no respetan ni unas bragas bien puestas, en fin.
El artículo, sin duda, obró en mí como una bocanada de aire fresco después de echar el polvo de mi vida –el cual, como deducirán mis lectores/as más asiduos, aún no he echado, huelga decir que lo habría contado con pelos y señales (los míos y los de ella)-. Todavía hay espacio para el milagro; no todo está perdido. Llegará el día en que el sexo ocupe portadas, y ese día, ahí estaré temprano aguardando la prensa.