Fíjense en esta tropa. Qué elegancia, qué sentido de la responsabilidad, qué poco se ve a las mujeres incluso a pesar de su abundancia cual setas en el bosque. Parece que les diera pánico salir en la foto, con lo guapas que son; sobre todo
Mari Tere, y su aspecto tierno, dulce, jovial, encantador. Den la bienvenida al Gobierno de la igualdad. Pero qué bien suena, díganmelo. Quiero oírlo. No me negarán, además, que algo que suene de ese modo no puede dar disgustos, crear problemas o suscitar críticas.
José Luís Rodríguez Zapatero que, por si hiciera falta decirlo, es el señor más contento de la foto: está sonriente, risueño, feliz con el equipo de gobierno que ha formado. El sólo. Sin ayuda mediante. Mostrando sin rebozo de lo que es capaz. Poco importa que se sepa con tanto adelanto que, de tomarse una foto al final de la legislatura, van a faltar, con hiriente certeza, alguna que otra de esas caras. Desglosemos, pues.
Repite cartera el señor
Bermejo, ministro de Injusticia. Es una lástima que tengan que pasar casos como el de
Mari Luz, para que salgan a flote las carencias de uno de los soportes fundamentales del estado democrático: falta de medios económicos; falta de medios humanos; notable inepcia en la persona del ministro, más preocupado y preparado para la política de barrio y chichinabo que para gestionar con decencia el Ministerio de Justicia. No voy a hablar de sus muchas, aunque de difícil descubrimiento, cualidades personales; pues hay quien piensa que el señor ministro sólo es un chulo, un soberbio, un prepotente que, a pesar de su orgullosa condición de rojo, lleva a sus niños a un colegio de uniforme y buenos modos. Él y su querido amigo
Pumpido hicieron las delicias de diestros y siniestros en la pasada legislatura. Ésta aún no ha comenzado su andadura, pero ya hiede a
déjà vu.
Rubalcaba, quizá el político más inteligente del ejecutivo, quería irse de la tripulación. Pero el capitán no le ha dejado. Necesita remeros, porque en esta ocasión se hace evidente que ni el barco tiene velas ni va a soplar el viento. Como ven, ingredientes más propios de los libros de
Robert Louis Stevenson; pero ya saben que, en ocasiones, la realidad supera a la ficción. Mejor agárrense, y miren para otro lado.
Dicen las malas lenguas, que son las de derechas -porque la gente de izquierdas habla muy bien, sépanlo ustedes-, que en este particular barco de chanquete han tenido sus rencillas los que saben de economía. No sé a ustedes, pero a mi el ojo de
Solbes me pone nervioso, me inquieta. Tampoco encuentro sosiego en la presencia inadvertida de
Sebastián; pero, llámenme iluso, encontraría delicioso que hubiese alguien que dijese al enfermo donde le duele. Y resulta que la economía, que sirvió para tildar de catastrofista al PP durante la pasada legislatura, tan sólo unas semanas después se torna oscura y abrupta. Casualidades que tiene esta vida, claro.
El ministro
Bernat Soria, primo segundo o tal vez tercero de
Santa Claus,
falsificó su currículum en su página web. Los analistas políticos, muy socarronamente, le aplicaron eufemísticamente el anglicismo automovilístico de moda. De esta circunstancia, a mi parecer mayúscula, no se hicieron eco los medios socialdemócratas; supongo, que en un alarde más de transparencia y objetividad de las que tanto presumen.
Aunque lo que es increíble, verdaderamente extraordinario, es que repita la señora
Magdalena Álvarez. No tengo palabras para describir su gestión. Si se la pregunta al respecto, supongo que afirmará de modo apodíctico que fue víctima de las circunstancias. Y quizá tenga razón. La inutilidad aparente, a veces, es sólo eso: inutilidad. Aunque tiene su mérito, eso sí, que ni los dislates -circunstanciales, claro- de otros ministerios, hayan podido tapar su buena mano.
Me voy a ir despidiendo. Ciertamente, no hay noticia del gobierno socialista que no provoque el efecto llamada de las atenciones más inquietas y despistadas. Posiblemente, ahí radique su fuerza y misterio. He dejado para el final del post a la más guapa del ejecutivo. Y en esta ocasión no hay sarcasmo. Me estoy refiriendo, cómo no, a la
Chacón. Pero que arte tiene mi niña, con bombo y todo. Más pasión, no cabe. Y como las imágenes valen como millares de palabras: